Cultura y espectáculos

El genio de Lucky Peterson llena de sorpresas La Axerquía

Su concierto no defraudó y sirvió para dar a conocer en la capital califal otro gigante de la Guitarra: Shawn Kellerman

El Festival de la Guitarra de Córdoba sirve también para descubrir 'nuevos' talentos que quizá acaben saliendo ranas, pero que ahí están asomando la cabeza para que les sea coronada y tengan ellos mismos la oportunidad de regresar a los escenarios cordobeses en solitario o como líderes de sus propias bandas. Hace nueve años fue Charles Berry Jr., el hijo del infinito Chuck, que demostró con pasión y 70 dedos en cada mano que por sus venas corría la misma sangre que el de Misuri, aunque no se ha vuelto a oír hablar de él, o quizá el que suscribe se ha quedado demasiado sordo.

Ayer estuvo sobre el mismo escenario que el anterior otro auténtico 'slowhand' man de las seis cuerdas, de ésos que necesitarían dos brazos más para estrujar el instrumento hasta agotarle todo el jugo posible. Se llama Shawn Kellerman y quizá no se le haya reconocido porque el 'look' que lució en Córdoba (parecía haber brotado de entre las raíces hundidas de un sauce en el seno del Mississippi) dista mucho del habitual, pero su estilo es de los que dejan huella y le sirvió para calentar motores al 'boss' del Blues antes de su aparición en escena.

Dicen de él que es el "guitarrista de blues más difícil de tocar" de la escena actual, y en opinión de este humilde amante del género eso es quedarse muy corto. Que, por favor, alguien le fiche para los 40 años del Festival cordobés.

En cuanto a Lucky Peterson, los más veteranos del lugar rememoran de él que en el siglo pasado abrió las puertas del Alcázar donde estaba tocando para cortar el tráfico de una de las principales avenidas de la ciudad con su Gibson inalámbrica. Evidentemente, repitió en el Festival en 2005, y gratis, con un concierto en La Corredera, y ha vuelto de nuevo a La Axerquía, que en su primera ocasión todavía estaba ejecutándose en una de sus fases.

Pero no defraudó al escaso público que acudió a disfrutar de su arte y que sabían muy bien a qué venían. Ya lo decía un escandalizado hombre a las puertas del teatro: "¿Cómo puede haber tan poca entrada para ver a un monstruo como éste?", y como buen 'monstruo' que es al señor Peterson le resbaló, bien por profesionalidad o bien por indiferencia, la cantidad de cabezas que los focos desvelaban y se lanzó de forma ilógica con un auténtico 'bis' a abrir el concierto, esa versión tan propia y particular del 'Funky Broadway' de eterno Pickett, a modo de declaración de intenciones para esa noche.

El dios vivo del Blues es, a su vez, humilde y dejó a la banda recrearse en la música de una formación clásica, mientras él acariciaba las teclas de su Hammond para arrancarle ese sonido característico de música religiosa con una duchita de fango para hacerla renacer en formato Soul, Funk, Blues o R&B. Temas de ésos inagotables, como el clasicazo 'Georgia' de Hoagy Carmichael, que se prolongan con infinitas notas en la noche que se antojó calurosa.

Pero, amigos, le tocó el turno a él mismo de coger su seis cuerdas para volver a hacer de las suyas. Con un Kellerman cediéndole protagonismo (ya le llegará a él su turno) Peterson se bajó del escenario para adentrarse entre el público e interpretar allí un par de canciones (fundidas en una). Voz para la intimidad de los extasiados que le rodeaban con los ojos como platos y las bocas abiertas, y una guitarra que elevó la voz hasta envolver el teatro en su totalidad.

Pero no hubo bises. Cortó cuando el concierto llegó a su fin. Se le pidió más, pero con timidez. Alguien me respondió a mis particulares quejas que habían pasado casi dos horas desde el inicio. Culpa mía. Me supieron a poco.