Opinión

Perche la minesstra si fredda

Charles Nicholl comienza su libro sobre Leonardo da Vinci, 'Leonardo. El vuelo de la Mente' (Taurus, 2005), con un párrafo en el que describe lo plasmado por Leonardo en uno de sus escritos especulares conservados en la British Library de Londres. Escrito un año antes de su muerte en 1519, Leonardo, tras algunas indicaciones sobre geometría acaba el escrito con un etcétera y la frase "Perche la minesstra si fredda" (Porque la sopa se enfría). Interesante forma de acabar lo que podría ser una tarde de reflexión y pensamientos sobre geometría o cualquier otra invención del genio de Vinci.

Desde que cursaba la EGB he tenido dos épocas históricas preferidas: El Renacimiento y la segunda mitad del siglo XIX, con el Impresionismo. Todo ello especialmente por el arte y poco por lo acontecido a su alrededor. En ambos casos mi mayor interés es por la forma en la que el arte rompe con lo anterior abriendo nuevas formas de ver el mundo.

Pese a estos momentos en los que el ser humano desarrolló toda su capacidad para mejorar, embellecer, ver el mundo de otra manera, buscar formas de mejorar, todo se ve embarrado por la constante lucha entre pueblos, países, imperios que ha llevado a la muerte y la destrucción de civilizaciones enteras una y otra y otra vez. 

Veneración de la barbarie 

Como turistas plasmamos en nuestros dispositivos las imágenes de monumentos en múltiples sitios tal vez sin atender muy bien lo que éstos representan. Por ejemplo, en el monumento que aquí les muestro, fácilmente reconocible, se loan las hazañas de Napoleón I Bonaparte en sus múltiples campañas por toda Europa, España incluida. Es curioso que los Campos Elíseos, cuyo nombre viene a significar el paraíso para los griegos antiguos, esté franqueado por una enorme puerta para rememorar batallas y el Obelisco de Luxor de la Plaza de la Concordia, que se erigió a mayor gloria de Ramsés II. Este faraón egipcio llenó Egipto de grandes monumentos en los que aparece en carro de guerra llevando en su mano la cabeza de sus enemigos hititas tras la gran Batalla de Qadesh.

Arco de Triunfo en París
Arco de Triunfo en París

Si paseamos por cualquier ciudad de cualquier país vemos en lugares preeminentes a grandes hombres (son siempre hombres) que hicieron grandes gestas en grandes batallas. L’Arc du Triomphe de París venera muchos años de campaña bélica en la que los campos de Europa se vieron regados con la sangre de miles de personas que no tenían nada que ver con los tejemanejes de gobiernos que se coaligaban una vez para un lado y otra vez para otro, según conveniencias geopolíticas de la época. Fueron siete las Guerras Napoleónicas que transcurrieron a principios del XIX que llenaron de sangre los campos de toda Europa. 

Podemos ver ese tipo de arco de la victoria en múltiples lugares de Europa o monumentos similares que loan las hazañas bélicas de aguerridos emperadores, reyes, generales que defendieron a su país o atacaron al enemigo porque les interesaba. Pero ¿de verdad debemos alabar esos hechos o deberíamos aprender a no repetirlos nunca más? 

Creo sinceramente que hemos equivocado la forma de enseñar la Historia y no deberíamos ensalzar la barbarie, la conquista por la fuerza y la guerra. Deberíamos centrarnos en los avances de la humanidad y los héroes y heroínas que sí que han conseguido gestas importantes que han mejorado la vida de todos a lo largo de la historia. En nuestra propia ciudad, Córdoba, tenemos a un épico general en la plaza principal, Las Tendillas, mientras que filósofos, médicos, científicos quedan relegados a pequeños huecos en otras localizaciones. 

¿Por qué no hacer un gran monumento a la concordia y a los avances científicos que se gestaron en nuestra ciudad en lugar de mostrar la fuerza de generales que posiblemente no desenvainaran ni una vez su espada? No se nos olvide que muchos grandes de España lo han sido gracias a las tierras conseguidas con la muerte en campos de batalla de campesinos, siervos o mercenarios que morían o mataban mientras que la nobleza miraba desde lejos. No veo yo a tanto predecesor de la aristocracia del papel cuché de ahora desenvainando espadas en campos embarrados con la sangre de los contendientes. Si hubiese sido así, muchos habrían muerto en esos mismos campos de batalla y no parece que sea el caso. No, ni por asomo. 

