Opinión

Más brotes de Covid, pero no estamos en 2020

Alumnado de la Facultad de Derecho recogiendo sus mascarillas reutilizables
Alumnado de la Facultad de Derecho recogiendo sus mascarillas reutilizables

Desde hace algún tiempo andamos con la mosca tras la oreja por el brote de COVID-19 en China. De repente, las noticias que llegaban del país del lejano este producían una sensación de 'dejá vú' y los medios de comunicación se volvían a llenar de comentaristas que decían, sin responsabilidad alguna, las medidas que otros, las administraciones y en especial el Gobierno central, debían tomar. Eso y cierto oportunismo político, ha llevado a recabar información sobre vacunación y estado a los viajeros que llegan directamente de ese país. 

En los primeros días de la medida de control de los visitantes de China la propia ministra de Sanidad, Carolina Darias, comentaban que en estos días tan solo dos personas habían dado positivo en los tests realizados a la llegada de sus vuelos. Y uno piensa, ¿no nos habremos vuelto histéricos? Porque no estamos en 2020 y la situación ha cambiado y mucho, 

Pese al alarmismo inicial, todo se ha diluido entre el fragor de la inmediatez mediática y ya parece que importa bien poco si nos llegan visitantes de oriente vacunados o no o si allí los hospitales están o no saturados. De hecho, incluso lo que sabemos es que van a celebrar el año chino, año del conejo de aguas, y que por allí los ciudadanos se van a mover como lo hacemos nosotros. Es decir, hemos pasado de una situación de confinamiento férreo a la libertad prepandémica. 

Está claro que no estamos en la misma situación vivida en marzo de 2020. No, ni por asomo. La situación en China parece que se ha desbordado aunque también parece que las imágenes de los primeros hospitales llenos de personas en los pasillos de los hospitales del País del Dragón han dejado paso a nuestros propios hospitales con las urgencias colapsadas por episodios de enfermedades respiratorias recordándonos eventos cíclicos en los años prepandémicos. Nada a lo que no estuviéramos acostumbrados. 

En el motor económico del mundo, el virus hace de las suyas también

Lo más curioso de todo esto es que, mientras que nos hemos preocupado enormemente de lo que ocurría en China, prácticamente nadie ha prestado atención al hecho de que en el considerado primer país del mundo, Estados Unidos, otra variante de la gran familia ómicron del virus, la XXB.1.5, también está haciendo estragos y puede que sea más peligrosa que las variantes de China, la BF.7, de las que se piensa que ya han alcanzado su máximo, aunque la nula transparencia del país oriental no permite más que especulaciones. Tanto la forma predominante en China, la BF.7 como la de EEUU proceden de una subvariante anterior de ómicron, la BA.2. Es decir, son primas hermanas. 

El caso es que la variante estadounidense, que ha recibido el curioso apelativo de Kraken, en alusión a la enorme criatura marina medio pulpo medio calamar de la mitología noruega,  incluso ya se ha diseminado por países limítrofes como Mexico y, su comportamiento indica que se va a diseminar muy rápidamente por todo el mundo. No obstante, nadie parece considerar que esta otra variante sea un problema. 

Y mientras, en uno de los países con los que más relaciones turísticas mantenemos, Reino Unido, otra variante de ómicron, ha sido bautizada con el feo y inquietante nombre de Ortro,  otro ser mitológico, en concreto un perro de dos cabezas hermano de Cerbero, el perro de tres cabezas del Hades, Dios del inframundo. Esta otra variante es otra prima hermana de las dos anteriores que medran por China y Estados Unidos. 

Parece que estamos en una especie de concurso para ver quién pone el nombre más terrorífico a la nueva cepa. Pero pese a cualquier nombre de estas dos cepas estadounidense y británica, la de los chinos, ¡ay, la de los chinos! Esa sí que hay que vigilarla, aunque no tenga un nombre tan peliculero.

Permítanme decirles que venga de donde venga las variantes que se impongan serán todas igualmente problemáticas. Y eso es así porque totas las variantes que se acaban imponiendo hacen exactamente lo mismo. El virus que se impone es el que mejor contagia y mejor prolifera, por eso se impone, pero la inmunidad sigue siendo efectiva.

Desde 2020 estamos asistiendo a un ejemplo de evolución darwiniana pura y dura donde un microorganismo con alta capacidad reproductora va generando descendencia que presenta mutaciones en su genoma. Así, aquellas mutaciones que le confieren una mayor capacidad para reproducirse se imponen frente a otras que no proliferan o lo hacen más lentamente. La selección del más preparado, pura y dura. Nada más y nada menos. 

Una situación muy diferente a la de 2020. 

La gran diferencia entre 2020 y ahora se encuentra en la inmunidad adquirida gracias a la vacunación masiva y a la inmunidad natural. Afortunadamente, en España, tan solo un 6,5% de la población española ha rechazado vacunarse contra la COVID-19. Es una de las grandes fortalezas de nuestra sociedad frente a las voces cada vez más desquiciadas de quienes siguen defendiendo que las vacunas son perjudiciales y nos vamos a morir por su causa. Tras estos años intentando argumentar con esta gente considero oportuno dejarlos en su mundo distópico postpandémico y tranquilizar a la gente para que volvamos a la normalidad, pero, eso sí, con ciertas cautelas. 

