Efectos de la pandemia en la ciudad

Mensaje de los romaníes al Ayuntamiento: "Necesitamos que nos deje salir de nuevo a la calle"

La Cruz Roja reparte alimentos donados por empresas cordobesas, pero esa ayuda, como ellos dicen es 'pan para hoy y hambre para mañana'

"Lo único que le pedimos al alcalde (José María Bellido) es que nos deje salir de nuevo a la calle". Ése es el sentir general de las 70 personas del asentamiento del Cordel de Écija, donde viven en chabolas de madera, hierro y algunas con bloques de cemento, sin agua corriente ni luz y rodeados de una peligrosa vegetación que día a día con el calor se va secando y que para julio próximo será un auténtico peligro de cara a un nuevo incendio en el interior del recinto, como el ocurrido en marzo de 2016.

Esta misma mañana han recibido la visita de voluntarios de la Cruz Roja que han repartido alimentos, tras un estricto control de identificación de todos los receptores de la ayuda, consistente en dos garrafas de agua y un abundante paquete de comida por familia que ha sido donada por empresas cordobesas.

Reparto de comida de la Cruz Roja en el campamano del Cordel de Écija 18

Y lo agradecen mucho; en el alma, pero no es eso lo que quieren. "Necesitamos volver a hacer nuestro trabajo de recogida de chatarra en la calle y que nos han dicho en varias ocasiones que no lo hagamos e incluso hay personas que tienen multas costosas por tratar de ganarse la vida", indica Coman Tanţa, que habla en correcto castellano en nombre del colectivo. Y se nota cierta autoridad en esta mujer menuda y con canas en el pelo, porque el resto asiente a sus palabras.

O eso, o que la ayuda venga en forma de dinero directamente, y la explicación tiene su cierta lógica. "Muchos de estos alimentos se estropean enseguida nada más abrirlos, porque no tenemos con qué conservarlos y en lugar de tirar tanta comida, que es un desperdicio, sería mejor que nos dieran cantidades pequeñas para ir comprando lo que realmente necesitamos para el día a día". Dicho de otro modo, la comida es "pan para hoy y hambre para mañana".

Reparto de comida de la Cruz Roja en el campamano del Cordel de Écija

Y es que están siendo meses realmente penosos. Donde ha habido de todo. Desde inundaciones con las últimas lluvias , cuando el agua entró en las chabolas hasta media pierna y anegó los huertos que tienen para consumo de verdura fresca pudriendo todo lo plantado y estropeando también la "gasolina que fabricamos con agua", hasta un sol de justicia que ya empieza a convertir en polvo la tierra perteneciente a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir donde están asentados junto al río y que alienta la sed.

Precisamente, ese detalle es el que impide a Sadeco poder desbrozar esa vegetación que puede convertirse en pasto de llamas con el calor. "Sadeco nos ha dicho que no pueden venir a limpiarlo porque es de Confederación y que los hagamos nosotros, ¿pero con qué?", se preguntan indicando que no tienen material para eliminar el riesgo.

Reparto de comida de la Cruz Roja en el campamano del Cordel de Écija 24

Nada más llegar al campamento, los vehículos de la Cruz Roja se alinean unos junto a otros para establecer una triple fila: El primer vehículo es donde se practica el control de identidad. Se hace a través de una voluntaria rumana, Štefánika, que hace las veces de traductora para los casos en los que el castellano aún no ha calado. El siguiente vehículo descarga una determinado tipo de material y el tercero, otro con los que que conformar los paquetes completos.

Los voluntarios están acostumbrados a este trabajo. Hoy visitan dos asentamientos; hay días en los que se llega a tres o incluso cuatro.

Reparto de comida de la Cruz Roja en el campamano del Cordel de Écija 23

Y su llegada es muy bien recibida. Son todo sonrisas y afecto. Agradecimiento de verdad, del que no se disimula ni se sobreactúa. Cuando hablan entre ellos es muy fácil captar palabras similares al castellano (no en balde, ambas lenguas maman directamente del latín), pero de cuando en cuando aparecen fonemas de corte eslavo, como el 'da' ruso para afirmar.

