Opinión

Gripalización: ¿Fin de la pandemia?

Gripalizar no es un verbo que aparezca en el diccionario de la Real Academia Española. Sin embargo, ningún medio de comunicación ha dejado de conjugarlo haciendo referencia al futuro de la pandemia por SARS-CoV-2. Es un término inexistente en el diccionario español pero ha sido aceptado rápidamente como el siguiente paso hacia la normalización de la pandemia. Pero, ¿sabemos verdaderamente lo que significa? 

Todas las pandemias se han iniciado en algún momento y se han terminado, pero era en otros tiempos. Otros tiempos en los que el número de humanos en la Tierra era mucho menor y nuestra capacidad para movernos por el globo terráqueo era infinitamente más baja. Otros tiempos en los que un organismo patógeno no se dispersaba tan fácilmente entre nosotros simplemente porque nosotros no nos movíamos tan fácilmente por el mundo. Cosa muy fácil de entender.

Si un patógeno requiere de un organismo que lo lleve de un lado a otro pero ese organismo no se desplaza fácilmente, el patógeno no se mueve. Pero si ese organismo somos nosotros y podemos estar ahora aquí y dentro de unas horas a cientos o miles de kilómetros de aquí entonces el patógeno lo tiene muy fácil. Si a todo esto añadimos que el patógeno se dispersa de una forma sencilla, por el aire, mediante pequeñas gotitas que salen de nuestras bocas y narices cada vez que respiramos, hablamos, reímos, tosemos o estornudamos, entonces el patógeno lo tendrá aún más fácil.

Todo eso explica varias cosas. La primera explica que controlar un patógeno que se transmite por el aire es imposible. Lo miremos como lo miremos, es totalmente imposible. La segunda es que no podemos modificar sustancialmente nuestra forma de actuar sin afectar a la sociedad en su conjunto. A fin y al cabo el “modus vivendi” de muchos de nosotros depende de la actividad del resto de los demás. Es decir, que la economía de muchas familias depende de que la actividad de los demás siga fluyendo. 

Estamos sobre una balanza en la que cualquier modificación afecta a la capacidad de supervivencia de algún grupo de personas. El desequilibrio de la balanza en un sentido afecta importantemente a grupos de personas que ven que su vida se complica. Y grupo, a fin y al cabo, significa familias, personas, y su supervivencia. 

Por eso tomar decisiones no es tan fácil. Me llama mucho la atención cómo se banaliza la forma en la que los comentaristas y los medios analizan las decisiones. Cualquier desplazamiento del fiel de la balanza en un sentido u otro acaba afectando a alguien, a alguna familia, a algún grupo y eso no es cosa menor. 

Comentar así porque así es fácil, especialmente si no se tiene poder de decisión. Lo complicado viene cuando se debe tomar una decisión en la que es imposible no afectar a nadie. La clave está en intentar es que el efecto sea lo menor posible y que los efectos positivos sean mayores que los negativos, como ocurre cuando se analiza el efecto de cualquier fármaco. Somos una sociedad y, aunque parezca “naif”, el bienestar de la mayoría sigue siendo más importante que el bienestar de la minoría. Y eso marca y mucho a la hora de decidir.  

Gripalizar no significa que todo ha acabado.

Muchos han entendido que gripalizar significa que todo vuelve a la normalidad y están muy equivocados. Gripalizar lleva dentro de su posible significado una gran carga de responsabilidad por parte de las autoridades sanitarias (en Andalucía, la Consejería de Salud). Gripalizar significa poner los medios suficientes para controlar el desarrollo de la pandemia atendiendo especialmente a los grupos más vulnerables al ataque del virus. Es decir, desde mi punto de vista, considero que gripalizar significa aumentar los medios para hacer seguimiento más intenso en los grupos de personas más vulnerables y no dedicar tanto esfuerzo a contar casos levels o asintomáticos. Eso implica más medios, más personal, más atención, más focalización en las personas vulnerables y también más atención para las otras enfermedades que a todos nos afectan tarde o temprano. Significa, sin lugar a dudas, potenciar la sanidad pública y mejorar su funcionamiento. 

