BARTOLOMÉ JAÉN. COLECIONISTA DE VINILOS

"El disco más raro que tengo es uno de platino de Héroes del Silencio, que será el más caro también"

Bartolomé Jaén posa para Córdoba hoy
photo_camera Bartolomé Madrid posa para Córdoba hoy

Nacido en Fernán Núñez, en la Campiña Sur, hace 66 años, Bartolomé Jaén, El Señor de los Vinilos como le bauticé en su día, cuenta en la actualidad con unos 200.000 ejemplares de discos de vinilo de todos los tamaños formas, colores y precios. Es, de hecho, uno de los que más discos tiene en este país (si no el que más) y tiene en mente un futuro para sus muy queridos amigos redondos: Montar un museo en su localidad natal, absolutamente independiente de administraciones de ningún tipo y para disfrute de sus convecinos.

Empezó a trabajar a los 10 años en un bar de su prima en el pueblo en los ratos libres del colegio.Trabajó como albañil también y en la fábrica de caramelos de Fernán Núñez La Gloria, muy cerca de la casa familiar. A los 17 años, y pese a tener un buen trabajo, se marchó en pleno mes de agosto a Barcelona a buscarse literalmente la vida en soledad. Es lo que hicieron muchos de sus vecinos que buscaban en Catalunya o en Palma de Mallorca un dinero rápido que llevarse al bolsillo antes de regresar a tierras cordobesas. Estuvo, su primera vez, un año en la Ciudad Condal y ya en una segunda ocasión la cosa se prolongó 18 años y a pesar de ello no perdió ni un ápice de acento de la Campiña cordobesa.

Gracias a su capacidad de trabajar con las manos (construcción, montaje eléctrico, carpintería y ebanistería, montaje de maquinaria, fábrica de cemento) no le ha faltado el dinero. Llegó a tener, incluso, un despacho de pan que le dio definitivamente la posibilidad de volver a Córdoba. Allí se casó con la que es su compañera desde entonces, natural de Baena, y tuvo dos hijas, que ahora "son tan andaluzas como nosotros".

Bartolomé Jaén posa para Córdoba hoy
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¿Cómo se le metió el gusanillo de los vinilos en el cuerpo?

Con apenas ocho años yo estaba en un cortijo con mi padre y escuché la canción 'La Yenca' en la radio. Me gustó y la bailé. Ten en cuenta que por entonces si escuchabas algún transistor puesto de un vecino sonaba Manolo Escobar. Al volver al pueblo la familia compró una radio y la empecé a escuchar un poco más y también iba a casa de mi tío Dolores que tenía radio. Ahí escuché a Miguel Ríos en 1968, a Joan Manuel Serrat en los ratos libres que tenía en el patio de la casa o cuando me llevaba el aparato a mi cuarto. Eran canciones que se dedicaban unos a otros a través de un locutor y me acabó gustando. Pero el primer tocadiscos lo vi en mi junta.

¿Junta? ¿Qué es eso?

Cuando nos juntábamos unos 14 o 15 jóvenes de varias edades para hacer serenatas y escuchar música. Entre varios se compraron un tocadiscos a pilas y se compraban también los discos a medias. Mi afán era enterarme de quien tenía en ese momento el tocadiscos en su casa para ir allí y escuchar discos. A principios de los 70 del siglo pasado, yo ya tenía un casete, donde escuchaba mis cintas. Lo compré de segunda mano a medias con otro, era de la marca Remco. Las cintas las comprábamos en Fernán Núñez, en la tienda de Juanito el de la Radio, al lado de la Iglesia, o en Córdoba, que al principio eran muy malas y caras. Pero lo que yo quería era ir de casa en casa detrás del tocadiscos.

Por cierto, ¿qué tocadiscos era?

Un pick-up con la tapadera que era el altavoz. Eso triunfó mucho en el pueblo. Costaba 3.500 pesetas o por ahí, que por entonces era un dineral. Equivalía al sueldo de más de un mes.

¡Hombre!, pero si lo compraban entre 15, salía económico.

