Opinión

No es el virus, es la inmunidad

En estos días en los que vivimos una situación algo extraña en la que recibimos información sobre récords de contagiados pero sin que se tomen medidas preventivas como las que hemos pasado en olas anteriores, la cantidad de información contradictoria, exagerada, distorsionada o simplemente malinterpretada roza ya lo demencial. No hay noticiario que no abra con los miles de casos positivos nuevos o que comparen nuestro país con otros que están bajando la curva o que vayan diciendo eso de que la presión hospitalaria aumenta contando los casos de hospitalizados o de UCI prácticamente de uno en uno. Todo sube o baja día tras día. 

Volvemos a una situación en la que ya casi nadie sabe qué es correcto o que no lo es. Vamos por la calle con mascarilla pero podemos entrar en un bar a tomar una cerveza y quitárnosla. No hemos podido tomar las uvas en las Tendillas pero se han aprobado unas cuantas fiestas en Córdoba y la calle Cruz Conde se llena de gente por las noches para ver cómo cambian las luces al son de la música navideña. No se van a lanzar caramelos en la cabalgata de reyes y se ha cambiado el recorrido pero los supermercados y las tiendas están a rebosar de personas tocándolo todo y dejándolo después. 

La situación ha cambiado, y mucho 

Nos lo pinten como nos lo pinten la situación ha cambiado desde aquel marzo de hace un par de años. Basta con ver los gráficos para darse cuenta. 

grafico

Figura. Contagios confirmados (azul) y defunciones oficiales (rojo) en España a fecha de principios de enero de 2022. Fuente: Worldmeters. 

Cualquiera que quiera seguir la pandemia tiene enormes posibilidades en la red para comprobar la evolución bien en el Ministerio de Sanidad, o en la Universidad Johns Hopkins o en Our World in data o en Worldmeters. Los datos están ahí y pueden ser fácilmente asequibles para quien quiera comprobarlos. Como podemos ver en las dos gráficas anteriores, se ha producido una serie de cambios en el comportamiento de la pandemia. 

En la primera ola se produjo una gran mortandad respecto a un bajo número de contagios detectados. A nadie se le debería haber olvidado que en esos momentos, el caos de suministros, tests, EPIs, PCRs, respiradores y la presión asistencial producidos a nivel mundial obligó a tomar unas medidas drásticas en todos los países que llevaron al confinamiento. Por eso, la curva de contagios es baja respecto a la de fallecimientos. De todas formas, estudios posteriores demostraron que las personas infectadas fueron mucho más que las detectadas.

Después se sucedieron dos olas más cuyos máximos fueron en noviembre de 2020 y en enero de 2021. En esas olas, el paralelismo de contagios y de fallecimientos es prácticamente total. A más casos de contagios, mayor mortandad y mayor presión en los hospitales. Estaba clara la relación.

Sin embargo, a partir de enero de 2021 algo cambia y en las cuarta, quinta y, ahora en la sexta ola, esa relación ya no es tan clara. La quinta ola de julio de 2021 fue casi tan grave como la tercera, sin embargo, la mortandad fue mucho menor. Y ahora, con la sexta ola, que ha superado todas las cifras anteriores estamos asistiendo a una mortandad mucho menor pese a tener unas cifras de contagios estratosféricas. Y todo esto se debe a la inmunidad alcanzada por los contagios anteriores y, sobretodo, por las vacunas.

Es la inmunidad y no el virus

En los últimos días se está difundiendo información que lleva a pensar que el virus ha cambiado, que se ha vuelto menos peligroso pero eso no es del todo cierto, o, al menos aún no ha sido determinado por ningún estudio científico. 

La variante ómicron presenta muchas mutaciones respecto al virus que se diseminó por todo el mundo hace casi dos años. La acumulación de mutaciones responden a la evolución de un organismo capaz de reproducirse por miles en muy poco tiempo y cuyo genoma es copiado a una enorme velocidad. Millones de errores en muchísimos millones de copias llevan a una descendencia que presenta variaciones en la composición de sus proteínas. Millones de versiones habrán sido peores que la inicial, pero las que mejoran su capacidad, se van imponiendo y eso es lo que ha pasado con esta variante. 

La variante ómicron ha aumentado su capacidad infectiva, eso ya lo tenemos claro. No es extraño ya que aquellas variantes que se imponen son las que ganan la capacidad para infectar más fácilmente y así es como los virus evolucionan frente a un nuevo huésped. No nos preocupemos, una vez que alcancen su mayor capacidad para entrar dentro de las células cualquier modificación posterior dará lugar a variantes más ineficientes y éstas desaparecerán. 

Sin embargo, pese a que múltiples científicos intentamos explicar este proceso natural, la información que llega no parece ser la adecuada. El virus no ha perdido capacidad infectiva, la ha ganado. El virus no provoca ahora síntomas más benignos porque se haya vuelto menos agresivo sino porque el sistema inmunitario de las personas vacunadas o inmunizadas de forma natural o por ambos procesos es capaz ahora de detectar la infección de manera rápida, bajar su agresividad y mantenerlo a raya hasta que lo elimina. 

Los síntomas como la mucosidad, la tos, la inflamación de garganta o la febrícula son mecanismos que utiliza nuestro cuerpo para hacer que el virus no prolifere rápidamente. Y estos síntomas están asociados con la activación del sistema inmunitario basado en linfocitos B y T que producen anticuerpos, atacan directamente a las células infectadas y ralentizan su proliferación y así el virus no puede llegar a los pulmones ni que sufran una inflamación que acabe haciéndolos incapaces de funcionar. 

Ahora la mayoría de la población ya tiene armas para detectar rápidamente al virus, atacarlo y hacerlo desaparecer. Ahora, gracias a la inmunidad alcanzada por las vacunas disponemos en nuestro cuerpo de mecanismos para evitar la neumonía. Habrá personas cuyo sistema inmunitario no funcione bien y requieran de más ayuda, puede que ni con cuartas o quintas dosis su sistema funcione. 

Pero, además, ahora los sanitarios disponen de protocolos para seguir la enfermedad en los casos más graves e incluso es posible que alguno de los fármacos específicos que se han aprobado sean efectivos para salvar muchas más vidas.

Ya debería estar claro que lo que sí ha demostrado eficacia es la vacunación. Por eso ahora la cantidad de personas con síntomas leves o nulos es mucho mayor que antes. Las vacunas funcionan pese a lo que digan algunos famosos lanzados a comentadores de ciencia aprendida en las redes y en los vídeos de amiguetes (no voy a poner el enlace para no aumentarles más el negocio). 

La inmunidad obtenida por las vacunas es la que está salvando la vida a las personas y ha hecho que el virus haya perdido peligrosidad y esto es lo que está acercando el final del túnel de la pandemia. Si a estas alturas aún hay quien no se ha enterado es porque no quiere enterarse.  

#VacunateContralaCOVID19