Opinión

Tres años de pandemia y no hemos aprendido nada

Más o menos por estas fechas, hace ya tres años (o posiblemente antes), alguien en el lejano Wuhan comenzó a sentirse mal con lo que confundió con un fuerte catarro. Probablemente se tomó lo que cualquiera se toma en estos casos pero los síntomas no remitían y poco a poco fue infectando a más personas, primero a los más allegados y luego a los amigos y convecinos que, a su vez, comenzaron a tener síntomas extraños. Muchos de ellos posiblemente sufrieron síntomas más leves y ese catarro extraño remitió al cabo del tiempo, pero algunos empeoraron hasta necesitar de asistencia hospitalaria.

Los hospitales comenzaron a llenarse de personas cuyos pulmones estaban inflamados en una neumonía extraña; atípica la acabaron llamando. Y con la suma de casos un doctor, Li Wenliang, ató cabos y posiblemente dijera a más de uno de sus superiores que eso que ocurría no era normal, era algo nuevo. Sin embargo, a los superiores no les gustó el asunto e intentaron taparlo, pero no se puede tapar una enfermedad que viaja sobre las espículas de una microscópica bolita recubierta de membrana y que guarda el genoma de un virus nuevo que nuestro sistema inmunitario no conoce. 

Hace tres años comenzó una pandemia que nos obligó a quedarnos en casa y de la que aún no nos hemos librado, pero para la que sí hemos encontrado remedio, tratamientos y mecanismos para poder convivir con el virus sin que éste nos haga encerrarnos de nuevo. Tres años de aprendizaje desde prácticamente cero. Aunque nunca es cero absoluto, ya que otros conocimientos sobre otros organismos similares ya había y han servido para seguirle la pista y acabar conociendo a este virus nuevo más que a muchos anteriores. 

Pese a ese ingente conocimiento amasado durante estos años que llena cientos de miles de estudios científicos publicados en revistas de todo el mundo, aún tenemos que lidiar con personas que no han aprendido nada, que no se creen nada, o que simplemente están desinformadas por cuentistas, aprovechados o medios que buscan más el tremendismo que la información. 

Una lástima, tres años de conocimiento totalmente perdido para muchos. 

Los científicos y los sanitarios ya hemos pasado de moda

La pandemia puso a los científicos sobre las llamas vivas de la hoguera generada por el confinamiento. Pero al igual que los sanitarios ya somos un estorbo más para las políticas liberales cuando deberíamos ser la clave que sostenga el arco sobre el que nos podamos resguardar en una sanidad pública de calidad. Ambos, sanitarios y científicos hemos pasado de ser la clave de la solución a un gasto más, un gasto superfluo para muchos dirigentes políticos. Somos un prescindible estorbo. 

Tres años de pandemia y no han aprendido que el conocimiento, la tecnología, el know-how como se dice en el argot científico (el conocimiento de cómo hacer las cosas), la capacidad para generar nuevo conocimiento son básicos para afrontar los retos que asoman su oscura figura en el futuro no muy lejano. 

Superbacterias, calentamiento global, hambrunas, tecnología digital, energía, alimentación, ganadería son algunos de los retos del futuro, retos que nos están afectando ya en nuestra vida diaria y que hay que afrontar con ciencia, con recursos públicos, con razonamiento y con serenidad. Pero tres años de pandemia no parecen haber sido suficientes para poner sobre la mesa lo importante. 

Mientras, nuestros políticos siguen con sus peleas de tugurio infame donde deberían brotar las ideas, las discusiones productivas y el entendimiento. 

Los charlatanes siguen con su negocio 

Es muy llamativo que los grupos negacionistas, antivacunas y charlatanes variados sigan haciendo de las suyas, pese a estos tres años de pandemia. Si algo debiera haber quedado ya muy claro es que las vacunas de mRNA han conseguido frenar la mortandad generada por el virus pese a sus variantes cada vez más eficientes. 

Unas vacunas que se diseñaron hace unos 30 años y que se fueron desarrollando desde entonces puliendo sus primeros defectos mejorando, así, su seguridad y su eficiencia. 

Unas vacunas cuyo diseño y la facilidad para fabricarlas permitieron que afrontaran los ensayos clínicos con una celeridad empujada por la necesidad y por la existencia de una gran cantidad de población afectada por la infección. Unas vacunas que, pese a lo que muchos siguen afirmando, fueron aplicadas a los ciudadanos tras pasar por los tres filtros de análisis clínico a los que se someten los fármacos. Tres pasos esenciales que demostraron su seguridad, su eficacia y su capacidad para evitar la enfermedad grave. 