Es que no había otra fórmula para hacerse con él. Lo dicho, me iba de casa en casa. En casa de mi amigo Alfonso y su hermana, Paqui, he escuchado muchísimos discos. Allí escuché por primera vez a Serrat en disco, no ya en radio.

Bartolomé Jaén posa para Córdoba hoy
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¿Y qué sensación le daba eso de cambiar de la radio al disco?

Era yo el que lo quitaba y lo ponía. Miraba la portada. Era muy diferente. Podía 'tocar' la música que en radio era sólo aire. Me daba mucha alegría tocar los discos con las manos, manipularlos; era tener un auténtico tesoro entre los dedos. Ten en cuenta que un single, un sencillo de dos caras, por entonces, costaba casi el sueldo de un día. Valían 90 pesetas en 1971.

¿Y entonces un LP?

Un LP costaba 300 pesetas, casi tres días de trabajo; y en los años 60 empezaron a costar ya entre 260 y 270 pesetas. Eso sí, fuera el disco que fuera. Era un precio estándar, lo produjera la casa que fuera. Hoy en día eso no es así. A partir de mediados de los 70 empezaron a variar los precios, dependiendo del grupo y de la casa discográfica. Y ya no era igual la Phillips que la Belter.

Por lo que dice, en su pueblo los jóvenes preferían comprarse un disco a salir o tomar una cerveza.

Sí. Pero la verdad es que ni había para cerveza ni había para discos. Hablando claro. Ésa es la razón de que se acabaran juntando 14 o 15 personas para comprar y compartir esas cosas. Es lo llamábamos una 'junta'. Yo acabé trabajando en la fábrica de caramelos de Fernán Núñez, desde por la mañana, a las 08.00 horas, hasta los 21.00 o las 22.00 horas de la noche. Un montón de horas. Y así un día tras otro, incluidos domingos. Allí el dueño, aparte de pagarme mi sueldo, que podría ser de 900 pesetas semanales, y era lo que sabían en mi casa, me daba de cuando en cuando 20 duros (100 pesetas). me decía: "Este dinero es para ti y no lo entregues en la casa".

Le tendría cariño.

Mucho, También era porque yo trabajaba mucho y prácticamente me crié en esa fábrica. El hombre se llamaba Matías Toledano Madueño, y hace poco que falleció. De ese dinero que me daba me gastaba algo, quizá para tabaco rubio, porque quien fumaba eso era 'capitán-general', o para la Feria, pero me lo iba guardando porque mi verdadera ilusión era comprarme un tocadiscos. Lo primero que me compré fue un 'comediscos' (minitoc). Era un aparato a pilas sin tapa y con un botón que sólo podías reproducir discos pequeños. Podías ir andando y escuchando música. La gente se lo compraba para ir a la playa o la piscina. Yo tengo varios de ésos, incluido ése primero. Lo escuchaba en casa con un volumen muy bajo para que no se enterara nadie de que tenía ni discos ni comedidos.

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¿Y eso?

Porque en teoría tenia que entregar todo el dinero que ganaba en casa. En aquellos, tiempos, y hablando claro, había escasez de todo. El poco dinero que había era todo para mantener la casa. Por eso el dueño me decía que esas 100 pesetas al mes eran para mí y que no se enterara nadie. Eso me sirvió para pasar 2.300 pesetas por el comediscos.

Es casi lo que costaba un tocadiscos.

Sí, pero me compré lo otro. Que era más barato. Si cuando descubrieron en casa lo del comediscos se monto la que se montó, que me liaron la traca, si llega a ser un tocadiscos... ¡Dios santo! Por lógica sabía que tarde o temprano lo iban a descubrir. Lo escondía y también los discos que compraba.

¿Se acuerda de los discos que eran?

Como si fuera hoy: Uno de Emilio José, '¿Con qué te lavas la cara?', y 'Oye cómo va', de Santana, que en la cara B está 'Samba pa ti'. Fueron los dos primeros que adquirí aquella misma noche. ¡No los puse veces aquellos dos discos! A partir de entonces ya fui aumentando la colección. Fue poco a poco, porque eran caros.

