Opinión

Y la Selectividad volvió

Comenzaba esta sección en CórdobaHoy con un artículo sobre la defunción de la Selectividad, o Prueba de Acceso a la Universidad (PAU), allá por el 15 de Septiembre del año pasado y hoy, unos meses después, la selectividad resucita sin apenas cambios. Como ya decía hace unos meses, la regla no escrita de la experimentación científica dice que si un método o protocolo funciona, no se cambia y, si se modifica, es en aquello en lo que no se puede empeorar y sí mejorar. Pero nuestros dirigentes no son científicos y debieron pensar que para hacer algo bien hay que tirar todo el edificio abajo y volverlo a construir desde sus cimientos. Eso sí, sin mirar antes si tenían obreros para poder reconstruirlo a tiempo.

El mayor problema que hemos tenido en esta gran reforma de la Selectividad, que al final se ha quedado en mero parche, ha sido la improvisación, la indefinición y la chapuza. Improvisación porque desde que José Ignacio Wert consiguió que se aprobara la reforma no hizo nada más y los pasos siguientes, las reglamentaciones que debían hacer funcionar la nueva ley y los detalles de las nuevas pruebas de acceso a la universidad ni se diseñaron ni se aprobaron. Quedaron para que lo hicieran otros.

A partir de ahí vino la indefinición ya que nadie sabía qué era lo que iba a pasar. Se habló de una prueba tipo test de 350 preguntas que comprendían los dos cursos de bachillerato y a más de un profesor y estudiante se le pusieron los pelos de punta. Eso llevó a pensar en quién iba a definir y confeccionar las preguntas de semejante prueba y quiénes la iban a revisar y evaluar. Y ahí se habló de externalizar el sistema, es decir, que iba a ser realizado por “alguien” fuera del sistema público. Piensen ustedes lo que quieran. Y a todo esto había que sumar la posibilidad de que cada Universidad (cada una de ellas) diseñara una prueba específica para acceder a estudiar las carreras más demandadas. ¿Se imaginan que uno tuviera que ir de un lado para otro examinándose en diferentes Universidades durante un par de semanas? Pues eso, para poner otra vez los pelos de punta. Como ya decía en mi anterior artículo, las pruebas anteriores se realizaban independientemente en cada una de las comunidades autónomas y a partir de unas orientaciones elaboradas por grupos de profesores universitarios y de bachillerato, las ponencias, que se reunían varias veces en el año para redactar las preguntas y establecer los criterios mínimos para las respuestas. Y las respuestas de los miles de estudiantes que se enfrentaban a las pruebas eran evaluadas de forma anónima por personas con las que no se habían relacionado antes. Cambiar drásticamente a un modelo tipo test con tanta indefinición afectaba a una máquina bien engrasada y funcional por lo que no se entendía el interés del Ministerio por modificar la prueba.

Y finalmente llegó la chapuza. Chapuza porque entre tiras y aflojas políticos, entre plantes de los consejeros de los gobiernos autonómicos, y ante la falta de reglamentación anteriormente aludida nos encontramos en septiembre del año pasado con un escenario en el que nadie sabía nada de cómo se iba a realizar la prueba de 2017. Los estudiantes de segundo de bachillerato comenzaron el curso sin saber cómo prepararse para entrar a la Universidad. Así que llegamos a finales de Diciembre con todo paralizado hasta que el 23 de Diciembre, justo antes de Navidad, se publica en el BOE la Orden por la que, al menos este año, se van a regir las pruebas de acceso a la Universidad. Con las ponencias disueltas, y como regalo de Reyes, en enero de 2017 comienza de nuevo a andar el sistema con un nuevo modelo en el que prácticamente lo que más había cambiado era el nombre de la prueba. Pasamos de PAU a PEvAU (Prueba de Evaluación para el Acceso a la Universidad). ¡Menudo cámbio! Bueno, eso y la aparición de una nueva categoría de preguntas, las semiabiertas. O preguntas con una respuesta única e indiscutible. Más bien algo cerradas, en mi opinión, pero ¿qué voy yo a discutir a la normativa? Eso sí, se definieron una serie de apartados dentro de cada asignatura que deben contemplarse obligatoriamente en las pruebas. Esta última medida era la más sustancial que afectaba especialmente a ciertas asignaturas, pero claro, en Enero, con seis meses hasta la prueba, personalmente me parece una auténtica falta de respeto al alumnado y a los profesores. ¿Por qué no se les ocurrió dejar todo casi como estaba y aplicar estos cambios en 2018? Total, seis meses más de retraso no les iba a reportar ningún perjuicio político. Pero, ¡cuidado!, que la orden es sólo para las pruebas de 2018 así que aún podemos tener más sorpresas para el próximo año.

