Opinión

Cuestión de equilibrio, pero queremos darnos cuenta

No sé si se han dado cuenta, pero vivimos en un mundo en continuo reequilibrio. También nuestro cuerpo se encuentra continuamente reequilibrándose porque constantemente se generan desequilibrios que son reequilibrados según las condiciones. Todo eso es normal, no hay problema, disponemos de los mecanismos moleculares, celulares, fisiológicos y ecológicos que responden a esos desequilibrios. 

Todo va más o menos bien hasta que los desequilibrios son tan extremos que no hay forma de reequilibrarlos como nos está ocurriendo a nivel mundial con el cambio climático o nos ocurre a nivel personal con el estrés o el envejecimiento o una enfermedad grave. 

Pero, vayamos por partes para que entendamos qué nos jugamos con los desequilibrios.

Homeostasis: o como mantienen el equilibrio nuestro cuerpo

En ciencia encontramos muchas palabras que llaman la atención, pero una vez que entendemos de donde vienen, la cosa es más fácil. El nombre homeostasisbviene del griego, ¡cómo no!, “hómoios”, que significa igual o similar’, y “stásis” ‘que significa estado o estabilidad. Por tanto, podemos entender que significa algo así como mantener el estado. Y ya quisiéramos mantenernos igual todo el tiempo pero la vida no funciona así.

Cuando imparto mis clases sobre envejecimiento uso mis manos para enseñar qué ocurre en nuestro cuerpo conforme avanzamos en edad. Cuando explico lo que ocurre cuando somos jóvenes mis manos suben y bajan muy poco respecto a un nivel imaginario. Es decir, indican que se mantiene esa homeostasis fácilmente. Pero ya pasada la edad guay y entrados en la madurez, mis manos suben más y bajan más respecto a ese nivel, es decir, cuesta más mantener el equilibrio, se tarda más y se gasta más energía en mantenerlo. 

Lo peor es cuando llegamos a mayores y entonces lo reflejo con mis manos subiendo y bajando casi un metro arriba y debajo de ese plano imaginario. En esa situación, el mantenimiento del equilibrio es muchísimo más costoso en tiempo y energía pero, además, se corre el peligro de que se desequilibre totalmente llegando al desastre. Creo que si leen esto e intentan visibilizar lo que les acabo de decir lo perciben fácilmente.

Así de sencillo, todo es cuestión de equilibrio y de lo que cuesta mantenerlo. Y los seres vivos consumimos enormes cantidades de energía para mantener esa homeostasis. Por eso, muchos investigadores consideramos al envejecimiento como un proceso en el que vamos perdiendo la capacidad de mantener la homeostasis. Conforme cumplimos años, perdemos los mecanismos que mantienen engrasada la enorme maquinaria que responde en nuestras células a los diferentes estímulos que recibimos constantemente. En este enorme sistema, la acumulación de pequeños desajustes van aumentando el desequilibrio que lleva finalmente al desastre.

El estrés, el gran enemigo del equilibrio

A lo largo del día recibimos miles de estímulos que necesitan respuestas adecuadas: sueño, hambre, sed, calor, frío, tacto, olores, sabores, etc,… Pero no solo se responde con los sentidos sino también con niveles de sustancias que liberan nuestras células y órganos y que se comunican con otras células y órganos. Las más conocidas son las hormonas.

Uno de los grandes problemas de estos estímulos se encuentra en que la respuesta a ellos puede no ser lo suficientemente adecuada y entonces se produce el desequilibrio. Todo el mundo conoce los efectos perniciosos del estrés. Los más rápidos son la sequedad de boca, la sudoración de las manos, el aumento de la frecuencia cardiaca o el dolor de cabeza. Esos y otros efectos peores se deben a que los mecanismos que se disparan con el estrés son mecanismos moleculares muy antiguos relacionados con la supervivencia.

La adrenalina y el cortisol se liberan para que los órganos y tejidos se preparen para un ejercicio extremo que permita huir del depredador o atacar a la presa. Pero nosotros no tenemos presas a las que atacar ni depredadores que nos vayan a comer. Por ello, cuando nos estresamos estando en la oficina, en el sofá, en casa, en el super o con los amigos nuestro cuerpo recibe señales de peligro pero nuestros músculos y órganos no responden a ello y entonces se produce un gran desequilibrio.

Un desequilibrio que afecta al metabolismo que se desregula y acaba afectando al sistema inmunitario, la presión arterial, problemas metabólicos como la diabetes, depresión, ansiedad, problemas musculares, etc… Y todo porque todo nuestro cuerpo recibe señales confusas a las que no respondemos adecuadamente y que no necesitamos.

Un claro caso de desequilibrio del que parece que no tomamos nota y que nos afecta gravemente en la salud aunque sepamos los daños que nos provoca.

Un clima estresado, un clima desequilibrado

Aunque muchos intentan negarlo desde altas instancias de gobiernos, parlamentos y partidos políticos y sus seguidores siguen las consignas al pie de la letra como si pensar fuese tan complejo que es mejor dejarlo en manos de otros, la actividad humana lleva introduciendo en la atmósfera un enorme factor de desequilibrio: el CO2.

Empeñados en una escalada económica y tecnológica desenfrenada, no atendimos a las señales y estudios que ya indicaban a principios del siglo XX que ese desequilibrio iba a provocar respuestas por parte del clima que van a producir desastres climáticos tendentes a desequilibrar mucho más nuestra sociedad. Todo ello aderezado con una ingente cantidad de basura producto de nuestras actividades que no sabemos ni como gestionar de manera adecuada. Bueno, o no sabemos o no se quiere hacerlo bien.

Lo malo es que el desequilibrio que hemos introducido ya no tiene vuelta atrás. Por muchas reuniones que se realicen y acuerdos que se tomen aquí y allá, el CO2sigue y sigue subiendo. Y seguirá porque ante las crisis humanas creadas por la estupidez, el egoísmo y el ansia de poder respondemos volviendo a quemar carbón, más gas natural de otros sitios o cosas por el estilo. Eso de invertir en algo que no emita COni está ni se le espera. Porque, ya saben, la economía es importante y tiene que ser salvaguardada aunque muchas personas sufran las consecuencias. Todo por el bien de los grandes números.

El Mediterráneo parece una sopa tibia. En cuanto lleguen por allí los frentes fríos en altura van a sufrir una serie de DANAs o Gotas Frías de intensidad cada vez mayor; sin precedentes como gustan decir en las tertulias y noticiarios. Y sabiendo eso, ¿harán las autoridades competentes algo para evitar daños mayores? ¿Prohibirán aparcar en ramblas y en calles que son escorrentías naturales? ¿Se limpiarán los cauces de las ramblas y salidas de agua para evitar en lo que se pueda los desbordamientos?

No, seguro que no. Ya saben, eso de limpiar bosques para prevenir incendios no va con los políticos y administradores actuales. No toman una decisión para prevenir algo ni por asomo, eso es gasto y ya saben que los gastos hay que reducirlos. Lo malo es que lo que ellos consideran gasto es en realidad inversión. En este caso, inversión en reducir daños. Pero no lo ven. No quieren verlo y encima niegan que esté ocurriendo.

Nada, pues. Que siga la fiesta. El clima seguirá desequilibrado, los problemas se irán agolpando, el estrés ambiental y personal irá subiendo y nosotros iremos pagando la factura. Y luego vendrán aquellos que lo niegan todo y que le echan la culpa a la vacuna del COVID. Disfrutemos del patético circo en el que nos hemos metido solitos.

Pero recuerden, que muchos lo estamos diciendo, #Sinciencianohayfuturo.