Opinión

¿Por qué vienen?

Es realmente vergonzoso que tenga que aparecer el cadáver del pequeño Aylan flotando en el mar para que el mundo entero se despierte y conozca una realidad que ya venía pasando en Siria desde inicios de 2011, que se cobró la vida de 240.000 personas, y donde los niños son las principales víctimas. Según ACNUR, murieron 10.000 menores y 5,5 millones de personas fueron desplazados de sus hogares. Parece ser que lo que no logró la política y los políticos, lo consiguió un niño a costa de su propia vida, obligando a abrir los ojos y los corazones del mundo hacia una guerra olvidada y una población de inocentes masacrada, que se convirtieron en blancos del Estado Islámico, de otras facciones y milicias y de los barriles Bomba del Gran Dictador.

Las guerras en los países árabes suelen durar décadas sin solución aparente. El Gobierno sirio de Bashar al Assad, aferrado al poder militar que lo sostiene, intensifica cada vez más los bombardeos indiscriminados en los últimos intentos de continuar defendiendo fronteras ya inexistentes tras años de conflicto bélico. La Primavera Árabe puso en movimiento nuevas fronteras en los países de Medio Oriente y nadie puede predecir qué o cuándo terminarán esos enfrentamientos armados, donde cientos de facciones buscan marcar nuevos territorios, mover fronteras y reivindicar nuevos dominios.

Miles de sirios ya han huido de su país, dejándolo todo atrás en busca de auxilio y protección en Europa, y en otras partes del Mundo. Viven en campamentos precarios de naciones vecinas, algunas igualmente inestables, como el Líbano, con más de cinco millones de personas sirias acogidas. Es una de las mayores tragedias humanitarias que están amenazadas por el olvido perverso que se practica en la geopolítica mundial.

Europa y los Estados Unidos vuelven a apostar por gobiernos de dictadores, corruptos y dinastías impuestas para frenar el éxodo de refugiados y dar estabilidad a los intereses occidentales en la zona. En la actualidad, Europa da tumbos ante la presión de miles de personas llamando a sus puertas pidiendo asilo y refugio, mientras intenta consensuar estrategias políticas y estratégicas en este mortal juego de intereses políticos entre una opinión pública favorable a la acogida de refugiados y un proyecto europeo que empieza a resquebrajarse por todos los frentes. Un proyecto político marcado por la gravísima crisis económica, política y social que margina a Europa como actor influyente en los conflictos árabes, y se convierte en mero observador viendo cómo cada día llegan historias de familias que, tras huir de la guerra, se enfrentan a sus leyes injustas, a sus diferencias y a un trato degradante. Contemplando cómo miles de personas se ahogan en sus playas. Y la pregunta es obligada: ¿Ha servido de algo el sacrificio de millones de personas en las primaveras árabes y la confrontación con sus verdugos y regímenes dictatoriales para volver de nuevo al punto de partida?

Y mientras tanto, cada día nos llegan historias de familias que, en su huída de las atrocidades bélicas, se topan de frente con una Europa de leyes injustas y trato degradante.