¿Piensan que eso va a ser así? Yo lo dudo y mucho. Lo dudo por una simple razón: porque la asistencia sanitaria pública primaria ha empeorado poco a poco, paso a paso, gobierno a gobierno. Es cierto que mejoró en su momento. Aún recuerdo la época en la que había que ir a recoger el número a las siete y media de la mañana para pillar un número más o menos alto y esperar dos horas en una sala atestada de personas enfermas hasta que que te viera un médico unas cuantas horas después. Eso mejoró con el tiempo, pero en los últimos años ha ido empeorando poco a poco por desidia, por falta de interés, o porque es mejor dejar que lo público pierda capacidad y que los usuarios se cansen y se pasen a lo privado. 

Siempre he abogado por unos centros de salud enfocados en la salud y no en la enfermedad. Para mí, los centros de salud deberían disponer de consultas médicas para las enfermedades, nutricionistas para controlar la dieta, expertos en actividad física para controlar los hábitos de vida e incluso psicólogos para prevenir los problemas psicológicos. Un sistema que se centrase más en la prevención que en la curación donde especialistas en diferentes ramos de la salud y en los hábitos de vida ayudasen a los ciudadanos a cuidar de su salud y no solo a tratar sus enfermedades. Pero creo que esto es una quimera porque no hay interés en este tipo de servicio público. Se considera un gasto y con eso lo tenemos todo dicho. 

El siguiente paso en el control de la pandemia es centrarse en la salud de los ciudadanos y me temo mucho solo volveremos a un sistema público de salud mínimo. Más mínimo aún del que había antes de la pandemia aprovechando la virtualización de la atención médica. ¿Se han dado cuenta de los anuncios de los seguros de salud ofreciendo atención virtual detrás de la pantalla de la tablet? ¿Creen que eso es calidad en la atención médica? Pues si lo creen, cómprenlo, pero no se autoengañen creyendo que es calidad, es justo todo lo contrario. 

La salud requiere atención, personas formadas como médicos, nutricionistas, especialistas en actividad físicas y psicólogos que tengan tiempo para estudiar los casos y decidir lo mejor para cada ciudadano. Requiere de medios, requiere de fondos, requiere de gestión adecuada y requiere de propósito de enmienda por parte del ciudadano. Dudo mucho que todo esto ocurra en la nueva normalidad que nos espera. Lo dudo, mucho. 

Los ciudadanos tenemos nuestra obligación.

Hasta no hace mucho nos impresionaban las imágenes de personas del lejano oriente con mascarillas en los medios de transporte públicos para evitar contagiar a otras personas. Lo veíamos como algo exótico, de países lejanos. Pero deberíamos tomar nota. Se ponen las mascarillas para evitar contagiar a otros y eso es clave en el mundo en el que vivimos.

Tras la pandemia deberíamos tomar nota. Si tenemos síntomas de catarro o de gripe deberíamos limitar al máximo el contacto con los demás. No hace falta guardar una cuarentena estricta, pero eso de ir al trabajo o a visitar a unos y a otros esparciendo organismos patógenos por doquier no deberíamos aceptarlo. Eso, tan simple y tan aceptado por todos, nos pone en peligro, desde el recién nacido hasta la persona más mayor. Nunca sabemos cómo van a actuar y darles una ración gratuita de bacterias o virus patógenos es un acto de extrema falta de solidaridad. 

Así que sí, tenemos, como ciudadanos, nuestra propia obligación de evitar contagiar a los demás con los bichos que están generando enfermedad en nuestro cuerpo. No creo que sea tan difícil de entender. Nuestros actos evitan o permiten que esos patógenos se dispersen, está en nuestras manos.

Espero que esta pandemia nos haya enseñado algo. Todos, como sociedad, debemos poner de nuestra parte y espero que lo hagamos finalmente, aunque no tengo mucha esperanza en que lo hagamos bien. Ninguna esperanza. 

Bienvenidos a la nueva normalidad.