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El Gran Teatro se vuelca en el estreno de “Dejadme llorar. El genocidio olvidado”

El exjuez Baltasar Garzón y el historiador Francisco Moreno acompañaron al director, Jordi Gordon, durante la presentación de la película ante un abarrotado patio de butacas

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photo_camera La presentación atrajo a una nutrida representación de instituciones políticas y sociales

“Ver el teatro lleno me hace pensar que algo está cambiando y que al fin se dará a las víctimas verdad, justicia y reparación”. Emocionado por la respuesta del público en el Gran Teatro, el director y guionista del documental “Dejadme llorar. El genocidio olvidado”, Jordi Gordon, pudo estrenar su trabajo en Córdoba, donde ocurre la trama de su historia: la represión franquista que se llevó por delante a un mínimo de 12.000 personas en toda la provincia, aunque sólo ha aflorado “un tercio de la matanza”.

Entre el público asistente, un invitado de lujo, el exjuez y presidente de la FIBGAR, Baltasar Garzón, al que acompañaron el historiador que durante 35 años se ha dedicado a investigar los crímenes de esa etapa en tierras cordobesas, Francisco Moreno, y Antonio Deza, una de las víctimas de la represión y portavoz de la Plataforma por la Comisión de la Verdad en Córdoba. r que durante 35 años se ha dedicado a investigar

Se pedía puntualidad para el visionado del documental, de unos 70 minutos, y se cumplió. Porque el estreno bien merecía una introducción acorde a la materia que se trataba. De ahí las palabras de Gordon, aunque no resultara una sorpresa tanta presencia de público, a sabiendas de que los familiares de los asesinados tenían necesidad de estar presentes.

El largometraje, con música de Pedro Barbadillo y una excelente fotografía a cargo de Bruno Rascao, incluye las declaraciones de 20 ancianos que narran su vida en primera persona, mientras el propio Moreno sirve de hilo argumental merced a su investigación hasta dar sentido al término “genocidio cordobés”; acuñado para describir el horror de una época oscura de este país, a la que muchos cierran los ojos y prefieren mirar para otro lado, mientras en otros puntos del mundo se ha tratado de hacer justicia. Sólo en Córdoba se han localizado dos fosas comunes de unas 4.000 personas que siguen sin identificar, mientras sus familiares de entonces estaban obligados a n o llevar luto por ellos.