¿Dónde los escondía?

Una casa es muy grande. Los tenía en la cómoda o debajo de la cama. Al final, cuando me pillaron les conté la verdad, pero seguí con el comediscos. Pero no me lo llevé cuando me fui a Barcelona. Tampoco los más de 100 discos que había acumulado ya. Llegue incluso a comprarme un LP de los Rolling, que no podía escucharlo, pero bueno, ahí estaba para cuando pudiera. No sólo tenía vinilos, también revistas de música como 'Mundo Joven', carteles de 'El Gran Musical'...

Antes de continuar, que me pica la curiosidad. ¿Pudo ir a muchos conciertos?

Muchos. pero no eran conciertos propiamente dichos. En las fiestas de los pueblos tocaban bandas y grupos. Recuerdo que en 1973 en La Rambla tocaron Los Pekenikes en la Caseta de Feria. Vi también a Tartessos, el grupo Huellas, Los Grecos o Expresión, también en La Rambla, antes de que se llamaran Mezquita. No eran conciertos como los de hoy en día, no, era para amenizar las fiestas de los pueblos, que no es lo mismo. También he visto actuaciones en discotecas. La Rambla y Montalbán han tenido siempre fama de localidades 'rockerillas', y Montilla ni hablemos ya, y había una discoteca que se llamaba El Cimbross, en La Rambla, y de cuando en cuando tocaban grupos. Incluso a Fernán Núñez los sábados y domingos venían grupos de Lucena o de Córdoba.

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¿Y tiene también carteles de esos conciertos?

Bastantes. La gente de Tartessos fueron los que luego montaron el grupo Alameda. Yo recuerdo en la Feria de Córdoba haberme pasado una noche entera rondando un cartel diciéndome que iban a ser para mí, que ese cartel se venía para Fernán Núñez. Y acabó conmigo a las cuatro o a las cinco de llamaban. El cartel de Tartessos tenía metro y medio de alto por un metro de ancho y lo tenía puesto Juanito el de la Radio, porque tenía contactos con Festejos del Ayuntamiento, y también me dije que iba a ser para mí. A las tres de la madrugada desapareció.

Te cuento lo de este cartel, porque cuando me fui a Barcelona a la vuelta había desaparecido. Resulta que mi primo Juanito, que era muy pequeño, siete u ocho años, se lo había dado a un vecino. En realidad le dio más carteles y revistas y más cosas. El vecino era Antonio Blancas, a quien le gustaba mucho la música. Un día hablé con él y me reconoció que mi primo se lo había dado y me dijo que me lo iba a devolver. Cada vez que le veía le pedía que me devolviera ese cartel. Hace ya tres o cuatro años se lo volví a pedir y entonces me dijo que ya no lo tenía. Un día hablando con Pepe Barros, que era el bajista de Tartessos, que eran de Huelva, le pedí a ver si me podían regalar un póster y le conté lo que había pasado con ese cartel. Se quedó alucinado de que yo tuviera ese cartel, porque es que ni siquiera ninguno del grupo lo tenía.

Ya en Barcelona, ¿pudo adquirir un tocadiscos?

La verdad era que ganaba mi dinero, porque trabajaba de lunes a sábado. Me acuerdo que en el puerto estaban los aparatos  más baratos y se podían conseguir en muchas tiendas que llevaban marroquíes. Eran los bazares. Yo me pateé un montón de tiendas de ésas con música en Barcelona viendo aparatos. Me compré finalmente uno ¡con dos altavoces! Y la posibilidad de poner auriculares para no molestar a nadie. ¡Eso era una maravilla, niño! Me costó exactamente 3.995 pesetas y fue un regale que me hice a mí mismo en las Navidades de 1974.

Eso le permitía la posibilidad de adquirir ya LPs.

