Opinión

¿Nos tendremos que vacunar contra la COVID-19 de nuevo?

Muchas personas se preguntan si habrá que vacunarse de nuevo contra la COVID-19 cada año, cuando se prevea que lleguen las olas, tal y como ocurre con la gripe. Y la respuesta es simple, y ya dada por el propio Gobierno, sólo en los casos en los que sea necesario. Es decir, las vacunas serán recomendables (recuerden que aquí no se obliga a nadie) sólo para esas personas que presenten características tales como sufrir un sistema inmunitario debilitado o con riesgo alto de contagio. 

Estas personas son las personas mayores, que sufren inmunosenescencia y personas cuyas enfermedades o tratamientos hagan que el sistema inmunitario responda de una manera desequilibrada y pierda eficiencia. Y también las personas que trabajen directamente con personas contagiadas o sospechosas de haberse contagiado.

Voy a intentar explicar las razones de esta necesidad y de por qué no se va a recomendar a todos nosotros. Es muy simple, tras tres años de pandemia ya deberíamos haber entendido algo sobre cómo funciona el sistema inmunitario. 

Virus con alta capacidad de mutación y de adaptación 

Aunque ya no esté de moda hablar de ello en las televisiones, el Coronavirus ha seguido evolucionando como lo hacen los virus y ha ganado eficiencia a la hora de infectar. La variante Ómicron ha seguido cambiando y ahora tenemos diferentes versiones, cada cual con mayor capacidad infectiva que el virus que desencadenó los confinamientos de 2020.

Esto no es para nada raro en los virus de ARN que, además, suelen tener la especial capacidad de sufrir recombinaciones (intercambios de trozos de genoma de unos con otros) con facilidad. Su capacidad de proliferación junto con la mayor cantidad de errores a la hora de copiar su genoma permite que en poco tiempo los viriones vayan presentando características diferentes, especialmente en las proteínas que interaccionan con las células a las que van a infectar, y se impongan aquellos más eficaces en tal menester. 

De hecho, esta característica no es única de los coronavirus sino de todos los virus cuyo genoma está formado por ARN tal y como ya describió Edward C. Holmes, de la Universidad de Sydney, en su libro 'The evolution and emergence of RNA viruses' (Oxford University Press; 2009). Holmes intervino activamente en la secuenciación del SARS-CoV-2 unos días después de que los científicos comenzaran a trabajar sobre un nuevo virus que no se parecía a lo que ya se conocía. Allá por el 11 de enero de 2020 Holmes, en colaboración con Andrew Rambaut de la Universidad de Edimburgo, publicaron las secuencias obtenidas por Yong-Zhen Zhang de la Universidad Fudan de Shanghai en una base de datos llamada Virological.org con el nombre de 'Novel 2019 coronavirus genomes'.

Por cierto, esta información sería interesante para todos aquéllos que aún persisten en decir que el virus no fue secuenciado, ni aislado, ni observado. Todo lo contrario, amigos, la ciencia se puso manos a la obra desde que se detectó algo extraño, ya está bien de engañar a la gente.  

Tal y como cuenta el excelente divulgador, David Quammen en su libro 'Sin aliento: La carrera científica para derrotar a un virus mortal' (Debate; 2023), los científicos ya estaban sobre la pista del nuevo virus cuando los gobiernos todavía andaban en la inopia intentando entender qué estaba pasando. Y lo malo es que las señales y las advertencias previas con el SARS-CoV de 2003 y el MERS de 2012, no fueron entendidas hasta que no fue demasiado tarde. 

Vacunas fácilmente modificables 

Afortunadamente para una humanidad con más de 8.000 millones de personas, la ciencia también había hecho sus deberes y había avanzado a partir de los años 60 en un nuevo concepto de vacuna basado en la inserción de ARNm seleccionado a voluntad para activar al sistema inmunitario. Gracias a ella se ha conseguido reducir enormemente la mortandad generada por este nuevo virus.

Por mucho que aún haya grupos de negacionistas que se empeñen en negarlo, el uso del ARNm con este fin, el de activar al sistema inmunitario contra antígenos presentes en organismos patógenos, constituye una vacuna. Se activa a las células de este sistema para que aprendan y detecten con más rapidez y eficacia estos antígenos cuando llegue el patógeno. Así funcionan las vacunas con independencia de la manera que este sistema inmunitario sea activado. 

La gran ventaja de las vacunas de ARNm es que son fácilmente modificables y con adaptar el ARNm a las modificaciones del gen para la proteína S del virus se consigue informar al sistema inmunitario contra las nuevas variantes. De hecho, la Agencia Europea del Medicamento (EMA por su nombre en inglés) acaba de recomendar que se aprueben las vacunas de Pfizer adaptadas a las nuevas variantes de ómicron.  

