Opinión

¡Apoyemos la investigación en enfermedades raras!

Desde que hace unas semanas nos sorprendió el caso de los padres de Nadia y la investigación judicial abierta por un posible caso de estafa continuada entiendo que las asociaciones de familias afectadas por este tipo de enfermedades estén preocupadas. Yo lo estaría, y mucho. La información hasta ahora divulgada nos retrata el supuesto uso fraudulento de la solidaridad de la gente aprovechando una enfermedad muy difícil de sobrellevar. Nadia, la hija, sufre tricotiodistrofia, una enfermedad derivada de la incapacidad para sintetizar un aminoácido, la cistina, debido a la mutación en gen implicado en la síntesis de este aminoácido. Lamentablemente no hay tratamiento posible, aunque las últimas informaciones indican que se trata de una variante leve de la enfermedad por lo que no está tan grave como los padres habían dicho para obtener fondos para una cura que nunca iba a llegar. 

La preocupación de tantas familias que sí sufren graves enfermedades raras se debe a que la gran mayoría de estas enfermedades afectan a niños y muchas de ellas se desarrollan inexorablemente desgastando la vida de los niños poco a poco. Es por ello que no debemos dejarnos llevar por la indignación que provoca el caso de los padres de Nadia en particular y debemos seguir apoyando las campañas de las diferentes asociaciones de pacientes de enfermedades raras para poder atender a estos enfermos de la manera más efectiva posible. 

Para poder entender de qué tipo de enfermedad estamos hablando debemos saber por qué se les llama raras. Hace unos años me encontraba en un taxi camino de una conferencia cuando el locutor comentaba la concesión de una subvención para analizar el genoma, es decir, el conjunto de genes, de los pacientes que sufren este tipo de enfermedad. Me llamó la atención porque afirmó que el avance del conocimiento de este genoma haría que estas enfermedades dejaran de ser raras. Evidentemente, asoció la palabra rara con el significado de desconocida, pero, aunque en parte muchas de ellas son casi un misterio, el que se las conozca como raras se debe al hecho de que son enfermedades que afectan a un número muy bajo de personas. Pero el que cada enfermedad afecte a un número bajo de personas no supone que debamos prestarles poca atención, ya que hasta el momento se han catalogado más de 7.000 tipos de enfermedades raras en todo el mundo. Eso implica que todas ellas sí que afectan a un considerable número de familias.  

Entonces, si afectan a tantas personas, ¿por qué no se estudian mejor? Muchas personas pensarán en distintos motivos de oscuras tramas empresariales o por desidia institucional, pero prefiero no pensar que es por eso y sí más por la propia naturaleza de estas enfermedades. El CIBERER agrupa a diferentes equipos de investigación en España que investigan estas enfermedades dentro del Instituto de Salud Carlos III (www.ciberer.es). El CIBERER es lo que se conoce un centro de investigación en red donde diferentes grupos, trabajando en diferentes lugares, hacen confluir esfuerzos para aumentar nuestro conocimiento sobre estas enfermedades aunando esfuerzos en clínica y en investigación científica. El grupo en el que yo mismo trabajo lleva años desarrollando proyectos de investigación relacionados con unas de estas enfermedades, las conocidas como síndromes por deficiencia en coenzima Q10. Puedo, por tanto, afirmar que el lento avance en el estudio de estas enfermedades no se debe a falta de motivación sino a su propia naturaleza, ya que, en su mayoría, se deben a mutaciones que afectan a genes importantes para la vida.

Cuando un médico se encuentra con un cuadro que podría ser considerado enfermedad rara se enfrenta a un gran puzle donde se pueden dar diferentes síntomas que, en principio, no tienen relación entre ellos. Es por ello que muchas de estas enfermedades se las conoce como síndrome ya que el paciente sufre diferentes síntomas en principio poco relacionados entre sí. Así que el primer problema que se debe afrontar con estas enfermedades es identificar cuál es la causa que provoca tantos síntomas diferentes. Algunas enfermedades raras ya tienen un cuadro de síntomas específico que hacen pensar en ellas casi de inmediato pero otras, las más extrañas, no presentan un cuadro claro y en otros casos, el cuadro de síntomas puede variar de un paciente a otro a pesar de sufrir la misma enfermedad. Es por ello que en muchos de los casos, el diagnóstico de la enfermedad se hace esperar, a veces, varios años hasta que se encuentra la mutación que causa el problema. 

