Cada mensaje inesperado que me mandabas significaba retroceder tres escalones, o puede que más, no te voy a mentir.
Incluso reconozco dejarme la vida en uno y volver a la casilla de salida. "¿Por qué no volvemos?" Me mandaste sin más.
No sabes cuántas veces me lo he preguntado, ni cuántas noches te he escrito ese mensaje y he acabado borrándolo.
Cómo hubiera recorrido cada kilómetro en mi coche hasta llegar a ti y acabar riéndonos por darte cuenta de lo mal que sigo conduciendo. Tú sabes que a mí siempre me ha gustado más ser tu copiloto y no dejar acabar ninguna canción.
No ha cambiado nada.
Esa noche, cuando lo leí, me di cuenta de que por más años que pasen y por más personas que conozcamos nunca vamos a volver, porque tú y yo nunca nos separamos. Ni siquiera aquel día.
Perdóname por no contestar cada mensaje que me mandabas en forma de bala, porque te aseguro que acababan conmigo.
Hoy tengo la respuesta a todos, pero prefiero hacerte una pregunta: ¿por qué no volvemos?
SONIA VERA SANTIAGO