Opinión

Actuar por impulsos: medios, política y ciencia

Nos movemos por impulsos. Los juguetes que tenemos en los bolsillos y que comenzaron siendo aparatos para comunicarse ahora están llenos de aplicaciones en las que los corazones, los likes, los dislikes y toda una serie de emoticonos muestran al mundo nuestros impulsos y estados de ánimo. Toda una colección de reacciones emotivas: Un abrazo amoroso, un corazón cariñoso, un gesto de ira, una deposición olorosa... 

Las emociones dejan poco espacio a la razón. Más aún cuando están arraigadas en creencias que cierran la mente a cualquier tipo de argumento. Mezclar emociones como el miedo o el temor con creer en conspiraciones es un cóctel peligroso. La conspiranoia con alta carga emotiva lleva a la toma de decisiones equivocadas que pone en peligro a quien las toma y a quienes le rodean. 

Ya dije hace un año que, en estos tiempos de pandemia, la ciencia se la jugaba. Nuestros impulsos, los medios difundiendo información precipitada y/o defectuosa y políticos comprando cualquier información que les venga bien a sus propósitos partidistas son un cóctel explosivo en una sociedad al borde del ataque de nervios. Mientras, la ciencia sigue su ritmo, pero no ajena a los vaivenes de los que deben tomar las decisiones.

Pandemia, medios y política

En plena pandemia, los seguidores de las conspiraciones han visto sus creencias fortalecidas por el enorme altavoz de las opiniones de personas famosas que no han dudado en difundir públicamente su negacionismo y sus tendencias antivacunas. Las recientes entrevistas a Miguel Bosé son un exponente de ello. El Sr. Bosé no dudó en afirmar rotundamente que él estaba bien informado para sostener sus absurdas afirmaciones en el programa de Jordi Évole. Eso sí, se negó a confrontar sus informaciones con un científico 'profesional' al que supongo él considera 'oficialista'. Bosé sabe dónde informarse, supongo que los científicos no lo sabemos.

Dar publicidad a personas, famosas o no, que hacen afirmaciones como que vamos a morir a mansalva por las vacunas o que el virus no existe o que no ha sido aislado o cultivado, ignorando los numerosos estudios científicos ya publicados, es mentir a los ciudadanos. Difundir falsedades perjudica a muchas personas que acaban cuestionando las vacunas o las medidas contra la pandemia. Esas dudas hacen que esas personas se pongan en peligro y pongan en peligro a los demás. 

Este peligro es mayor cuando esas informaciones influyen o son utilizadas por personas cuyos votos y decisiones influyen directamente en los ciudadanos. Me refiero a aquellos políticos que ya han expresado sus tendencias negacionistas, contra las medidas de contención de los contagios o contra la vacunación "hasta que no vean que no le pasa nada a nadie". Que personas cuya función es la de decidir qué es lo mejor para todos se expresen públicamente en este sentido debería preocuparnos. 

Dentro de unos días se acabará el estado de alarma y los tiras y aflojas de nuestros dirigentes políticos no dejan muy claro qué es lo que quieren hacer para contener estos contagios. Basar las decisiones en información defectuosa no es lo más apropiado. 

El clima caótico que acompaña a la pandemia desde hace más de un año no deja espacio para las decisiones basadas en un análisis científico calmado. Tal es la necesidad de los medios de contar cosas diferentes que me sorprendió la expresión de Sonsoles Ónega hace unos días en una entrevista cuando manifestó que “todos los científicos opinábamos lo mismo” al respecto de la necesidad de seguir vacunando pese a los casos de trombos posiblemente relacionados con la vacuna. ¿Qué es lo que le parecía extraño? El razonamiento científico era muy simple, entre una posibilidad entre 100.000 y una mortandad del 1%, no hay discusión posible; el riesgo de muerte por la vacuna es 10.000 o más veces menor que el de contraer la enfermedad. Y eso que la causa de la relación entre vacuna y trombos no está muy clara

Con este ambiente no es de extrañar que los responsables de los gobiernos autonómicos y central discutan sobre cualquier medida y tarden en acordar nada. Cada cosa que acuerden va a ser analizada, reanalizada, comentadam criticada y comparada con cualquier otra decisión de cualquier otro país en decenas de tertulias de medios de comunicación. Así, sinceramente, no se puede.