Con estas nuevas vacunas se podrá reforzar el sistema inmunitario de las personas que lo necesiten, aunque no serán necesarias para toda la población. 

Reforzar la inmunidad de las personas que lo necesiten 

Podríamos considerar que sólo dos sistemas en nuestro organismo aprenden, el sistema nervioso y el inmunitario. Ambos aprenden de la experiencia. El nervioso aprende de la información que recibimos por nuestros sentidos y de nuestras vivencias. El sistema inmunitario aprende de las interacciones con las estructuras moleculares presentes en los patógenos y que llamamos antígenos. 

En ambos sistemas el refuerzo de vivencias potencia la memoria. Cuanto más recordamos algo que nos ha ocurrido en nuestra vida, o un gesto, una actividad, o un recuerdo, más se potencia el circuito neuronal que contiene ese conocimiento, recuerdo o capacidad. En el sistema inmunitario, cuantas más veces las células interaccionan con los antígenos, más memoria inmunitaria se genera en forma de linfocitos memoria prestos a responder en la siguiente ocasión. 

Pero ambos sistemas también pueden perder capacidad bien con la edad o por accidente o enfermedad. Esta pérdida de funcionalidad en el sistema inmunitario provoca que éste sea menos eficiente contra patógenos anteriores pero también más lento contra patógenos nuevos. Y no es tan inhabitual, suele ocurrir con gran frecuencia en personas mayores en un proceso que conocemos como inmunosenescencia

En biología casi nada responde a un sistema de todo o nada, más bien hay un enorme rango de respuestas frente a los estímulos. Las personas mayores con mucha probabilidad presentan algún grado de inmunosenescencia y personas tratadas contra el cáncer o que sufren alguna enfermedad relacionada con el sistema inmunitario lo que las hace más vulnerables a las infecciones víricas, bacterianas o parasitarias en general. 

Sabemos que las enfermedades respiratorias presentan olas de contagio, de hecho, la OMS acaba de advertir de una nueva ola de contagios generada por la variante Eris del Coronavirus. Las olas de gripe normalmente suelen ocurrir entre diciembre y enero por lo que las campañas de vacunación suelen iniciarse antes de esos meses en previsión del inicio de la ola de contagios. Sin embargo, las de Coronavirus no siguen ese patrón, por lo que hay que estar más vigilante y seguir los casos graves como ya ha ocurrido en algunos hospitales españoles.

¿Pero por qué es prioritario vacunar a las personas que tienen un sistema inmunitario más débil? Si tenemos en cuenta que el sistema inmunitario necesita de un tiempo para responder a la invasión de los patógenos y que en las personas con un sistema debilitado este tiempo es mayor, lo razonable es hacer que esas personas ya tengan al sistema preparado antes de que llegue el patógeno. De esta forma se consigue que las células encargadas de defenderlas del patógeno ya estén esperándolo y no tenga que pasar tiempo para que se activen. 

El resto de personas, con un sistema inmunitario normal, responderán rápidamente al patógeno por lo que éste no producirá síntomas o éstos serán leves mientras que si tuvieran un sistema debilitado ese tiempo podría desencadenar síntomas mortales. Por eso las dosis de refuerzo van dirigidas a una población determinada y no son necesarias para todos los demás.

La prevención sigue siendo el arma más poderosa 

Con todo, la prevención sigue siendo el arma más poderosa para defendernos de un virus respiratorio como este. Evitar contagiarse y, esencialmente, contagiar a otros es esencial para reducir la incidencia y que los sistemas sanitarios se vean saturados con casos graves o mortales. 

Me van a permitir que insista pero ya sabemos los síntomas. Así que, si de buenas a primeras comenzamos a sentir síntomas de irritación de garganta, con bastante picor, algo de febrícula y tos incontrolable, tomen medidas. Estas medidas son simples: 

1.- Eviten contagiar a otros poniéndose mascarilla para no diseminar aquello que tengan. Si pueden no ir al trabajo, inténtenlo y que los jefes entiendan que es mejor un trabajador con síntomas en casa que toda la plantilla enferma. 

2.- No vayan a visitar a nadie y menos aún si es una persona mayor. Ya sea Coronavirus, gripe o infección bacteriana o cualquier otra cosa, las personas mayores no pueden defenderse igual de los patógenos que nosotros, así que nada de ir a toserle encima a los abuelos. Eso puede matarlos. 

3.- Vayan al médico y tomen las medicinas. En la mayor parte de la población los síntomas remitirán en pocos días y podremos volver a hacer una vida normal, guardando un poco de cuidado por si acaso, pero es mejor tomar los medicamentos para que todo remita.

4.- Si los síntomas no remiten y son cada vez más intensos vayan al hospital. Esta infección avisa poco y pasa de una molestia a un gran problema en poco tiempo. Mejor pasarse que no llegar. 

El virus ya está entre nosotros y no se va a ir, debemos aprender a vivir con él.