La psicóloga cordobesa Rocío Almedina Gutiérrez ha explicado que a dos años del confinamiento al que se vio obligadotodo el mundo cuando sorprendió la pandemia de la Covid-19, aún se observan muchos de los efectos que este hecho provocó en la población en general, y en particular en las personas que anteriormente ya sufrían alguna patología; como trastornos de ansiedad, depresión, estrés postraumático, fobias (especialmente la fobia social, al contagio y a la muerte), entre otras patologías. Los síntomas de estos trastornos aumentaron en general, y era lógico, ya que un cambio brusco siempre provoca estrés y éste agrava cualquier patología.
Lo particular de este cambio es que era para todo el mundo por igual, por lo que el apoyo emocional, tan necesario en estos casos era difícil recibirlo, de las personas cercanas, porque pocos estaban en condiciones de ofrecerlo con la naturalidad que se necesitaba.
En este tiempo, se ha observado un aumento del trastorno delirante, que se caracteriza por la presencia de ideas falsas, distorsionadas y persistentes que se mantienen por la poca información que se puede conseguir en contra de estas ideas.
En este caso, la temática ha estado asociada con ideas distorsionadas sobre la pandemia, quizá por la contradictoria y controvertida información que en los primeros meses de la pandemia estábamos recibiendo, debido al desconocimiento. Los efectos de este trastorno fueron de los más serios, ya que puede provocar ideación recurrente suicida, e incluso los efectos fueron más allá, en lamentables ocasiones.
Todavía hoy en día, en las consultas de psicología "estamos recibiendo un aumento de pacientes cuyos problemas o patologías se han visto agravados por la pandemia y los efectos colaterales de ésta. Todas las personas coinciden en que sus relaciones sociales y familiares se han visto erosionadas y resentidas, y es que, como decía el escritor Charles Dickens somos animales de costumbres", asegura.
Y cuando esas costumbres se cambian, "nuestro estado de ánimo se vuelve más irascible, afectando a las relaciones con los demás", añade. Por otro lado, el confinamiento, que tan largo se nos hizo, también hizo mella en el comportamiento como se ha visto, por ejemplo, en casos como la fobia social, "y es que la soledad tiene algo de adictivo, advierte. El doctor Carl Jung decía que la soledad es peligrosa, es adictiva. Una vez que uno se da cuenta de la paz que hay en ella, ya no se quiere lidiar con la gente.
Todo esto hace que cueste más quedar con los demás, así que el plan para salir fuer a tiene que resultar realmente muy atractivo.
Efectos en los ancianos
En las personas de mayor edad este comportamiento, precavido y retraído, a día de hoy en parte sigue presente, quizá por ser un grupo más vulnerable al virus o simplemente porque en dos años una persona mayor que rompe sus rutinas y las cambia por una pasividad forzosa, inevitablemente pierde fuerza física y la consecuente falta de energía, lo que redunda en un bajo estado de ánimo.
"Lo cierto es que debemos habituarnos a la realidad que tenemos, la vida no espera por nadie, es importante retomar una actividad normal, con las debidas precauciones, pero con la mayor normalidad posible; la mayoría ya lo ha hecho", indica.
"Es a las personas con trastornos psicológicos, como hemos dicho anteriormente, como ansiedad, depresión, fobias, trastorno de estrés postraumático o trastorno delirante a quienes les está costando algo más. Esta adaptación será un proceso que se debe transitar, y con una buena ayuda psicológica, sin duda, se conseguirá".
La doctora Almedina lleva 15 años a la vanguardia de la psicología en Córdoba capital, con consulta en la Avenida de la Libertad, 8.