Sí, pero me compraba singles, porque era lo que me gustaba de verdad. Mientras que mis amigos se compraban las canciones que sonaban en ese momento, yo prefería hacerme con música que me gustaba aunque no fuera lo último. Fui comprando y llegué a acumular tantos que a mi regreso a Córdoba me vine con una furgoneta llena de discos. Estamos hablando de unos 20.000 discos.

Al principio de Barcelona alquilé una habitación que compartía con otro, por eso lo de los auriculares para no molestar escuchando música, y ahí guardaba los vinilos en el armario o debajo de la cama. Cuando eran excesivos los vendía en el mercado de segunda mano, algo de lo que ahora me arrepiento, aunque muchos los he recuperado a lo largo del tiempo. Siempre me ha gustado investigar y las portadas raras me atraían, por eso seguía comprando. Con el tiempo y ya casado, me compré un piso y ahí me hice un mueble para tocadiscos y los discos.

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¿Era ya consciente de que era usted de esos frikis de los vinilos que pasan a ser coleccionistas?

No. La verdad es que sin querer presumir me da que yo era un adelantado a mi tiempo en ese tema.

Hasta el punto de que en la actualidad puede tener en sus manos unos 200.000 ejemplares.

Sí. Con exactitud lo desconozco y no te puedo dar una cifra, porque me puedo equivocar en miles.

¿Y podría ser la persona que más discos de vinilo puede tener en todo el país?

No lo sé. Tampoco era mi objetivo. Y quería coleccionar, porque me gusta. Disfruto.

Pero habitualmente habla con otros coleccionistas y aproximadamente usted sabrá los que tienen otros.

La verdad es que sí. Hombre, cuando una persona ya tiene 3.000 o 4.000 discos ya te está diciendo que es un coleccionista.  En mi caso son muchos más. El mueble ése que me hice se quedó chico pronto y me compré una librería en la pared donde distribuye los discos grandes y pequeños y los casetes. Lo llené pronto. Por entonces yo tenía ya mi panadería y era una tienda grande con trastienda donde hacía las empanadas y las magdalenas. Allí puse otra estantería en una pared de seis metros toda llena de vinilos. Ésos son los que acabaron viniendo a córdoba en furgoneta.

Los muebles que te digo me los traje después y, entre tanto, dejé los discos metidos en cajas en casa de mi hermano, que me dio el favor de guardármelos de forma provisional. Cuando terminé la casa donde ahora vivo en Fernán Núñez ya los recuperé.

¿Por qué puso la tienda de discos en la capital, 'Amigos del disco'?

Llegué a tener en tiempos la idea de irme a la capital los domingos por la mañana a poner un puesto en Gondomar, en el pasaje que hay entre Gondomar y Concepción o en Las Tendillas, pero no para vender, sino para comprar discos. Es algo que ya había pensado hacer en un mercadillo de Barcelona, pero me aconsejaron no hacerlo. Se lo comenté a mi mujer y también me dijo lo mismo. 

Bartolomé Jaén posa para Córdoba hoy
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Yo tenía la ilusión de hacer algo por la música y monté en el Hotel Gran Capitán la I Feria del Disco en Córdoba en 1993. Yo tenia amistades con gente de Sevilla, Madrid, Málaga y demás que eran coleccionistas y les animé a que participaran. Vieron bien la idea y salió fenomenal. Montamos otras ferias en Granada, Málaga o Jaén que fueron también muy bien. En el 94 un hombre me planteó su local para poner una tienda de discos. Me convenció. Era en San Fernando número 1, donde ahora sacan la basura los del Eurostars Patios. Era un edificio enorme de 800 metros cuadrados y estaba ese local al lado de otro que reparaba figuras de santos. Arreglé el local, abrí la tienda y me engañaron. Al principio el contrato era de un año, pero renovable teóricamente para siempre. A los tres años, y tras la inversión hecha para arreglar el local, me echaron a la calle. Lo vendieron junto a otra caso al lado para hacer ese hotel. Al final me fui a esa misma calle un poco más arriba.

Era una canal más para yo seguir consiguiendo discos y hablar con la gente, conseguir información, dar a conocer lo poquito que yo sabía.

