COMERCIO EN CIUDAD JARDÍN

Lágrimas por un Mercadona

El cierre del Mercadona de la calle Previsión genera incertidumbre entre el comercio y los vecinos debido al volumen de negocio y flujo de personas que atraen estos supermercados, cuyos precios populares y política de marcas blancas han conseguido crear una enorme identificación con la clientela, hasta el punto de que la clausura ha provocado llantos

MERCADONA PREVISIÓN
photo_camera Los vecinos de Previsión lamentan el traslado del Mercadona a la calle Escritor Conde Zamora

«El viernes me vinieron varias señoras llorando por el cierre del Mercadona». La responsable de la frutería Tamara, cercana al supermercado de la calle Previsión, se encontraba con ese panorama ante el cierre del local, que se traslada a escritor Conde de Zamora. Si el éxito de una marca consiste en la identificación y fidelidad de la clientela, estas reacciones muestran que para algunas personas -parafraseando el famoso lema futbolístico culé- el Mercadona es más que un comercio.

Tanto es así que diversos vecinos de Ciudad Jardín iniciaron una campaña de firmas para evitar la clausura del local. Posteriormente estuvieron apoyados por el propio consejo de distrito. El principal impulsor de la campaña, Emilio Pastor, propietario de la librería cercana al Mercadona, ha explicado que mantuvieron diversas reuniones con directivos de la cadena: «Al principio nos dijeron que reconsiderarían el cierre y fueron alargando el asunto, hasta que nos comunicaron su decisión». Las razones de esta iniciativa ciudadana, que en principio puede ser llamativa, se deben, según Pastor, a que «el 80% de las personas que viven en Ciudad Jardín son mayores y muchas no podrán ir al nuevo local, además el tejido comercial en este barrio es básico. «Se supone que Mercadona le da mucha importancia a las cuestiones sociales, pero ha pasado de ser un mercado de cercanías a una gran superficie».

Junto al cierre, Mercadona seguirá pagando el local de Previsión hasta el próximo mes de junio, como estrategia para evitar que la competencia pudiera aprovechar en alguna medida el flujo comercial del supermercado.

Además de la alta media de edad del barrio, el buen precio de los producto, la calidad de las marcas blancas y el hecho de que atrajese a numerosos clientes a diario, daban vida a varias manzanas. Esto es así hasta tal punto que la existencia o no de un Mercadona puede influir en el precio de los pisos de alrededor notablemente. Si bien Emilio Pastor indica que por su negocio no cree que le afecte el cierre, curisosamente en la frutería Tamara sí han notado ya el primer lunes que el movimiento es menor, «a lo mejor es sólo coincidencia». Precisamente las fruterías son negocios habituales cerca de muchos mercadonas debido a que esa parte de la gran cadena de supermercados es una de las más débiles, en términos relativos. «La gente está muy mosqueada». En la propia frutería, un cliente, de avanzada edad, Sebastián Sánchez, ironiza «es más barato que otros sitios y a nosotros nos viene bien, así gastamos menos».

A lo largo de la mañana numerosos vecinos miran los carteles del cierre en los cristales del Mercadona, ya opacos por la pintura blanca. «Mal, muy mal», indica al pasar una anciana que vive en esa misma calle. Otro señor también mayor contesta «se lo llevan todo para allá», en referencia a la zona de Poniente donde se están abriendo numerosos negocios.

En la tienda de frutos secos junto al Mercadona se produce un diálogo entre su propietario Manolo Rodríguez y una vecina, Monchi Marín, que acude con el carrito donde lleva a su nieta de cuatro meses. Marín explica que el barrio está compuesto por gente mayor, también muchos estudiantes, y que la mayoría «no vamos a ir» al nuevo supermercado. Esa negativa no está sólo marcada por la distancia que separa a los dos locales, sino por cierta indignación que, nos detalla, está presente en muchas otras personas del lugar. «Además siguen pagando el alquiler y no deja que venga la competencia». Rodríguez sin embargo, y pese a reconocer que habrá mucho menos paso de gente, añade que prevé aumentar sus ventas. «Seguramente sea positivo para mí a largo plazo, si a usted le apetecen unas pipas ahora, pues vendrá aquí, antes no».

En ese momento, el bebé empieza a llorar y Monchi Marín bromea entre risas: «Mira, llora por el Mercadona».