Opinión

Ómicron, la nueva gran amenaza. O no.

Desde que el SARS-CoV-2 comenzó a dispersarse por todo el planeta no ha parado de cambiar. Por mucho que lo intentemos explicar desde la ciencia parece que no queda muy claro que las variantes del virus no están haciendo nada más que lo que haría cualquier virus que pasase de un organismo a otro. Esto es, sufrir cambios que dan lugar a variantes cuyas proteínas son más eficientes en su nuevo huésped, en este caso, nosotros, los humanos. Por eso me ha llamado mucho la atención la respuesta tan dramática que se ha producido respecto a la nueva variante bautizada con nombre de malo de peli de superhéroes: Ómicron. 

¿Qué son las mutaciones?

En marzo de 2020, la variante del SARS-CoV-2 que se dispersó por todo el mundo ya llevaba una mutación que la hacía más efectiva respecto a la cepa inicial encontrada en Wuhan, la mutación D614G. Un aminoácido llamado ácido aspártico (D) en la posición 614 de la proteína había cambiado a un aminoácido llamado glicina (G), el más pequeño de los 20 aminoácidos que forman las proteínas. Y, al parecer, eso ayudó a que el virus fuese más eficaz infectando a los humanos. 

Muchos piensan que estas mutaciones están dirigidas, pero son fáciles de entender si sabemos qué es y cómo funciona el código genético. Así que voy a intentar explicarlo en pocas palabras. 

El genoma de cualquier especie está formado por una larga cadena constituída por combinaciones de cuatro nucleótidos diferentes: A, C, G, T (por favor, no me lo confundan con código genético, que es otra cosa.) Todo lo que cada organismo es está establecido en ese orden de nucleótidos. ¿Recuerdan la película GATTACA de Andrew Niccol con la excelente música de Michael Nyman? Pues las letras de GATTACA hacen referencia a las letras de esos nucleótidos en nuestro genoma (G, A, T, C). 

En ese genoma hay una serie de zonas que conocemos como genes donde está la información necesaria para fabricar las proteínas del organismo. Para las nuestras, las de un virus, las de un parásito o las de su perro (los puristas, por favor, acéptenme la simplificación.)

Para traducir el lenguaje de las cuatro letras del genoma al lenguaje de los 20 aminoácidos de las proteínas, las letras de de los nucleótidos de cada gen se leen de tres en tres. A cada uno de estos grupos de tres, lo conocemos como codón

Antes de producir proteínas, la información del genoma del ADN se copia a una estructura menos estable que conocemos como ARN mensajero (ARNm) en un proceso llamado transcripción. En ese proceso, una de las letras de los nucleótidos se cambia por otra letra: las T en el ADN pasan a ser U en el ARNm. Pero esto es normal. No hay problema.

Luego, el ARNm sale del núcleo de nuestras células (excepto en bacterias que no tienen) y, con la ayuda de otros ARNs y proteínas, se ensambla en un complejo que va a traducir el texto de codones en el texto de aminoácidos en las proteínas. A este procedimiento lo llamamos traducción y ahí sí es donde se aplica el código genético. 

El código genético es simplemente la correlación entre cada codón y su correspondiente aminoácido. Las posibilidades en la que se pueden combinar cuatro letras en grupos de tres son 64. Por tanto, tenemos 64 posibilidades para 20 aminoácidos. Eso hace que algunos aminoácidos se correspondan con varios codones, otros con solo uno y hay tres codones que informan de que la proteína se ha terminado. 

Espero que haya quedado claro. Así que, volvamos atrás y así ya puedo decirles que para cambiar el ácido aspártico 614 por una glicina en la mutación inicial solo cambió una sola letra en un codón. Es lo que llamamos mutación puntual y suele ser común cuando el genoma se copia. El ácido aspártico es codificado por los codones GAU y GAC mientras que la glicina lo es por los codones GGU, GGC, GGA, GGG. Es muy fácil entender que con solo un cambio en una de las A de cualquiera de los dos codones del ácido aspártico, en lugar de un ácido aspártico, el sistema que traduce la información coloca en la proteína una glicina. Ya tenemos la mutación. 

El virus ha ido cambiando. 

Desde que comenzó a infectar al ser humano, en el SARS-CoV-2 se han ido generando variantes por el simple mecanismo de que aquel cambio que hace que el virus sea más eficiente provoca que la variante que lo contiene se vaya imponiendo sobre las demás. Si en la variante se ha producido un cambio que mejora mucho su capacidad de infección en los humanos, pues nada, esa es la que se impone y la OMS la considera una variante de preocupación. Si la mutación no produce un cambio claro solo se la considera variante de interés. 

Teniendo en cuenta que la letra ómicron ocupa el puesto decimoquinto en el alfabeto griego, ya sabemos que ha habido catorce variantes antes que ella, algunas de interés y otras de preocupación. 

¿Cómo es ómicron?

Ómicron aparece por primera vez, que se sepa, en Sudáfrica y ya se ha encontrado en diferentes países del planeta. Su característica más relevante es que contiene unas 30 mutaciones respecto al virus original que se secuenció, incluyendo la D614G. Algunas de ellas ya se han descubierto en otras cepas como la beta o la delta. 