También debemos tener en cuenta que el número de pacientes que sufren una determinada enfermedad es muy bajo. Eso implica que es muy complicado poder identificar la causa de la enfermedad descartando aquellos factores individuales pero no relacionados ya que no se pueden contrastar diferentes cuadros clínicos de pacientes relacionados. A todo esto hay que añadir que diferentes mutaciones pueden provocar cuadros clínicos muy parecidos pero con particularidades diferentes. Eso ocurre cuando las mutaciones afectan a genes que intervienen en procesos muy relacionados como, por ejemplo, las enfermedades de origen mitocondrial o que se deben a genes que están implicados en la actividad de la mitocondria, órganulo que produce energía en la célula. En este punto, la colaboración internacional cobra especial relevancia ya que cuantos más casos relacionados puedan ser contrastados, más cerca estaremos del diagnóstico más acertado. Por todo ello, la investigación es lenta y, en muchos casos, basada en un número muy limitado de pacientes. 

La particularidad de la investigación de estas enfermedades para poder llegar a un tratamiento hace que su coste sea muy elevado. En muchos casos debemos acceder a técnicas costosas relacionadas con el análisis general de la secuencia del ADN, la expresión de genes o del metabolismo general del paciente. Todas estas técnicas son costosas y de análisis lento y complejo pero esenciales para poder conocer qué les ocurre a los pacientes. Si a esto sumamos el descenso en la financiación en investigación que ha sufrido España en los últimos años, y que ya indiqué en mi anterior artículo, campañas que ayuden a financiar proyectos relacionados con la investigación en estas enfermedades se hacen totalmente indispensables para poder conocerlas mejor y poder acercarnos a una posible terapia. Es por ello que el presunto uso fraudulento de la solidaridad de los ciudadanos como en el caso de los padres de Nadia puede causar un gran problema a muchas familias que sufren estas enfermedades. 

Hay algo más que no debemos pasar por alto. Lo peor de estos casos está en que a pesar de que podamos detectar la causa de la enfermedad, en la mayoría de los casos no hay cura y solo se puede acudir a tratamientos paliativos de los diferentes síntomas. Como, por ejemplo, en el caso de las enfermedades causadas por déficit en la síntesis de coenzima Q en las que hemos trabajado en el grupo de investigación donde, tras años de investigación y el desarrollo de diferentes estudios clínicos, se ha aceptado ya el uso del tratamiento de estos pacientes con suplementación con coenzima Q10 para paliar parte de sus síntomas (http://www.ciberer.es/noticias/ubiquinol-designado-medicamento-huerfano-para-el-tratamiento-de-la-deficiencia-primaria-de-coenzima-q10). La naturaleza genética de estas enfermedades imposibilita totalmente la curación ya que todas las células del paciente la presentan y no se puede cambiar un trozo de ADN mutado por otro sano en todas ellas. Solamente en el caso de las células que fabrican nuestra sangre, las células madre de la médula ósea, habría posibilidad de cura ya que bastaría con eliminar todas las células del paciente y reponerlas con las células de un donante de médula ósea para eliminar el problema. Pero esto solo funciona en el caso de enfermedades en las que solo estas células de la sangre son las que están afectadas. 

Entonces, se preguntarán ustedes para qué investigar tanto si no hay cura. Por varias razones. La primera porque, al ser enfermedades genéticas, podemos adelantarnos y asesorar a las familias para que opten por reproducción asistida en la que se seleccionen aquellos embriones carentes de mutación y, por tanto, sanos. La segunda para conocer mejor nuestra propia naturaleza y para qué sirve cada uno de nuestros genes y así poder adelantarnos a un posible caso nuevo. 

Conocer estas enfermedades nos permitirá poder abordar nuevas terapias para poder eliminarlas. Recientemente, en Reino Unido, se ha realizado una terapia experimental novedosa para eliminar la enfermedad de una pareja cuyos hijos iban a sufrir enfermedad mitocondrial. Las mitocondrias se heredan de madre a hijos, los padres no transfieren sus mitocondrias al nuevo individuo, solo las madres por lo que algunas enfermedades están asociadas al ADN que las mitocondrias tienen en su interior y que las madres transfieren a sus hijos. En esta terapia se tomó un óvulo de una donante sana y se le retiró el núcleo. Posteriormente se le insertó el núcleo de la madre biológica pero carente de las mitocondrias defectuosas y el núcleo del esperma del padre. En consecuencia se desarrolló un hijo sano con la información genética de sus padres y las mitocondrias sanas de la donante del óvulo y, por tanto, sin enfermedad mitocondrial (https://www.sciencenews.org/article/three-parent-babies-explained). Para desarrollar una técnica como ésta hay que conocer cómo son estas enfermedades y así poder poder diseñar cómo podemos actuar contra ellas. 

El caso de los padres de Nadia ha sacado a más a la luz la problemática de las enfermedades raras y su complejidad. Podemos sentirnos defraudados, tenemos derecho a ello, pero no podemos dejar de apoyar a tantas familias que sufren todos los días. Especialmente si sabemos en qué consisten estas enfermedades.