¿Le fue bien?

Visto con el tiempo, y como yo vivía de los olivos, creo que el negocio de los discos no supe hacerlo muy bien. Mi afán no era vender y conseguir dinero. Por un lado me siento muy orgulloso de haberlo hecho y por otro me digo que fui tonto.

Bartolomé Jaén posa para Córdoba hoy
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Al final la cerró. En mayo de 2020.

Sí. He alquilado el local. Y ahora me queda muchos discos por clasificar y recrearme un poco en lo que ya tengo. Disfrutarlo de verdad. Así que el cierre de la tienda es algo definitivo. No le veo continuidad.

¿Y sigue adquiriendo discos?

Sólo si es algo que me interese mucho. Es algo que hago de cuando en cuando en las ferias que monto. Ya no es como antes. Ten en cuenta que de emisoras de radio me han regalado miles y miles y miles de discos. Como no me gusta que fuera por la cara y como no querían dinero a cambio, sí he regalado aceite del mío, que sí lo aceptaban. Calcula que de alguna emisora me he llegado a llevar 20.000 o 30.000 discos. No todos los discos son buenos o no eran de mi gusto y los he regalado. Pero tengo muchos miles de esas emisoras.

Vale, ¿y qué piensa hacer con todo ese material?

Tengo una idea en la cabra desde hace ya bastantes años de hacer un museo del vinilo en Fernán Núñez.

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¿Museo o exposición?

Museo el disco, Tiene que ser en un local muy, muy grande. Es que soy incapaz de vender mi colección y mi idea es que la gente los disfrute igualmente viéndolos. También tengo en mi haber medio centenar de tocadiscos y aparatos reproductores de música de los años 60 y 70 del Siglo XX, que también se expondrían. 

¿Ha planteado esa idea a alguna administración? Se me ocurre por proximidad el Ayuntamiento de su pueblo.

No (tajante). Mi ilusión es hacerlo yo. Si tuviera que echar mano de una institución sea mi última baza. Es que me he movido mucho y he visto lo que pasa y no quiero que le pase los mismo a mis discos.

¿A qué se refiere?

Hablo de emisoras que regalaron sus discos a la ciudad y han acabado en un sótano. ha sido el caso de Radio Córdoba, que se los entregó al Ayuntamiento y Rafael Blanco únicamente los almacenó y no se ha vuelto a saber de ellos; de la Cope en Puerto Llano, que se lo dio a la Diputación, o de radio Linares al Ayuntamiento también. Yo no he perdido la ilusión de que me toque la suerte con un buen pellizco de dinero y lo pueda hacer por mi cuenta.

¿Cuál es el disco más raro que tiene?

Tengo unos pocos raros. Por ejemplo tengo un disco de platino de Héroes del Silencio.

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¿Y el más caro?

Quizá sea también ése que ye he dicho. Eso de que los discos sean caros es algo muy relativo. depende de lo que alguien esté dispuesto a pagar por él. Pero no he hecho esto por eso, sino porque me encanta. Tengo discos que incluso la música que tienen no me gusta, pero sí la portada, o el productor, o simplemente porque son auténticos documentos de una época. Tengo un single que se elaboró para la primera convención que se hizo de fans de los Beatles en Valencia en 1981, con su portada, pero también tengo uno que está sin la portada porque era de la primera prensada. ¡Busca tú eso a ver si lo encuentras!

¿Lo ha llegado a escuchar?

No.

Tiene entonces discos que son vírgenes.

Sí, y es porque me da miedo estropearlos. En realidad los he escuchado en otros ejemplares diferentes al mío. Me pasó una vez con un disco de Los Diablos, que se me calló al suelo y se hizo añicos porque cayó de canto. Era un regalo de un director de un banco y aquello me dejó echo polvo. También me pasó lo mismo en Barcelona con un disco de los Rolling Stones, una edición francesa, pero ese lo conseguí de nuevo con el tiempo. Hablo de 20 años después.

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