ARTE

Tesoros cordobeses en el Museo del Louvre

Descubre en el seno de este afamado museo parisino una parte oculta de la historia de la Córdoba musulmana, cuando era un gran Califato que asombró al mundo entero

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photo_camera Cofre originario de Medina Azahara de año 966.

El museo parisino del Louvre está reconocido como una de las mejores, si no la mejor, galerías de toda Europa, tanto por la calidad de sus piezas, como la distribución de aquel inmenso espacio y también por la cantidad de obras de arte que guarda en su interior. Varias de ellas sorprenden por su procedencia, aunque no por su origen. Son las piezas de la Sala de Arte del Islam, unas 3.000 de todos los tamaños distribuidas sobre 4.600 metros cuadrados totalmente diáfanos abiertos en 2012.

El por entonces director del Museo, Henri Loyrette, la calificó como una de las mejores del mundo por la diversidad geográfica de las obras, por el periodo histórico que se cubre allí y por la multiplicidad de materiales y técnicas representadas, y recalcó, al mismo tiempo, que con esta aportación el Louvre trataba de ser acorde a su vocación universal y daba pie a recordar al mundo la aportación esencial de las civilizaciones del Islam  a la cultura mundial.

vasija defEn este sentido, el Califato Omeya de Córdoba (del 756 al 1031) fue fundamental para la expansión de las artes y las letras al resto de Europa, con una ciudad en la que, según aseguran los expertos, llegó a tener en el Siglo X cerca de un millón de habitantes, contó con el primer sistema del mundo de alumbrado público y la biblioteca terminada por Al-Hakem II llegó a contabilizar en su seno hasta 400.000 volúmenes.

Y una mínima parte de ese esplendor tiene su reflejo en esa sala del Museo del Louvre. Quizá la pieza más exquisita de las allí expuestas que tiene origen cordobés es el Píxide de al-Mughira, datada en el año 968, y que se trata de una gran caja de marfil magníficamente labrada perteneciente al hijo menor de Abderramán III y localizada en la Ciudad Palatina de Medina Azahara.

Muestra escenas de gente (se han contabilizado 69 personajes) recogiendo dátiles y huevos de halcón y se supone que son imágenes para aludir a la rama omeya, puesto que la palmera era el símbolo de esta expulsada dinastía, mientras que el primero de ellos que llegó hasta Córdoba, Abderramán I, era conocido por los sobrenombres de “al-Dakhil” (El Inmigrante) y “Saqr Quraish” (El Halcón de los Quraysh o El Halcón de al-Andalus).

Hay, igualmente, otras dos cajas elaboradas en marfil y plata, procedentes del Museo de Artes Decorativas de París, y que se comenzaron a elaborar en Córdoba en el año 966, aunque los trabajos se remataron en Cuenca cuando el Califato cordobés desapareció. Según reza la leyenda que alude a estas dos preciosas piezas, los talleres califales realizaron auténticas obras de arte para la familia reinante, pero también se elaboraban algunas para personas anónimas, aunque ricas.

También claramente cordobeses son dos capiteles “de avispero” idénticos a los localizados en Medina Azahara, así como un tercero de tipo corintio y cuya procedencia se indica también en la ciudad palatina cordobesa.

De lo que no se está tan seguro, de ahí que se indique “probablemente procedente de Córdoba”, es un excelente aguamanil de bronce fundido con forma de pavo real fechado en el siglo X y que también muestra todas las trazas de haber ornado alguna de las salas de la ciudad palatina.