Contar de otra forma la Historia 

Mientras nuestros políticos se enfrentan acaloradamente por si tal hecho se debe contar de tal o cual manera en los libros de texto de nuestros hijos en un empeño de manipular la Historia a conveniencia de la ideología, yo propondría otra forma de contar esa Historia. En lugar de centrarnos tanto en invasiones, batallas, guerras, conquistas, represalias, represiones, peleas y más peleas que llenan todos los libros de texto yo propondría que se contara la historia por los avances científicos y técnicos que nos han traído hasta aquí. 

Sería conveniente contar cómo los científicos de la antigüedad fueron mejorando los cultivos y la ganadería para llevarnos a la civilización. Cómo los avances tecnológicos consiguieron que construcciones como las Pirámides fueran erigidas hace miles de años. Cómo los egipcios conseguían embalsamar los cuerpos y el sentido que tenía para ellos. 

Podríamos tratar de hablar menos de las conquistas de los Aqueos y la guerra de Troya y más de los científicos y filósofos griegos que intentaron entender al ser humano y la naturaleza a su alrededor. Científicos que hace miles de años consiguieron entender por qué los barcos flotan y que la Tierra es esférica. Científicos que sentaron las bases de gran parte del conocimiento actual. 

También se podría enseñar cómo la ciencia tuvo que luchar contra el poder político y eclesiástico para abrirse paso con las evidencias y la verdad para demostrar que la Tierra giraba alrededor del Sol o que la sangre fluye por las venas y arterias. O cómo los médicos tuvieron que luchar y arriesgar su vida para poder entender cómo funcionaba el ser humano y poder tratar sus enfermedades, pese a las prohibiciones absurdas basadas en la superchería y en una mala interpretación de los deseos de la deidad. O incluso cómo se llegó a comprender la fuerza que hace que las especies evolucionen

Miles y miles de historias de avance en el conocimiento sobre nosotros, biología, matemáticas, física, química, astronomía, etc., que nos han traído hasta este momento. Historias en las que hombres y mujeres aportaron un grano más para entender la realidad en la que vivimos. Miles y miles de historias no basadas en las luchas políticas, geopolíticas o de poder del club de los reyes y aristócratas emparentados entre sí que tanta destrucción han traído al mundo. 

Tal vez si lo épico fuera el tesón, el trabajo arduo y constante para conseguir avances y mejoras en lugar del enfrentamiento lo mismo evitaríamos situaciones como las que ahora sufrimos cerca de nosotros y que recuerdan tiempos pasados que no deberían volver. 

Les recomiendo leer el libro 'Nunca', de Ken Follet y, si no lo han leído aún, 'La caída de los gigantes', del mismo autor. El paralelismo entre las situaciones que relatan ambos libros, la futura y posible del primero y la histórica del segundo, dan miedo. No les cuento más. 

Imaginen por un momento que lo narrado en la película 'Oppenheimer', actualmente en cartelera, no fuera la historia de cómo se llegó a construir una bomba atómica, sino cómo se llegó a obtener energía a partir de la fuerza de los átomos. Si no se hubieran construido las bombas, pero sí reactores para obtener energía que no dependiera de los combustibles fósiles, lo mismo ahora mismo estaríamos en una situación en la que la energía atómica se aceptaría mejor y habría contribuido a reducir la emisión de CO2. Incluso, tal vez habríamos obtenido más avances en otros campos pero, como siempre, la barbarie se impuso a la razón, porque antes de la bomba, la II Guerra Mundial estaba llenando los campos del mundo de sangre de gente que poco entendía de geopolítica y de poder. 

Si enseñásemos desde la razón y no desde lo épico, lo mismo nuestros dirigentes serían más razonables y tenderían menos a utilizar la fuerza bruta. Pero mucho me temo que es pedir demasiado. Hace falta una gran revolución para cambiar el pensamiento global de una manera tan drástica. Mucho me temo que el lenguaje político actual y las tensiones internacionales nos están llevando a otra situación irracional en la que unos pocos nos conducen al desastre.

Espero equivocarme, pero en este mundo actual ya no hay paciencia para pararse a tomar la sopa antes de que se enfríe y pensar en lo positivo antes que en lo que nos lleva al abismo.