DISTRITO CENTRO

La obra de Tragsa en el Palacio de Congresos adopta como mascota al palomo 'Manolín'

Los operarios le dan de comer desde que comenzaron las obras y el ave era todavía un pichón muy joven
La constancia tiene su fruto para 'Manolín'
photo_camera 'Manolín' recibe algunas migas de un operario en la obra de Tragsa en el Palacio de Congresos de Torrijos

La hora del bocadillo mañanero. Por la calle Torrijos baja a pie un gran palomo que se bambolea de un lado a otro por su tamaño. Camina con paso seguro, sin miedo de quienes pasan a su lado y tiene una meta fija: La puerta de salida de los trabajadores de la obra de Tragsa en el Palacio de Congresos.

Allí se para y empieza a dar vueltas. Cuando salen los primeros operaciones da la sensación que empieza a hacer fiestas y todos le saludan con el nombre de 'Manolín'. Pero busca a alguien en concreto.

'Manolín' junto a la entrada de la obra

"Está con nosotros desde el inicio de la obra", comentan. "Juan comenzó a alimentarlo con pan y ahora no se despega de nosotros en el desayuno y en la merienda; y así está". Se refieren a su tamaño. "Es con seguridad el palomo más gordo de toda la Mezquita, ¡mira qué andares gasta el 'Manolín'!", indican con humor. Y no es para menos. Incluso amedrenta a cualquier otra paloma que pretenda llevarse su botín y lo defiende marcando territorio.

Por fin aparece Juan Machín, pero esta vez 'Manolín' no tiene suerte. Su amigo tiene prisa y ya se ha comido su almuerzo; tiene que ir al otro lado de la obra y le esperan. "Fue él quien se acercó a nosotros y le empezamos a dar pan y cada vez iba pegándose más a nosotros".

'Manolín' busca comida de sus amigos de la obra

Según Machín, ahora seguramente estará criando y "está más desesperado para buscar comida, porque es que ahora es cuando más viene desde por la mañana hasta el mediodía". Mientras habla, un taxi está a punto de llevarse por delante al confiado animal, que alza el vuelo en el último instante, con el consiguiente susto de los operarios. El propio Juan se acerca a él para tranquilizarlo, pero el palomo no parece nervioso, sino ansioso por pillar algo que llevarse al buche.

Al final lo consigue con otro trabajador que se ha alejado un poco del resto para almorzar. Le ofrece su ración mientras observa cómo se traga rápidamente todas las migas. "¿Que si lo vamos a echar de menos cuando se acabe la obra? Seguro, pero es muy listo y ya se arrimará a otros para conseguir comida", señala.

Son intrahistotrias de la ciudad que con la pandemia se han cimentado más, porque la ausencia de visitantes y turistas en el entorno de la Mezquita-Catedral facilita que estas curiosas amistades se estrechen. A ver si aguanta la vuelta de visitantes, que, por cierto, ya se empieza a notar un poco con turistas extranjeros que tratan de mirar el interior del monumento a través de resquicios que dejan las puertas medio abiertas.