Unas vacunas que no son capaces de evitar el contagio porque estamos tratando de un virus respiratorio y eso es prácticamente imposible. Un hecho que, pese a lo que muchos ahora sostienen, ya se dijo en su momento porque la clave está en prevenir los síntomas graves pero evitar la infección es como pretender poner puertas al aire. Pero unas vacunas que sí son capaces de reducir la capacidad de diseminación y evitar en lo posible los casos graves y la mortandad. Los datos nacionales, europeos y mundiales así lo demuestran.

Pero los mismos que negaron la pandemia, al propio virus a la vez que decían que era inventado, o la eficacia de las vacunas siguen ahí, con su cantinela y sus videos de YouTube. Sus fuentes son todo aquello que diga lo que ellos creen. Sus fuentes son cualquier página, comentario, video o reunión donde alguien, experto según ellos, dice cuatro cosas inconexas y no basadas en la evidencia científica y con eso ya tienen todo el pescado vendido. Todos los demás estamos equivocados y sus expertos y ellos son los únicos con la verdad de su parte. Eso sí, sin ningún estudio científico de ningún científico de ninguna parte del mundo que sea capaz de corroborar sus afirmaciones. 

Ya saben, donde se ponga un traumatólogo de Miami, un oftalmólogo de Nebraska o el famoso contable australiano que hizo ese estudio sobre los casos españoles al principio de la pandemia, que se quiten los miles de científicos del mundo con sus aburridos artículos revisados por pares. 

Y, por supuesto, quienes opinamos lo que aquí opino yo, somos gente a sueldo de las grandes empresas farmacéuticas o de los pérfidos gobiernos. Si me hubieran pagado algo, no mucho, por todas las opiniones que he dado a lo largo de la pandemia, ya sería rico. Así que no, no se crean todo lo que esta gente dice, todo lo que los científicos hemos escrito, dicho y opinado en muchos medios ha sido basado en nuestro conocimiento y sin que nadie nos pague nada por ello. Cosa que no pueden decir aquellos que venden yerbas, ungüentos y desinfectantes industriales y peligrosos para cualquier cosa. 

Los virus están ahí fuera

Y mientras, ahí fuera, agazapados, están esos extraños organismos, poco más que una combinación de unas cortas hebras de ADN y ARN con algunas proteínas y, en algunos casos, con un poco de membrana a su alrededor. Están esperando su oportunidad de agarrarse a alguna proteína de nuestras células e introducir en ellas su ADN o ARN para hacer más copias de ellos mismos y salir de la célula rompiéndola y vuelta a empezar. 

Ya nos está visitando la ola de Virus Respiratorio Sincitial (VRS) que está aumentando la presión hospitalaria con criaturas de meses con sus pequeños bronquiolos llenos de mucosidad. Por otro lado, la gripe ya nos está visitando y los casos aumentarán progresivamente. Algo más temprana que otros años y aquellas personas que tengan un sistema inmunitario dañado lo pueden pasar muy mal. 

Mientras que ya se anuncia el desarrollo de vacunas contra el VRS e incluso contra todas las variantes de la gripe basadas en la tecnología del RNA mensajero, la prevención con las vacunas actuales es lo más importante. Sin embargo, al parecer este año no hay vacunas contra la gripe para todos los andaluces y sólo aquellos mayores de 65 años o con patologías previas serán vacunados. Los demás jugaremos a la ruleta con el virus o tendremos que pagarnos la vacuna como este servidor que les escribe ha hecho. 

Mientras llegan las vacunas que preparen nuestro sistema inmunitario contra el VRS o todas las gripes podemos hacer otras muchas cosas para evitar que el virus haga estragos en nuestro cuerpo. Las medidas son simples y aplicables tanto para el COVID-19, la gripe o el VRS: 

1.- Si tenemos síntomas, evitar contagiar a más personas. Bastaría con quedarse en casa si se tienen síntomas más graves o, si no es posible, llevar mascarilla para no pasar los virus a los demás. Es algo muy simple, aunque muchos aún no lo hayan entendido y se pasan tosiendo desesperadamente en tiendas, supermercados, cines o teatros. Si toses mucho, ponte mascarilla o no vayas donde haya mucha gente. Te lo agradeceremos mucho. 

2.- Evitar visitar a personas que puedan sufrir más por el contagio. Para el VRS no hay vacuna aún y aunque afecta mayoritariamente a los nenes también puede afectar a los mayores con inmunidad algo débil. Por eso lo de dejar a los nenes llenos de mocos con nuestros mayores no es una buena idea. Y tampoco lo es llevar a los nenes al cole con esos mocos, hay que hacer que el virus no lo tenga fácil para dispersarse. ¿No han entendido que estos virus se contagian por el aire?

Son recomendaciones simples y al alcance de casi todos nosotros. Son recomendaciones de sentido común. Son recomendaciones solidarias que cuestan muy poco y que producen poco trastorno. Piensen que más trastorno es acabar en un hospital con los pulmones inflamados o con los bronquios llenos de mucosidad. 

#Sinciencianohayfuturo.