Opinión

Final de la Selectividad ¿Y ahora qué?

DEPARTAMENTO DE FISIOLOGÍA, ANATOMÍA Y BIOLOGÍA CELULAR. CENTRO ANDALUZ DE BIOLOGÍA DEL DESARROLLO. UNIVERSIDAD PABLO DE OLAVIDE 

En los laboratorios de ciencia existe una regla no escrita en la que si un método o protocolo funciona y los controles positivo y negativo salen siempre como deben salir, no se debe cambiar nunca. Solo se aceptan pequeñas modificaciones que lo mejoren, pero nunca cambios en lo básico. Esto que puede parecer tan lógico, no lo es tanto en la vida real y menos en los planes de educación de nuestro país ya que en los últimos años hemos sufrido reforma tras reforma en la Ley sobre Educación sin dejar que se asiente la reforma anterior.

En mi opinión, la Selectividad cumplía la regla del protocolo científico que funciona. Se trata de una prueba que se ha ido modificando a lo largo de los años pero sin variar su esencia. El anterior ministro de educación, Sr. Wert, la denostó públicamente diciendo que no servía para nada ya que más del 85% de los estudiantes la aprobaban. Si tenemos en cuenta que estos estudiantes habían aprobado el bachillerato unos días antes de la prueba de Selectividad, lo raro hubiera sido que la suspendieran, esto es, el control positivo funcionaba. De no funcionar, significaría que, o bien las calificaciones de bachillerato no reflejaban la realidad o la Selectividad se realizaba sobre una base que no se correspondía con lo que se estudiaba en bachillerato. Pero eso no importaba al Sr. Wert; el sistema debía cambiar. Pero, ¿cambiar cómo y para qué? La solución estaba, según el Sr. Wert, en otro tipo de prueba. Y se resucitó a la Reválida que debía estar dormida en el cajón del Ministerio desde su abolición.

Como ponente que he sido estos años para la preparación de las preguntas de la asignatura de Biología en la prueba de Selectividad en Andalucía quisiera aclarar una serie de cuestiones al respecto de esta prueba que hoy disfruta de su último día. La Selectividad era una prueba cuya finalidad era la de clasificar a los estudiantes según las calificaciones obtenidas durante el Bachillerato (60% de la nota final) y tras realizar una serie de exámenes en una situación de mayor presión (40% de la nota final). Por tanto, la Selectividad servía de método para homogenizar la calificación de los estudiantes para optar a una plaza en la Universidad. Homogenizaba en dos sentidos. Al someterse a unos exámenes con mayor presión los estudiantes demostraban si estaban capacitados para afrontar los sistemas de evaluación que se iban a encontrar en la Universidad, algo que hasta ahora no habían tenido que demostrar. Pero, por otra parte, servía para diluir el efecto que la calificación de diferentes profesores o centros pudiera haber producido en los estudiantes. El ejercicio de evaluar y calificar tiene un gran componente subjetivo. Todos sabemos y hemos sufrido que unos profesores son más exigentes que otros. Igualmente hay centros que se conocen por ser más exigentes y otros por ser más permisivos. Estas diferencias quedan reflejadas en la calificación final obtenida en el Bachillerato. Diciéndolo de una manera más simple, nadie puede defender que todo estudiante en Andalucía o en España es evaluado de la misma manera en todos los centros y por todos los profesores. Para homogenizar esta natural heterogeneidad está la Selectividad. En esta prueba todos los estudiantes, andaluces en el caso que nos ocupa, se enfrentan a un mismo examen, a la misma hora y son corregidos sin que se sepa ni su nombre ni su procedencia por personas que no han tenido contacto con ellos. Esto hace que un estudiante con muy buenas notas pero obtenidas con una menor presión pueda tener más problemas en Selectividad mientras que otro estudiante con no tan buenas notas pero de un centro más exigente pueda obtener una mejor calificación. Al hacer la media entre Bachillerato y Selectividad, las diferencias entre centros se diluyen. Por tanto la Selectividad cumple una función clara: homogeniza las condiciones de los estudiantes a la hora de obtener la calificación para entrar en la Universidad. El sistema tiene un problema, que cada Comunidad Autónoma tiene sus propias pruebas, pero, asumiendo esta diferencia, las pruebas son más o menos similares en todas ellas.

A todo esto hay que añadir la forma en la que se confecciona la prueba de Selectividad. Las ponencias encargadas de confeccionar las preguntas que entrarán en los exámenes están formadas por profesores de Bachillerato y de Universidad al 50%. Por cada Universidad andaluza hay un representante de Bachillerato y otro de la Universidad. En total 18 personas por ponencia. Lo más importante es que las ponencias trabajan sobre un documento redactado por ellas mismas donde se hacen públicos los temas sobre los que se va a preguntar en la prueba y los criterios que se van a seguir para evaluar estos temas. Por tanto, las ponencias indican a los institutos de enseñanzas medias sobre qué se va a preguntar y qué criterios mínimos se van a seguir para la evaluación. Todo ello era público, hasta hace poco, meses antes de que comenzara el segundo curso de Bachillerato que hoy mismo arranca en Andalucía.

Pues bien, todo esto ha sido sustituido por otro tipo de prueba, la Reválida. Pero el mayor problema de esta nueva prueba se encuentra en que a fecha de hoy no conocemos cómo va a ser esa prueba, aunque se dice que va a ser similar a la actual pero sin concretar nada. Y, por otro lado, la Reválida no servirá solo para obtener la calificación para entrar en la Universidad sino que será además obligatorio superarla para obtener el título de Bachillerato, aunque no el curso próximo pero sí el siguiente. Lo único que conocemos actualmente sobre la Reválida es que el Ministerio de Educación tendrá más competencias a la hora de determinar las preguntas, según ha dicho el actual Ministro de Educación, Cultura y Deportes, Sr. Méndez de Vigo. Pero, ¿qué significa eso? Casi todo son lagunas sobre las Reválidas tanto de ESO como de Bachillerato y los estudiantes ya han comenzado el curso que les llevará a ellas. Preguntas como ¿quiénes confeccionarán las preguntas? ¿Sobre qué temas versarán? ¿Cómo y quiénes evaluarán los exámenes?

Y todo esto ¿para qué? Permítanme terminar con unas simples preguntas y una reflexión. ¿De verdad nuestro sistema educativo da una formación tan mala a nuestros estudiantes? Si es así, ¿por qué buena parte de nuestros licenciados, graduados y másteres acaban emigrando y trabajando en países tan bien considerados por nuestros políticos como Estados Unidos, Francia, Reino Unido o Alemania como médicos, enfermeros, economistas, ingenieros o científicos? Nuestro problema, señores políticos no es el sistema educativo sino que falta tejido empresarial e industrial que sea capaz de utilizar la capacidad de nuestros estudiantes para trabajar. Para trabajar en el sector servicios y especialmente en la hostelería a tiempo parcial y en verano tal vez no haga falta un grado o un máster, lo que hacen falta son empresas e industrias. Y como no hay, nuestros graduados tienen que emigrar allá donde haya. Y, curiosamente, están tan bien formados que acaban trabajando en nuestros países vecinos donde hay más oportunidades y se les valora. En mi opinión, se está dando una solución equivocada a la educación en España porque el diagnóstico de nuestro problema está equivocado. Tenemos unas generaciones de estudiantes bien formados a los que no se les da oportunidad para demostrarlo en España.