Opinión

Una oportunidad de oro

La era de Carlos Domínguez-Nieto al frente de la Orquesta de Córdoba ha tocado a su fin de una manera bastante sorprendente. El pasado domingo 30 de abril dirigió por última vez a la orquesta con la interpretación de Aida de Verdi en el Gran Teatro de Córdoba dando por finalizada una relación de cinco años bastante tensa con la Orquesta de Córdoba.

No voy a entrar en el posicionamiento de unos contra otros sin disponer de toda la información que ha llevado a esta ruptura de relaciones laborales tal y como han hecho otros. Los hechos narrados en los medios de comunicación y en las redes son, para mí, bastante graves y entiendo que hayan supuesto la gota que colmó un vaso llenado durante mucho tiempo. Lo que puedo decir es que la Orquesta de Córdoba sigue siendo un excelente grupo de músicos profesionales que han demostrado su capacidad con diferentes directores que han pasado por su dirección durante estos años. 

Me es muy difícil decir si con un director o directora invitado la Orquesta sonaba mejor o peor que con el director titular. Y me hago cargo de las dificultades que han tenido que afrontar en estos duros años de pandemia en los que han ofrecido lo mejor de sí mismos pese a las bajas, a las sustituciones, a los cambios de dirección e incluso de programa. A fin y al cabo, quienes convierten las notas del pentagrama en ondas acústicas de melodías y armonías que excitan nuestras células sensoriales del órgano de Corti del oído interno que, a su vez, transmiten esa excitación al nervio auditivo para que el cerebro lo integre todo en lo que conocemos como música son los profesores y profesoras de la Orquesta de Córdoba. 

Para que todo eso que sentimos sentados en nuestros asientos del Gran Teatro sea placentero y nos alimente el espíritu muchas personas ha dedicado muchos años de aprendizaje y esfuerzo. Años de esfuerzo que hacen que los instrumentos que tocan produzcan los sonidos que nos hacen sentir lo que sintieron conocidos o menos conocidos compositores pensando en amadas, patrias, pasiones, amores, sentimientos, creencias o simplemente queriendo llenar una celebración o una coronación. Y para que todo eso funcione de manera coordinada los profesionales de la Orquesta pasan mucho tiempo estudiando, aprendiendo, repitiendo y ensayando en un trabajo en ocasiones poco valorado en cuanto al esfuerzo que supone. 

Los próximos conciertos de la Orquesta de Córdoba deberían ser valorados por las obras y no por motivos espurios. Éste que les escribe hoy no se siente tan melómano como para distinguir detalles tan técnicos que puedan encontrar diferencias entre direcciones. Como ya he comentado antes, en las diferentes temporadas que llevo de abonado, la Orquesta ha tocado con muchos directores y directoras y no puedo decir que la calidad de lo ofrecido haya sido como para anteponer el trabajo de dirección al trabajo de los músicos y músicas de la Orquesta. Tal vez sea deficiencia mía que no tengo la capacidad para valorar lo que ha ocurrido con tal dirección con lo que habría ocurrido con tal otra. A tanto yo no llego. 

Dicho todo esto creo sinceramente que estamos en una oportunidad de oro para la Orquesta de nuestra ciudad. Recuerdo los años en los que Luis Bedmar Encinas nos ofrecía, con el embrión de la actual Orquesta, conciertos gratuitos en el Salón de Mosaicos del Alcázar de los Reyes Cristianos de nuestra cuidad las mañanas de los domingos. Eran los 80 del pasado siglo y un chaval joven como yo se iba aficionando a la música clásica. 

Ahora una Orquesta mucho más profesionalizada y mucho más dotada se ha quedado huérfana de dirección titular. Oportunidad de oro para repensar lo que se pretende con la Orquesta y utilizarla como motor de la oportunidad para directores jóvenes e implicados que den frescura al programa y a la música. Es mi opinión, pero la profesional Orquesta de Córdoba junto con la Orquesta Joven y los coros de la ciudad podría ser el trampolín en el que directores y directoras jóvenes de nuestra región con ideas nuevas y ganas de implicarse en proyectos frescos pudieran tomar la batuta y demostrar lo que pueden hacer. 

Deberíamos tener en cuenta que los Karajan, Harnoncourt, Gardiner, Giulini, Rattle, Abbado, Bernstein, Baremboim, Petrenko, Thielemann, Ozawa, Muti o Dudamel tuvieron una época de aprendizaje en la que comenzaron a despuntar. No digo que vaya a ocurrir, pero dar una oportunidad a directores y directoras jóvenes para trabajar con una orquesta profesional con la calidad de la Orquesta de Córdoba es una excelente oportunidad para que ellos aprendan de los músicos a los que quieren dirigir. ¿Quién sabe? 

Reconozco que es un apuesta arriesgada, pero la idea es tentadora. Yo, por mi parte, seguiré confiando en la excelente música que la Orquesta de Córdoba ofrece en cada concierto con independencia de quien la dirija e invitaría a todos a abonarse a la Orquesta para disfrutar de excelente música clásica.