Opinión

¡¡¡Unidad!!!

Con este grito, se despedía Vistalegre II, la asamblea donde se materializó la defunción de aquel Podemos transgresor y necesario. El emisor, un colectivo ya dividido, gritaba con unanimidad y por separado a las dos personas que, entonces, acabaron por poner cara a una división atisbada ya en Vistalegre I. ─¡Unidad!─  se gritaban los unos a los otros desde un lado a otro de la zanja que, por entonces, ya comenzaba a abrirse.

Desde ese momento que, tal vez, se pudo vivir con una alegría matizada por un halo de tristeza, por el miedo a lo que pudiera acontecer, a lo que acabó aconteciendo, la sangría del proyecto originario no ha dejado de producirse, una sangría con decenas de nombres propios: Bescansa, Pascual, Errejón…, y miles de nombres comunes que buscaron su lugar en otros proyectos, junto a otras muchas mujeres y hombres que se sintieron desafectos y defraudados del proceso vivido.

De aquellos barros a estos lodos, cuando se pueden observar con cansancio y tristeza los improperios, los insultos en redes que destierran cualquier atisbo de diálogo racional entre un lado de la zanja y el otro, cuando la palabra más utilizada, fruto de análisis simplistas, infantiles e intestinales, es 'traidor'.

En este estado, cabe preguntarse por la ausencia de un pensamiento que, lejos del insulto fácil indagara en las causas, no en los culpables, de que un proyecto colectivo, un sueño tan poderoso se deteriorara con tanta rapidez. Esta ausencia temporal de proyecto colectivo vemos que ha dado a luz una nueva idea, una nueva ilusión que nos moviliza que se ha denominado Sumar y en la que se pretende organizar todos los ciudadanos y ciudadanas que saben que la política es la única herramienta de la gente para transformar la realidad hacia una sociedad más equitativa, más feminista, más sostenible ambientalmente, Integrando en este proyecto a toda  la izquierda transformadora. 

Como se atisbara en aquel ambiente enrarecido de Vistalegre II, el grito no ha dejado de crecer en los años siguientes: 'Traidores' siguen gritando los unos, vencedores del cónclave, a los que abandonaron la nave nodriza para navegar con otras; 'traidores' contestan los otros, perdedores del cónclave, a los que, según ellos, habían traicionado la idea inicial del proyecto. Así, hasta cuándo vamos a seguir dividiéndonos en distintos partidos con el mismo objetivo.

La comunicación, incluso entre las personas que creen beber de la misma fuente, el intercambio verdadero, profundo, constructivo necesita de la empatía, sin ella, el tránsito hacia la sordera, la palabra vacía o la descalificación está servido. Nuestra vida democrática y la actividad política arrastran demasiadas heridas, pero la ciudadanía quiere la construcción de una  herramienta transformadora al servicio del país y que ensanche la democracia, y que abra la participación ciudadana.

Todo es grito, se grita UNIDAD, como un arma arrojadiza, sin detenerse a pensar que esos tres fonemas han quedado vaciados de cualquier sentido: UNIDAD es hoy una interjección, un desahogo, un estado de ánimo, algo muy alejado de cualquier pensamiento racional. En el colmo del absurdo, gritan UNIDAD, los que creen y los que no creen en ella. Porque, dejemos las cosas claras desde el inicio, la UNIDAD, la de verdad, jamás puede ser sinónimo de 'uniformidad', sencillamente porque la UNIDAD, no se impone, se construye entre todas, pero desde la pluralidad, esa es la dificultad y esa es la pasión, el reto, la utopía, quizás, pero lo que provoca que realmente avancemos.

¿UNIDAD en qué? Si es de siglas exclusivamente, será de plástico, artificiosa, sin raíces, una alianza de conveniencias donde, difícilmente germinará la Unión por el proyecto colectivo. Si es en los objetivos, en los contenidos comunes, si, realmente, es esto lo que interesa, las siglas y todo lo que de artificioso que hay detrás de ellas debe quedar oscurecido, será entonces cuando la comunicación significativa, constructiva, fluya; cuando la pluralidad de metodologías, la diversidad de formas de avanzar, los diferentes  modos de hacer dejará de ser un problema para convertirse en un instrumento rico y poderoso de transformación social.

¿UNIDAD para qué? Si es para optimizar los resultados en unos comicios electorales, cuestionemos el deseado resultado, porque, en política, como en cualquier ámbito que tenga que ver con lo humano, dos más dos no tienen por qué ser cuatro. Ejemplos hay.  La respuesta adecuada a esta segunda pregunta está condicionada por la primera. En muchas ocasiones la priorización de las siglas (aparatos, puestos, intereses de partido) lleva a la resta y no a la suma. Cuando se hace desde la priorización de los contenidos, de los objetivos, del bien de los comunes, se buscará siempre la Suma, aunque ésta, a veces, no conlleve la unidad de las siglas, dependerá de los territorios, de la configuración social de los mismos, de la ley electoral…

En este contexto, con estas circunstancias, se anuncia el nacimiento del proyecto de Yolanda Díaz, un proyecto que (nos) ilusiona porque recoge mucho de lo aprendido, para bien o para mal, desde la irrupción del 15M. Nace con un tono sosegado, huyendo del grito, intentando dejar las siglas en un segundo plano –sin obviarlas– e intentando devolver a la ciudadanía la ilusión por recuperar la política, otorgándole su más protagonismo. Me pregunto si no es esto recuperar la esencia trasformadora del 15 M.

Y lo hace con dos soportes, dos columnas que deben soportar el edificio en construcción: la lucha contra el cambio climático y el feminismo, la revolución pendiente que debe erradicar progresivamente los valores que describen al patriarcado. Y lo hace una mujer que nos muestra sus miedos, sus dudas, sus convicciones y su fortaleza, la que nace de su creencia infinita en el diálogo con el otro, con el de pensamiento distinto, para construir UNIDAD en la diversidad, y no uniformidad.

Éste es el reto que nos lanza. En nuestras manos está dejar de gritar y sentarnos a dialogar del bien común, de nosotros, de los contenidos que lo materializan, a recordar juntos todo lo andado, a imaginar UNIDOS, desde nuestras diferencias, todo lo que nos queda por andar.

Sumar quiere organizar la esperanza para que el nuevo país se abra paso. Podemos ser un país con trabajo decente y mayor igualdad, líder en una transición ecológica justa y vanguardia feminista y del conjunto de derechos y libertades. Podemos ser un país del cual estar orgullosos.

Miguel Navazo Suela.

Juan Jurado Martínez.