"¡Mira qué vehículo, tiene la ITV y todo!", nos indica un hombre con un gran sentido del humor. Los carritos que se usan para la recogida de chatarra se utilizan ahora para cargar los alimentos y repartirlos entre las chabolas que hay al fondo del campamento, que, por cierto, salvo algunos rincones puntuales, está bastante más limpio de lo que uno podría imaginar. Lejos, por ejemplo, del asentamiento que también salió ardiendo en la antigua Pérez Giménez, donde absolutamente todo el suelo estaba cubierto de basuras, ropas y todo tipo de material acumulado bajo un extraño 'síndrome de Diógenes'.

Reparto de comida de la Cruz Roja en el campamano del Cordel de Écija 6

El del Cordel de Écija presenta otro aspecto; no reluciente, pero sí algo más cuidado. Es, de hecho, su hogar y allí tienen que convivir varias familias que no tienen parentesco. Y lo mejor es llevarse bien y tratar de vivir de la mejor manera posible.

Pero por mucho que lo intenten, a menudo se topan con la incomprensión de la sociedad. "Mi hijo tiene tres carreras, pero sólo le han contratado de forma temporal y ahora está en el paro y sin trabajo", asegura Coman Tanţa. Otros, como es el caso de Marian, un hombre que lleva cinco años tocando con su acordeón en el Puente Romano, asegura que está siendo acosado por un agente de la Policía Local, "no todos, sólo ése, que actúa como un racista, porque cada día que me ve me pide la licencia y ya me conoce perfectamente, mientras que a otros que sabe también que no tienen licencia, hace la vista gorda".

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Habla también con giros castellanos, porque lleva unos 12 años viviendo en Córdoba. De hecho, su sentir está entre dos aguas, porque consideran que España los ha recibido bien, pero constantemente añoran (similar a la morriña gallega) su cuna. Un sí, pero no. Un soy rumano, pero me gusta mucho España.

En su caso concreto, reconoce que estuvo dos años tocando sin licencia y que en esa ocasión le quitaron el acordeón y el amplificador que usa, y "tuve que pagar 400 euros para recuperarlos". Pero ahora lleva tres con su correspondiente licencia, y en una ocasión ese mismo agente, "insisto sólo uno, porque con los demás nunca he tenido problemas", le llegó a quitar el papel y lo guardó en el coche patrulla. "¿Por qué? ¿Qué le he hecho para que me impida trabajar y ganarme la vida?".

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Marian tiene un tumor en la cabeza, Coman sufre de cáncer de pecho, hay otra mujer enferma del corazón y lo tienen algo más complicado para regresar a la vida 'normal', pero el resto, entre jóvenes, niños que hablan con acento cordobés y otros no tan jóvenes (o mejor dicho algo ajados por la vida que llevan), están deseando que alguien les diga que pueden regresar a la calle a ganarse el pan.

Según ha explicado Lola Casares, trabajadora social encargada del Programa de Integración de Personas Inmigrantes de la Cruz Roja, las necesidades de estas personas son las básicas, alimentación y agua potable, y en el día de hoy se ha entregado a cada adulto verdura, fruta en lata, magro de cerdo, arroz, azúcar, leche y dos garrafas de agua de 8 litros cada una. Un lote que varía dependiendo del tipo de personas que se van a atender, su numero y, por supuesto, la donación que se haya hecho.

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La labor principal de estos romaníes es dedicarse a la chatarra, la compraventa de animales, en menor medida la mendicidad y últimamente trabajan cada vez más en las campañas agrícolas como el ajo en la actualidad.

"Cuando comenzó la alarma, contactamos con ellos por teléfono y les explicamos lo que estaba pasando y lo que debían hacer y desde entonces han estado confinados, de ahí la ayuda que les estamos entregando", asegura Casares, quien ha añadido que Cruz Roja lleva unos 10 años trabajando con el 'colectivo invisible', que es aproximadamente el tiempo que muchos de ellos llevan ya viviendo y trabajando en Córdoba. Y eso implica una par de salidas a la semana, además de cubrir ciertos servicios en la provincia cuando se hace necesario.

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