Así que en esas estamos hoy, día 12 de Junio de 2017. La PAU ha resucitado como PEvAU en una forma casi igual a la que teníamos anteriormente pero habiendo causado problemas en el desarrollo de las clases de Bachillerato y en el trabajo de las ponencias para el diseño y confección de las preguntas que entrarán en los exámenes. Gracias a la chapuza de nuestros dirigentes, menos tiempo, más premura para hacer lo mismo que se hacía antes con más calma, con nuevas reglas que modifican poco un sistema que funcionaba y estaba engrasado. Esos mismos dirigentes que se pasan meses mareando la perdiz para que luego otros, los pringados de los profesores o de cualquier profesional que le toque, anden de cabeza intentando rehacer el puzle con las pocas piezas que dejan.

Quiero terminar incidiendo en varias cosas. Una prueba como la anterior PAU en la que aprobaban más del 85% de los estudiantes no era mala por ello, tal y como denunciaba el Sr. Wert para justificar su anulación y cambio, sino todo lo contrario. Lo raro era que estudiantes que habían aprobado Bachillerato suspendiesen una prueba en la que se les preguntaba sobre aquello que ya habían aprobado. Una segunda cosa a tener en cuenta es que una prueba como ésta es necesaria para diluir las diferencias de criterio y concepto que hayan existido en la evaluación de los estudiantes durante el Bachillerato. Los estudiantes se enfrentan a exámenes iguales en toda Andalucía que realizan a la vez y son evaluados por personas que no han tenido contacto con ellos previamente. Como ya explicaba en mi artículo inaugural, unas calificaciones buenas en Bachillerato pero obtenidas con exámenes fáciles se verán compensadas en los exámenes de los tres días de la PEvAU e igual al contrario, calificaciones bajas debidas a evaluaciones más duras pueden mejorar en este examen.

Ya sé que todos queremos lo mejor para nuestros hijos pero obtener buenas calificaciones sin que reflejen bien el conocimiento adquirido no es bueno para ellos, es engañarlos. El querer que las notas sean buenas para que no tengan problemas a la hora de elegir el futuro es lógico, pero siempre que reflejen lo que hay dentro de ese cerebro. Lo otro, es autoengañarse y, peor aún, hipotecar el futuro de nuestros hijos que no tendrán las herramientas adecuadas para enfrentarse a los siguientes pasos de su formación y de su actividad profesional. Elijan ustedes qué es lo que más les conviene a ellos.

Desde esta modesta tribuna, hoy, que comenzamos la nueva PEvAU ruego a nuestros dirigentes políticos que ya que se han propuesto enfrascarse en diseñar un modelo de educación que sea más perdurable, se empeñen en hablar con los profesionales de la docencia, llegar a un consenso estable y en no tocar aquello que funciona. Piensen que hagan lo que hagan, la Lengua será igual antes y después de que ellos toquen el sistema. Igual pasará con las Matemáticas, la Biología, la Química, Física, Geología, Filosofía, Geografía y demás materias. Y aunque se sigan peleando por cómo se trata tal tema de Historia o por otras peculiaridades locales, lo importante es que quienes se forman en nuestras aulas, es decir, nuestros hijos, lo hagan bien, acaben bien formados, con conocimientos y sus calificaciones reflejen su esfuerzo. El futuro de nuestros hijos va a depender de que los dirigentes lo hagan bien y de que dejen de marear la perdiz de la educación en España, que de tantas vueltas que le han dado ya está casi inconsciente.