Opinión

Las tareas escolares son necesarias

Nadie nace sabido, todo lo tenemos que aprender. Estas dos frases tan simples son aceptadas por, yo diría, todo el mundo, o, al menos por casi todo el mundo. No obstante, parece que no tenemos muy claro lo que supone ese proceso de aprendizaje que hace que sepamos las cosas o que adquiramos habilidades por haberlas aprendido antes. Todo esto viene a cuento por el continuo run run que recae año tras año sobre las tareas escolares y su efecto sobre la vida de nuestros hijos y de la familia. El pasado miércoles me encontré con una noticia sobre una “huelga” de deberes promovida por la confederación de padres de la pública, CEAPA, al respecto de las tareas escolares. La convocatoria propone no hacer deberes en el fin de semana y en su lugar acudir a una charla sobre un tema de actualidad, visitar un museo, preparar una cena conjunta con los niños, practicar deporte o escribir una carta. La verdad es que me choca la convocatoria porque esas actividades se pueden hacer sin necesidad de dejar los deberes de lado. Yo he ido a museos con mis hijas, hemos cocinado y comido juntos, hemos ido a hacer deporte y hemos hecho cosas juntos sin que los libros queden relegados hasta el siguiente lunes. Hay tiempo para todo ello a no ser que en algunos centros se pasen y empantanen a los niños con tareas. Como nos enseñan las antiguas balanzas, en el punto medio está el equilibrio.

Lo curioso del caso es que todo esto es historia antigua. Cuando cursaba segundo del antiguo BUP, es decir, cuando tenía unos 16 años, se me invitó junto con una compañera, un profesor y un alumno del anterior EGB (hoy primaria) a una mesa redonda en el diario CORDOBA para hablar del asunto de las tareas. Curiosamente mi compañera defendía que no eran necesarias y yo defendía lo contrario. No, no estaba preparado, es que cada uno pensaba lo que pensaba. Lo curioso del caso es que desde esa reunión han pasado ya más de 30 años y seguimos con lo mismo: tareas sí o tareas no.

Yo sigo pensando lo mismo. Las tareas son necesarias. Cuando tenía 16 años no manejaba la información que ahora manejo pero ya sabía que con las tareas se reforzaba lo aprendido en clase. La labor de repetición, de leer, de hacer ejercicios hacía que nos fuese más fácil recordar después. Eso, que en ese momento no conocía, tiene un fundamento biológico: el cerebro crea recuerdos gracias a mecanismos de repetición. Es decir, nuestro aprendizaje se basa en la repetición y es esa repetición la que hace que nuestras neuronas fortalezcan los circuitos que se asocian a esos recuerdos. Porque aprender es crear memoria. Básicamente podemos crear dos tipos de memoria: a corto y a largo plazo. La memoria a corto plazo es la memoria inmediata, la que usamos en el momento, una memoria de trabajo; como si fuese la memoria RAM de un ordenador. Pero tiene una vida muy corta, y una vez pasado un tiempo se desvanece. La memoria a largo plazo es mucho más duradera, pero hay que trabajarla, hay que repetir para que se afiance y no vale con repetir tres veces lo que estamos estudiando en un momento dado sino que hay que hacerlo y mejor de diferentes formas y separadas en el tiempo. Es la memoria que queda afianzada y que podemos usar cuando volvamos a necesitarla. Sería nuestra memoria del disco duro.

Evidentemente la memoria a largo plazo debe ser trabajada. Y no implica solo a conocimientos, también implica habilidades y capacidades. Supongo que la mayoría de nosotros recordamos los primeros días de nuestras prácticas de conducción de coche. Todo eran problemas. El espejo, evitar el volantazo, saber qué pedal hacía qué cosa, poner el intermitente, cambiar la marcha, mirar a derecha o a izquierda o a ambas por si venía alguien, ¡cuidado con el peatón!, etc, etc… Pasados ya muchos años conduciendo todo eso ocurre sin que nos demos cuenta. Hemos automatizado los movimientos y podemos hacer todo eso sin que parezca que lo estamos pensando y prevemos al peatón antes de que se disponga a pasar. Nuestro cerebro, a base de repetir y repetir, ha automatizado múltiples procesos diferentes muy complicados que coordinan visión, oído, movimientos de manos y piernas y atención. Igual pasa con los deportes, con la cocina, con teclear como lo estoy haciendo ahora, con la música o con cualquier actividad que pensemos. El cerebro necesita repetir para poder reforzar los circuitos que hacen que la información que recibimos se procese inmediatamente y se envíen las órdenes precisas para que se actúe de forma efectiva.

En el colegio, en el instituto, en la universidad el proceso de aprendizaje es el mismo. Nuestro cerebro no sabe funcionar de otra forma y no discrimina, tiene que crear circuitos fuertes para que los conocimientos y capacidades queden retenidos independientemente de si se ha aprendido un gesto, un movimiento, una coordinación o un concepto matemático, lingüístico, el nombre de una célula, una fecha histórica o una fórmula matemática o química. Por eso son necesarios las tareas, el usar los conocimientos adquiridos, el hacer trabajos, el aplicar lo aprendido. Eso reforzará la memoria y conseguiremos retener aquello que hayamos aprendido. Lamentablemente conocemos muy poco sobre el mecanismo que consigue establecer una memoria a largo plazo. Los estudios realizados por los neurocientíficos en ratones demuestran que hay ciertas proteínas que intervienen en el proceso y que el sistema de repetición hace que estas proteínas se mantengan más tiempo en las neuronas permitiendo que las uniones entre ellas formando circuitos se fortalezcan hasta crear una unión estable.

Debemos tener siempre presente que aprender es un proceso biológico que requiere un mecanismo de repetición para reforzarse y permanecer en el tiempo. Enfermedades como el Alzheimer nos recuerdan lo complicado que es aprender cuando este proceso falla. En esta enfermedad el sistema ya no funciona y no solo cuesta aprender sino que perdemos lo aprendido al morir las neuronas que forman estos circuitos que tanto nos costaron crear. Las tareas escolares cumplen con la función de repetición y permiten que lo aprendido se quede en nuestro cerebro. Si no se afianza lo aprendido, el curso siguiente será más complicado y al siguiente aún más. En mi opinión, hay tiempo para todo, solo hay que distribuirlo adecuadamente pero hay que aplicar el sabio refrán: “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Sobre todo para evitar lo que dicen muchos cuando ya es tarde: “Si lo hubiera sabido entonces, habría estudiado más”. En mi opinión, pasito a pasito se va haciendo camino y cuanto más se camine, más fácil será el futuro.