Opinión

Combersasionê con Siserón, dêdde el mâh ayá X: De cuando lô sindicatô eran de berdá

No son igualê, Siserón, lô sindicatô no son como lô de antê. Si Marselino Camaxo o Guenabentura Durruti lebantaran la cabesa pa bêh cómo êttá oy er panorama sindicâh, seguramente caerían en una profunda depresión.

(No son iguales, Cicerón, los sindicatos no son como los de antes. Si Marcelino Camacho o Buenaventura Durruti levantaran la cabeza para ver cómo está hoy el panorama sindical, seguramente caerían en una profunda depresión).

Qué a pasao con aqueyô sindicatô que ponían a la hente en la caye pa reclamâh lô derexô de lô trabahadorê de êtte paîh. Esô líderê que ponían a la hente en pie de gerra.

(Qué ha pasado con aquellos sindicatos que ponían a la gente en la calle para reclamar los derechos de los trabajadores de este país. Esos líderes que ponían a la gente en pie de guerra).

Tú, mi querío Siserón, que erê el único que puedê ablâh con eyô, dile que lô examô de menô. Eyô si eran sindicalîttâ de berdá. Y cómo orbidâh a Nicolâh Redondo, que a sû 94 añô sige ayudando ar Padre Anhêh en sû desayunô sosialê.

(Tú, mi querido Cicerón, que eres el único que puedes hablar con ellos, dile que los echamos de menos. Ellos si eran sindicalistas de verdad. Y cómo olvidar a Nicolás Redondo, que a sus 94 años sigue ayudando al Padre Angel en sus desayunos sociales).

Mi querío Siserón, ay que desîl-le a la hente de îqquierdâ de êtte paîh que lô sindicatô son impressindiblê pa lô trabahadorê, pero sindicatô de berdá. Lô sindicatô que comen der pesebre del Êttao no sirben pa ná, ¿cuándo se a bîtto ar perro mordêh la mano del amo que le da de comêh?

(Mi querido Cicerón, hay que decirle a la gente de izquierdas de este país que los sindicatos son imprescindibles para los trabajadores, pero sindicatos de verdad. Los sindicatos que  comen del pesebre del Estado no sirven para nada, ¿cuándo se ha visto al perro morder la mano del amo que le da de comer?)

Siserón, yo no sé si tú lo berâh iguâh dêdde er mâh ayá, yo lo beo negro, mu negro. Si lô sindicatô no ponen ar trabahadôh donde tiene que êttâh, que sin lugâh a dudâ êh la caye, êtto no tendrá arreglo.

(Cicerón, yo no sé si tú lo verás igual desde el más allá, yo lo veo negro, muy negro. Si los sindicatos no ponen al trabajador donde tiene que estar, que sin lugar a dudas es la calle, esto no tendrá arreglo).

Lâ batayâ, mi querío amigo, no se ganan en lô dêppaxô, ni saliendo en lô diariô con frasê como "lô sindicatô piden o êssihen que se aga êtto o aqueyo". No mi querío Siserón, lâ batayâ se ganan en lâ cayê, como siempre, no ay otro camino ante êtte fassîmmo ransio que cá día nô come mâh terreno.

(Las batallas, mi querido amigo, no se ganan en los despachos, ni saliendo en los diarios con frases como "los sindicatos piden o exigen que se haga esto o aquello". No mi querido Cicerón, las batallas se ganan en las calles, como siempre, no hay otro camino ante este fascismo rancio que cada día nos come más terreno).

Ay que desîl-le a la hente de îqquierdâ que no se duerman, y aunque suene mu repetitibo, tienen que sabêh que sin unión no ay fuersa, que tenemô que êttâh uníô y en lâ cayê. Por eso lô sindicatô tienen que êttâh aí, donde siempre êttubieron y donde ase muxo tiempo que no êttán.

(Hay que decirle a la gente de izquierdas que no se duerman, y aunque suene muy repetitivo, tienen que saber que sin unión no hay fuerza, que tenemos que estar unidos y en las calles. Por eso los sindicatos tienen que estar ahí, donde siempre estuvieron y donde hace mucho tiempo que no están).

Mi querío Siserón, si te parese quedamô a mitá de camino entre mi tierra y tu gloria. Y como siempre, yo pondré lâ pipâ y tú er berdeho.

(Mi querido Cicerón, si te parece quedamos a mitad de camino entre mi tierra y tu gloria. Y como siempre, yo pondré las pipas y tú el verdejo).