Matemáticas y factura de la luz

No creo que deba insistir en que combinar emociones, ruido mediático y decisiones políticas lleva a tomar decisiones precipitadas y equivocadas. Podría poner muchos ejemplos que nos afectan todos los días como el uso de ciertos componentes en la agroalimentación o el cambio climático. Pero voy a usar un ejemplo más sencillo y cercano. 

Creo que recordarán que en enero sufrimos una auténtica crisis social y económica debida a la tremenda subida de la luz que parecía que nos iba a arruinar a todos. 

Pero ¿cuánto había de realidad en todo este ruido? ¿Es cierto que al final acabamos pagando tan cara la electricidad con respecto a otros años? Para contestar estas preguntas he acudido al cálculo matemático que no engaña a nadie. 

Para poder hacer un cálculo adecuado he dividido el montante de la factura (con todo el galimatías de conceptos e impuestos) entre el consumo correspondiente a cada factura y ya saben a cuánto les salió el KW/h. Es la forma más simple y cualquiera puede hacerlo en su casa. 

Eso es lo que hice con las facturas de mi casa de los primeros cuatro meses de los años 2018, 2020 y 2021. No he incluido 2019 ya que no encontré las facturas. Pero da igual, el resultado es llamativo. Sin cambiar para nada el contrato en todos estos años, en mi casa nos sale el KW/h entre unos 20 a 25 céntimos. 

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Tal y como pueden ver en las tablas, la factura de febrero de 2021 de mi casa, la correspondiente a la crisis de Filomena, sufrió una subida de algo menos de un céntimo por encima del precio de 2020. Si consideramos un gasto medio de 350 KW/h por mes, el montante total sobre febrero del año anterior sería de unos 2,5 euros de subida. Con 2,5 euros ni siquiera llegamos a dos cervezas en una terraza. Sin embargo, durante toda la crisis energética, los medios y sus tertulianos no hacían más que alarmar con que todos nos íbamos a arruinar. Y eso se trasladó a las discusiones parlamentarias alimentando el circo político al que nos tienen acostumbrados. 

Pero sigamos con el cálculo matemático. Teniendo en cuenta los cuatro primeros meses de cada año está claro que en 2021 he pagado algo más que en 2020. La enorme cantidad de 0,52 céntimos más de media por KW/h. Es decir, unos 1,82 euros por cada mes si consideramos un consumo medio de 350 KW/h. 

Sin embargo, en comparación con 2018, cuando no había tanto jaleo político-mediático por la electricidad, la media de coste por KW/h me sale de 3,17 céntimos más cara que en 2021. Esto supone que con un consumo de 350 KW/h cada familia pagaba del orden de 11 euros más por el mismo consumo en 2018 que ahora. Es decir, en 2021 estamos pagando bastante menos de electricidad que en 2018.

No es que quiera decir que no haya que rebajar la factura de la luz. No es eso. Simplemente indico que esto es lo que dicen las frías y calculadoras matemáticas del gasto energético de mi familia. Supongo que a ustedes les dirán lo mismo. Pero no es eso lo que transmitían los medios y los políticos en esa semana de Filomena. Ni es eso lo que aprovecharon las comercializadoras de energía que me llamaron constantemente en esas semanas para que me cambiasen de contrato o cambiase de compañía (ahora ya no lo hacen, ¡qué curioso!). Posiblemente más de un consumidor cambió de compañía o de plan y ahora puede que esté pagando algo más de lo que debiera. 

Me sirve este ejemplo para mostrarles que tomar decisiones sin razonar, a la ligera, dejándose llevar por las emociones o por los alarmismos no es una buena idea. No lo es ni con la electricidad, ni con la pandemia, ni con el cambio climático, ni con las telecomunicacionesni vetando técnicas para la mejora de la agricultura o la ganadería, ni con otras muchas cosas que nos afectan a la vida diaria. Las personas en puestos de decisión deben razonar, estudiar los factores, analizar datos, utilizar fuentes que informen con argumentos sólidos, asesorarse por expertos, poner en la balanza el beneficio y el riesgo y tomar la mejor decisión. 

Ni los medios de comunicación buscando la noticia más alarmista, ni los políticos utilizando aquellos datos que más les conviene por creencia o por interés partidista ayudan a la reflexión serena que necesitamos cada día más. 

Tengan en cuenta esta simple reflexión, para vivir lo mejor posible debemos adaptarnos a las circunstancias; las circunstancias nunca se van a amoldar a nosotros. 

#YoMeVacunoSinMiedo.