Opinión

La verdad judicial contra la realidad

Se ha delimitado la verdad judicial como aquello que se determina como cierto en un juicio respecto a otras 'verdades' que dependen de otros prismas, en la mayoría de los casos muy particulares. Por eso, cuando se emite una sentencia, siempre hay una parte del caso que determina que la justicia se ha equivocado y que los jueces no han tenido en cuenta tal o cual detalle que es el que interesa a esa parte en concreto. El abanico de posibilidades es muy amplio y en esta columna no voy a entrar en conocidos casos muy mediáticos donde me está muy claro que la sentencia mediática ya va abonando el camino hacia la decisión judicial. Y cuando ambas no coinciden, la realidad se estampa contra el prejuicio social creado por los medios. No, esta columna no va de eso, sino de recientes sentencias relacionadas con cuestiones científicas donde la aplicación de las leyes de los hombres cuestiona leyes mucho más firmes, como las de la ciencia. 

Comencemos por el caso de un naturópata, me niego a decir que es algo parecido a un médico, que fue absuelto por la justicia en una primera instancia de los cargos de intrusismo y de negligencia tras la muerte de unos de sus 'pacientes' por haber seguido sus inútiles tratamientos. No voy a entrar en juzgar la decisión de los jueces pero sí quiero mostrar un hecho muy importante en la práctica médica: la asunción de responsabilidades por negligencias. Si usted va al médico y le manda un tratamiento y ese tratamiento no es el adecuado para su caso y empeora, usted puede reclamar al médico por haber hecho mal su trabajo. A eso se le llama negligencia médica y todos los profesionales médicos, que están colegiados, tienen seguros que cubren esos casos. Todo el mundo puede equivocarse en su trabajo y existen para eso seguros que cubren los daños causados por esa equivocación. Pues bien, en este caso, no se asumen daños por dos razones: la primera porque un naturópata no es un médico y si no está colegiado como tal, no tiene esos seguros. La segunda porque los jueces decidieron que no era objeto de ese juicio el analizar si la 'medicina alternativa' que este naturópata practicaba era efectiva o no. Supongo que los jueces se tomaron su tiempo para absorber a este señor de las imputaciones de intrusismo y homicidio por imprudencia grave. Supongo que las instancias superiores estudiarán el caso y podrán llegar a otras conclusiones diferentes. Pero este que les escribe considera que alguien que 'trata' a personas que llegan a su 'consulta' y no es médico, está ejerciendo sin licencia. Y si en su publicidad dice que es especialista en 'medicina naturalista y ortomolecular' sea lo que sea eso, más aún porque simplemente lleva a la confusión, aunque luego diga que no es médico y que nunca lo ha dicho. Veremos dónde acaba el caso. 

Otros casos llamativos donde la verdad judicial choca de frente con las evidencias científicas nos llegan desde Estados Unidos. Estos casos son interesantes al ser muy mediáticos y donde se retrata la figura del ciudadano frente a la poderosa maquinaria de las multinacionales. Este es uno de los fetiches más repetidos en este país retratado perfectamente por la película 'Solo ante el peligro', de 1952 protagonizada por Gary Cooper y Grace Kelly y dirigida por Fred Zinnemann. Uno de estos casos llevó a un juzgado de California a fallar para que cuando uno vaya a una cafetería se encuentre un cartel sobre su cabeza que informe sobre el peligro de contraer cáncer si se bebe el café que ha ido a comprar. Y todo ello basado en la minúscula posibilidad de que la acrilamida que se forma cuando el café se torrefacta pueda incidir en nuestras células y provocar el cáncer. Puestos así, las bolsas de patatas fritas o los paquetes de churros deberían decir lo mismo. Ya decía yo que diariamente sufrimos miles de agresiones que pueden afectar a nuestras células y que la del café es nada comparada con otras como los rayos UV o los fallos naturales en la división celular. Pero parece que dar un poco de miedo debe ser algo divertido en California. 

A este caso debemos unir otro reciente donde se asoció el trabajo con el glifosato con potenciar los agentes que causaron un cáncer a un señor también en California, en este caso en San Francisco. A pesar de que todos los estudios realizados hasta la fecha indican que la posibilidad de que el glifosato cause cáncer en el ser humano es minúscula, que esta posibilidad es menor que la de tomar café o una tostada o patatas fritas (por eso de la acrilamida) y que el cáncer de este señor, Linfoma No Hodgkin, puede ser causado por múltiples factores como la edad, el género, la alimentación, infecciones bacterianas y víricas, fumar, exponerse a radiaciones, y otras muchas, los jueces acabaron sentenciando a Monsanto-Bayer a pagar 283 millones de dólares a este caballero. Muy bien, si se cura, vivirá muy bien con tanto dinero, pero eso no asegura que el glifosato sea más peligroso que salir a tomar el sol. Esta sentencia puede abrir una puerta muy problemática ya que, de seguirse por este camino, en un futuro no muy lejano tendremos que retirar el condenado glifosato y cambiarlo por algo que de seguro será menos eficaz y posiblemente más peligroso. Pero una vez hecho habrá que esperar decenios para que alguien rectifique y se dé cuenta del error mientras tanto, las cosechas pueden mermar y encarecer la comida y los hierbajos nos acabarán comiendo las aceras y serán el hábitat de bichos indeseables y roedores no muy agradables que pueden afectarnos a la salud. Ya veremos dónde acaba el asunto. 