Y el caso es que las vacunas que hemos recibido siguen funcionando contra estas nuevas variantes. Y siguen funcionando por el simple hecho de que la inmunidad es mucho más compleja que una serie de anticuerpos que aumentan o disminuyen según el estudio que se realiza. 

La inmunidad contra los virus depende esencialmente de unas células llamadas linfocitos T citotóxicos o CD8+ que se dedican a detectar células infectadas por virus y matarlas. Así consiguen que los virus no se dispersen fácilmente. A su vez, otras células de la misma familia, los linfocitos T ayudantes o CD4+ se dedican a liberar una serie de proteínas que avisan a otras células del sistema inmunitario para que actúen. Estas proteínas evitan que se produzca inflamación en exceso a la vez que impiden la replicación del virus. 

Todo este sistema no estaba disponible contra este virus antes de 2020. No lo estaba porque este virus nunca nos había afectado como especie y nuestro sistema inmunitario desconocía su existencia y cómo atacarlo. Pero en 2023, con un alto porcentaje de población vacunada y otra parte inmunizada de forma natural, la gran mayoría de nosotros ya disponemos de los mecanismos para atacar al virus antes de que nos cause síntomas graves. Y toda esta inmunidad sirve contra estas variantes ya que, en lo mayoritario, no han cambiado tanto.

No vamos a poder impedir que el virus nos contagie. Es un virus respiratorio y no tenemos filtros para bloquear su entrada por nariz y boca. Bueno, sí los tenemos, las mascarillas, pero parece que han pasado de moda y su utilidad es más una molestia que una necesidad. Pero sí que tenemos ya los mecanismos celulares para que su infección sea leve: linfocitos T y anticuerpos liberados por los linfocitos B. Eso es lo que hemos conseguido con las vacunas y eso es lo que nos ha permitido volver prácticamente a la normalidad a la que estábamos acostumbrados. 

Dosis de refuerzo para los más mayores

Aunque las vacunas han generado la inmunidad necesaria para enfrentarnos al virus, las personas mayores y personas con un sistema inmunitario debilitado necesitan de las dosis de refuerzo. Esto es así por el simple hecho de que ellos desarrollan una inmunidad algo más débil que los demás y, por ello, requieren de dosis que activen al sistema inmunitario contra el virus antes de que llegue en la siguiente ola. 

El argumento es realmente simple. Como la respuesta inmunitaria de estas personas es algo más débil y lenta que la de los demás, si se activa su sistema inmunitario previamente a que llegue la siguiente ola, estas personas podrán afrontar el envite del virus con mayor seguridad que si tuvieran que esperar a que su sistema se activase por sí solo tras la infección. Es algo totalmente lógico, no hay un criterio más acertado que ese. 

No, no estamos en 2020. 

Pese a la sensación de normalidad recobrada, todavía debemos mantener cierta prudencia. El uso de mascarillas en lugares cerrados, medios de transporte con mucha gente en un espacio limitado, y, especialmente si sabemos que tenemos un sistema inmunitario algo débil o, más aún, si tenemos síntomas es totalmente recomendable. 

Se trata, simplemente, de reconocer nuestros problemas y de evitar problemas a otros y una simple mascarilla puede ayudar. Ni que decir tiene que ya deberíamos saber que eso de llevar a los nenes cargados de mocos con los abuelos es muy peligroso. El Virus Respiratorio Sincitial (VRS) no solo produce bronquiolitis en los niños de corta edad sino también es la segunda causa de muerte por neumonía en personas mayores. Ah, ¿qué no lo sabían? Pues tal vez deberíamos haberlo sabido hace mucho tiempo. 

El SARS-CoV-2 ha ido ganando efectividad con el tiempo y ahora se ha convertido ya en un virus altamente eficiente para contagiar a los seres humanos. La forma o formas que se acaben imponiendo del todo serán aquellas que mejor se unan a las proteínas ACE2 que le permiten infectar a las células humanas. Una vez allí proliferará y producirá más virus. Sin embargo, eso le era muy sencillo al principio, cuando nuestra inmunidad no lo conocía. Ahora, esencialmente gracias a las vacunas, el sistema inmunitario de la gran mayoría de nosotros ya conoce qué detectar y cómo atacarlo. 

Gracias a las vacunas ahora podemos afrontar a estas nuevas variantes con más seguridad y más fortaleza. Seguirá habiendo personas con un sistema más débil que sufrirán las infecciones de una manera más severa. Por eso deberíamos ya haber tomado nota y saber qué es lo que debemos y no debemos hacer si queremos seguir teniéndolos con nosotros. 

Sea como sea y llamen a la siguiente variante o subvariante con el nombre más terrorífico que se les ocurra, no, no estamos en 2020. Y no lo estamos gracias a una sanidad pública que afrontó la pandemia con el esfuerzo titánico de quienes pusieron todo lo que pudieron y más para cuidar a los demás. 

Por una sanidad pública de calidad y bien gestionada.