ACTIVIDADES CULTURALES

Guadamecíes califales: sólo los encontrará en Córdoba

José Carlos Villarejo realiza guademecíes en la Casa Museo Ramón García Romero siguiendo fielmente las técnicas del siglo X, una especialización única en el mundo.

José C. Villarejo, director de la Casa Museo Ramón García Romero, trabajando en su taller
photo_camera José C. Villarejo, director de la Casa Museo Ramón García Romero, trabajando en su taller con un ferrete

Primero se coloca en la superficie un fragmento de piel de oveja. A continuación se platea. El papel de plata queda adherido mediante un ungüento. Luego se traslada el dibujo realizado colocándolo encima y presionando. Al quitar el papel el dibujo ya está calcado o fijado. Más tarde se empieza a pintar. Finalmente se ferretea, es decir, se marcan adornos con unos ferretes, instrumentos metálicos que cuentan en un extremo con un dibujo. Tienen diferente diámetro y su labor, además de decorativa, es la de dar relieve, puesto que la piel no se puja. Este es el proceso -resumido y en líneas muy generales- para hacer un guadamecí similar a los de estilo califal del siglo X. Tales pasos que escritos ha ocupado unas cuantas líneas, en la realidad se traducen a veces en un trabajo de... un año entero Y hablamos de un año trabajando a diario en ese guadamecí (con los necesarios tiempos de espera según las etapas). Guadamecíes de tamaño muy pequeño pueden suponer ya una labor de dos o tres meses. Diríamos popularmente que se trata de un trabajo de chinos, pero más bien habría que decir de hispanoárabes.

A esta artesanía para la que se requiere paciencia infinita se dedica desde hace año José Carlos Villarejo, director de la Casa Musero Ramón García Romero, también conocido como Museo Arte sobre Piel. Está situado en la Plaza Agrupación de Cofradías y esta misma semana iniciaba una nueva etapa en la que va a potenciar su presencia entre los cordobeses mediante la organización de visitas escolares y diversas actividades de divulgación, como la edición de un libro en conmemoración de su décimo aniversario o, y esto aún se mantiene en secreto, la puesta en marcha de una novedosa técnica del guadamecí. El museo también incrementará su presencia en actos relacionados con el Turismo.

Pero hay que hablar de la figura de Ramón García Romero, fallecido en el 2013 y tío de José, que se puede considerar discípulo de ese maestro, que a su vez fue discípulo de otro nombre más que conocido en Córdoba, Rafael Bernier, profesor de la Escuela de Artes y Oficios, donde estudió Ramón García. Bernier le ofreció un puesto en su taller, donde se inicia en el trabajo con el cuero. Entonces, como cuenta José Carlos Villarejo, las técnicas con el cuero eran un conocimiento perdido. Los datos fundamentales procedían de los siglos XV y XVI, pero de las labores anteriores poco o nada se sabía. Ramón García también comienza a interesarse y trabajar con guadamecíes y pergaminos de piel de cordero, que se emplean sobre todo como regalos protocolarios con decoración de caligrafía.

Al fallecer el maestro Bernier, Ramón García, que se había casado con la hija de aquel, se da cuenta de que hay una escasísima información documental sobre la época califal. Empieza a recopilar textos, a aprender de forma obsesiva sobre todo lo concerniente a aquella época y a especializarse en las llamadas artes suntuarias. El resultado son 50 años de recuperación bibliográfica. Viaja por multitud de lugares para alcanzar el mayor conocimiento posible en el caso de los guadamecíes acerca de fórmulas, técnicas o tipos de pieles. Llega a estar incluso tres días alojado en La Alhambra por este motivo o mantiene estancias en diversos monasterios. Finalmente logra recuperar un arte perdido, el del guadamecí elaborado con técnicas puramente califales. Paso a paso, algo de lo que apenas queda rastro en el mundo salvando este pequeño museo cordobés. La reconquista había acabado con todo ese bagaje cultural hasta que este artesano e investigador lo trae de vuelta gracias a una labor de décadas.

«No hay pieles decoradas de la época califal, salvo alguna para que sea estudiada por los investigadores, pero sin rastro ya de aquella decoración», explica Villarejo. Por lo que si queremos saber como fueron los guadamecíes de entonces tenemos que pasar por esta casa-museo. «Guadamecíes se pueden hacer en muchos sitios, de maneras muy diversas, pero sólo aquí contamos con lo que se puede considerar una especialización que no se ofrece en otra parte».

José C. Villarejo, director de la Casa Musero Ramón García Romero

¿Cuáles eran las diferencias entre el guadamecí califal y el resto el mundo árabe entonces? «El guadamecí en la mayoría del mundo árabe era mucho más sencillo. En Córdoba llega a un nivel de riqueza y complejidad infinitamente mayor en todos los aspectos, hasta el punto de que la ciudad se convierte en la principal exportadora de guadamecíes».

Todos los guadamecíes del museo proceden de la labor artesana de Villarejo siguiendo las técnicas antiguas milimétricamente. «Sólo hay algunos elementos que nos hemos vistos obligados a actualizar, ya que hay pigmentos que no existen o fases de curtición de la piel en desuso». Lo demás supone un trabajo que remite al siglo X de manera fiel.

Los principales enemigos del guadamecí son la luz del sol, que hace que se resienta la policromía, o los cambios de temperatura, que afectan a la piel. También la luz artificial incandescente, que además participa en ambos perjuicios. Por una parte el haz puede dañar la pintura y por otra contribuye a esos cambios en la temperatura. Pero en cualquier caso, con mínimos cuidados, los guadamecíes son artículos resistentes con mucho tiempo de duración. De hecho su caducidad, como indica el director del Museo, se establece en unos cuantos siglos.

Otro de los atractivos del lugar es su tienda, donde se pueden adquirir objetos como diminutos cordobanes, adornos pequeños de cuero o separadores de libros. O bien carísimos guadamecíes al alcance de pocos bolsillos. La particularidad vuelve a ser la misma. Todo está hecho por una sola persona, que suponemos dedica poco tiempo al sueño. Incluso bromea sobre esas ventas: «si se acaba un artículo en la tienda muchas veces tengo que decir que estará repuesto...dentro de varias semanas, o meses, porque tengo que volver a hacerlo».

El museo se puede visitar gratis, salvo la parte del taller, que cuenta con visitas previamente concertadas. El año pasado contó con 8.000 visitas, cifra respetable para un museo pequeño y especializado. Con las nuevas actividades casi con toda propabilidad las multiplicará este año.

Por último, no hay que confundir guadamecí y cordobán, como bien explican en el Museo Imaginado de Córdoba.