Tanto el caso del café y el del glifosato se deben a su inclusión en la lista de posibles, probables y realmente carcinógenos de la OMS. Ya denunciaba yo en un artículo anterior que esa lista contiene muchas cosas comúnmente utilizadas y que llamarían la atención por ser naturales y muy sanas como, por ejemplo el extracto de la hoja de Aloe Veraque fue incluido en 2016 junto con el extracto de Ginkgo bilovao de Kava kava, todos muy utilizados en los tratamientos naturalistas. Incluso en este mismo listado encontramos a la sacarina y sus sales, la cumarina, componente de ciertas plantas que ¡tiene propiedades antitumorales!, y unos cuantos centenares de compuestos normales en nuestra vida. Entonces, ¿en qué quedamos? Con esta lista, cualquiera que haya sufrido un cáncer puede ir a un juzgado, eso sí de California, y acusar a cualquier empresa de producir aquello que le causó el cáncer ya que hay cientos de sustancias de uso cotidiano en esta lista de posibles carcinogénicos. No tiene ningún sentido y menos cuando sumamos el efecto que los medios de comunicación aportan asumiendo una probabilidad como algo cierto, entonces ya lo tenemos todo hecho. 

A estos dos casos podemos sumar los casos de las sensibilidades o alergias al wifi que causan enfermedades que impiden trabajar o vivir, o la hipersensibilidad a cualquier compuesto químico, cuando todo lo que nos rodea incluso lo que forma nuestro cuerpo son productos químicos ya sean naturales o no. Cuando estos casos llegan a los juzgados, las evidencias científicas que niegan la posibilidad saltan por los aires. 

Todos estos son casos puntuales y no llegan a afectar mucho a la sociedad a no ser que los políticos se dejen influir por creencias infundadas y empiecen a legislar a tontas y a locas. Mientras haya comités de expertos que asienten los datos científicos, podemos estar seguros de que se tomará la decisión más acertada; o eso espero. Otra cosa diferente ocurre cuando las decisiones judiciales sí que pueden acabar afectando gravemente al futuro de una sociedad. Y pongo como ejemplo la decisión reciente del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre el uso de la edición genética por el método CRISPR/Cas9 como un método que crea transgénicos y fallando que así deben considerarse todos los productos procedentes de esta técnica. En este caso la verdad judicial no se acerca a la verdad científica y lógica ni por asomo. Según el TJUE, todo lo que se ha hecho en el mundo, desde que se inició la revolución agraria allá por la época de los Mesopotámicos en los valles del Tigris y Eúfrates hace unos 9.000 años con los vegetales es una manipulación genética como la de los transgénicos. Porque el CRISP/Cas9 lo que hace es modificar genéticamente los genes que ya están presentes en las plantasu otros organismos, sin insertarles nada de otro organismo que es lo que pasa con la transgénesis. Una vez introducida la modificación en un determinado gen,  se comprueba si el producto es mejor o peor que la planta de donde viene. Eso se ha hecho con químicos, con radiaciones o simplemente mirando la descendencia desde que el hombre comenzó a poner semillas en el suelo para recoger sus frutos. Pero para nuestros expertos jueces, eso es transgénesis. Pues no, señores, eso no es transgénesis. Transgénesis es cuando uno toma un gen de un organismo y lo transfiere a otro modificando su genoma, lo que hace el CRISP/CAS9 es mutagénesis y, como he dicho llevamos milenios haciéndolo. Pero diga la ciencia lo que diga, esta decisión sí que puede afectarnos como sociedad en nuestro futuro ya que va a suponer un parón en la investigación agrícola inmediato. Y todo este embrollo a pesar de que nadie ha demostrado que los transgénicos  sean peligrosos pese a que se han convertido en el caballo de batalla de ecologistas o naturalistas varios que creen que aquello que se comen es 'natural'. (No saben o no quieren reconocer que ya fue modificado genéticamente milenios atrás). 

Todos estos casos establecen relaciones que se contradicen con los hechos científicamente probados. Y los hechos científicamente probados están ahí y no se pueden contradecir a no ser que científicamente se demuestren que no son ciertos. Para ello hay que utilizar evidencias científicas, pruebas palpables y contrastadas, relaciones inequívocas entre una causa y su consecuencia. Por eso, por mucho que una sentencia diga algo, si va en contra de los hechos científicos, de poco vale. La tradición dice, aunque no está claro que así ocurriera, que Galileo contestó a los jueces de la Inquisición que le condenaron por afirmar que la Tierra orbitaba alrededor del Sol: 'E pur si muove' . Pues eso, se mueve, digan lo que digan los jueces. 

Decía Carl Sagan (1934-1996) que "La aceptación crédula de un camelo puede costarle dinero; (...) Pero puede ser mucho más peligroso que eso y, cuando los gobiernos y las sociedades pierden la capacidad de pensar críticamente, los resultados pueden ser catastróficos... por mucho que lo sintamos por los que han caído en el engaño" (El mundo y sus demonios, capítulo 12). Que la justicia entre en el juego de dar por ciertos hechos no demostrados por la ciencia puede tener repercusiones para nuestra vida, salud, economía y futuro. Tengámoslo en cuenta.