¿Tenemos motivos para alarmarnos por tantas mutaciones? No, no los hay. En palabras de Ignacio López Goñi, Catedrático del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Universidad de Navarra sobre Ómicron en su excelente blog MicroBio: "No sabemos si es más transmisible, no sabemos sí sustituirá a otras variantes, no sabemos si es más virulenta y causará enfermedad más grave, no sabemos si será más fácil de reinfectarse, no sabemos si será más peligrosa en niños pequeños, no sabemos si escapará de las vacunas actuales, no sabemos si se extenderá por todo el planeta"

Lo que sabemos de esta variante es que no apareció ayer, puede que lleve meses diseminándose entre la población y, además, que su diseminación se ha producido en una zona donde la vacunación era bastante escasa. Sin embargo, el índice de contagio y mortandad tampoco ha sido extremadamente diferente al de otros países en los que predomina la variante delta, como en nuestro país. 

Por lo pronto, si estuviésemos ante una variante que se escapase fácilmente del sistema inmunitario y tuviésemos que comenzar de nuevo a protegernos contra ella no estaríamos ante una variante sino ante una nueva cepa, un nuevo enemigo, un organismo diferente. Y no es así. No hay unos perfiles que muestren una mayor mortandad en Sudáfrica a pesar de la diseminación de ómicron. Para hacer un seguimiento y comparaciones les recomiento Our World in Data, podrán comparar perfiles entre diferentes países y momentos. 

Es muy difícil escapar del sistema inmunitario. 

Las vacunas más eficientes contra el SARS-CoV-2 son las vacunas basadas en el ARNm. Estas vacunas generan en las células una respuesta similar a la que ocurriría si el virus las hubiese infectado. A partir de algo parecido al genoma vírico, en este caso el ARNm de la vacuna, las células generan un trozo de la proteína S de la misma forma que ocurriría si estuviesen infectadas por el virus pero sin generar virus completos con capacidad patogénica. 

La proteína S es una proteína que se ancla a la superficie de la célula y, por tanto está glicosilada, es decir, tiene grandes cantidades de azúcares unidos a ella, como si estuviese glaseadas. A la proteína S se les añaden largas cadenas de azúcares por dos mecanismos. Mediante unión de un complejo de 14 azucares a los aminoácidos asparragina en el retículo endoplasmático celular o mediante la unión de azúcares uno a uno a grupos OH de los aminoácidos serina, treonina o tirosina que ocurre en el aparato de Golgi. Podríamos decir que el retículo endoplasmático es como la zona de fabricación de la estructura mientras que en el Golgi se producen los retoques finales.  

De las 30 mutaciones que contiene ómicron en la proteína S, ocho de ellas afectan a un posible sitio de glicosilación. Dos de ellas son nuevos sitios mientras que seis de ellos desaparecen. Todas ellas son respuesta a una mutación puntual.

¿Pueden cambiar estas modificaciones la estructura de la proteína? A nivel de glicosilación parece que no ya que curiosamente todos estos sitios, aunque varían mucho no son sitios de glicosilación de estas proteínas. Y eso es importante a la hora de entender si los anticuerpos van o no a perder su efectividad ya que las glicosilaciones juegan un papel importante en su capacidad de reconocimiento. A fin y al cabo, a lo que se unen los anticuerpos es a la superficie de la proteína y ésta está recubierta por un glaseado de azúcares que no se ha visto modificado por las mutaciones que han ocurrido. Ese factor es importante. 

Por otro lado, no se esperan grandes cambios en la estructura de la proteína ya que la mayoría de los cambios producidos en un sistema funcional hacen que ese sistema sea menos efectivo. Es decir, que muchos de los cambios estructurales entorpecerían la función de la proteína S.

A todo ello hay que sumar el papel de los linfocitos T que, pese a todos los cambios, no parecen sufrir mucha merma por las mutaciones ya que ellos reconocen a los antígenos de otra manera. E incluso pueden proteger frente al SARS-CoV-2 habiéndose activado con otros coronavirus humanos.

Las vacunas protegen frente a la enfermedad pero no frente al contagio.

Creo que ya deberíamos saber todos que las vacunas protegen y han protegido contra las diferentes variantes que han ido apareciendo. Los contagios en las personas vacunadas son menos probables y sabemos que la enfermedad es más leve en estas personas vacunadas mientras que en las no vacunadas su efecto es más drástico. Es por ello que los países con menor población vacunada son los que están sufriendo una mayor incidencia de casos graves que acaban hospitalizados. Por eso los movimientos antivacunas vuelven a poner en peligro a todos ya que quienes no se vacunan acaban colapsando el sistema sanitario

Pero también sabemos que hay personas que no responden bien a las vacunas. Ni a esta ni a ninguna otra porque su sistema inmunitario no se encuentra en buenas condiciones. En esas personas, ni las vacunas actuales ni ninguna otra producirá efecto. El sistema inmunitario degenera con el tiempo y con las condiciones de vida, como otras muchas funciones que decaen con la edad.  

Básicamente, todo el ruido de estos días no está basado en la ciencia sino en una especie de pánico pandémico que se ha apoderado de los centros de poder político, económico y mediático. Hay que esperar, analizar, comprobar y entender, tener calma y tomar medidas efectivas. 

#vacunate