Opinión

¿La mano o la espada?

El terrorismo ha vuelto a golpear. Esta vez, son los mismos hijos e hijas de Francia quienes atentan contra sus inocentes conciudadanos. Una actitud sangrienta que no se entiende bajo ningún concepto, ni tiene justificación ninguna, si no fuera por la acción intencionada que pretende confundir el Islam con el terrorismo, y permitir que algunos políticos aprovechen esta horrorosa situación para recuperar su deteriorada popularidad en las encuestas, anunciando guerras y más sufrimiento.

Más allá del drama, está claro que la lucha contra esta barbarie sin razón es una cuestión urgente y obligada. Una lucha que debe ser estructurada y bien pensada, pero sin estigmatizar a millones de pacíficos musulmanes de Europa y del mundo para evitar caer en un absurdo paralelismo entre terror y religión. No se debe sospechar ni sentenciar a todo musulmán por el simple hecho de serlo; no se puede hablar de guerras contra el islamismo; no se tiene que investigar y perseguir sin razón a toda persona con nombre árabe o musulmán; es incoherente coartar la libertad de expresión, la práctica religiosa o la libertad de culto. Argumentos todos ellos susceptibles de ser utilizados por los mismos asesinos para seguir radicalizando a los Hijos de Europa contra Europa.

Debemos vigilar que nuestros  jóvenes procedentes de generaciones de inmigrantes se replieguen en la identidad religiosa como único recurso salvador, ante la marginalidad, el paro, el fracaso escolar y la exclusión, y que sean fácilmente influenciables por los adoctrinadores fanáticos de cualquier tipo de ideología.

¿Cabe luchar contra el terror utilizando el mismo terror y las bombas? Bombas que, por su absoluta falta de inteligencia, no llegan a distinguir entre buenos y malos; bombas que acabarían con poblaciones de inocentes víctimas que llevan años sufriendo el terror de los mismos y que llegan a una Europa que les niega auxilio y protección, y siembran la confusión y la duda entre si son refugiados o terroristas. ¿Acaso estos niños y niñas que padecen por el frío y el hambre en las fronteras, que perecen atrozmente ahogados para alcanzar las puertas de Europa, son terroristas? ¿Acaso la generosidad europea y la subasta de refugiados acabó en París el 13N para bien de  los mandatarios europeos? Mismas víctimas, de los mismos fanáticos, siguen agolpándose ante los muros de las fronteras y las contradicciones de Europa.

No se necesitan más guerras ni más sufrimientos para acabar con el terror. No caben decisiones en caliente, ni alianzas precipitadas; no caben guerras justificadas, porque no existen. Debemos actuar desde la diplomacia y desde el diálogo internacional. Contra el terror, más libertad, más democracia, más justicia y más Estado de Derecho. Eso sí, porque es el único arma que temen los fanáticos.  

Yo Soy París. Pero soy también Siria, Túnez, Libia, Mali, Afganistán, Irak.

¿Estaremos dispuestos a sacrificar uno de los pilares de la democracia europea, la libertad y el derecho a la intimidad, a costa de la seguridad?

¿Estaremos dispuestos a reconocer los errores cometidos en el pasado para actuar directamente sobre las raíces del problema desde la diplomacia, la solidaridad y la inteligencia internacional?

¿Estaremos dispuestos a reconocer el error en Irak, Siria, Libia, Yemen o Túnez para consensuar una respuesta adecuada al terror?

¿Estaremos dispuestos a reconocer las fracasadas políticas de integración en Europa de las minorías que segregan entre auténticos europeos y falsos europeos para construir una Europa diversa y una ciudadanía verdaderamente europea?

¿Seguiremos dejando a jóvenes de generaciones de inmigrantes que se replieguen en la identidad religiosa como único recurso salvador, ante la marginalidad, el paro, el fracaso escolar  y la exclusión y fácilmente influenciables por los adoctrinadores fanáticos?

Para actuar contra el terror, no caben decisiones precipitadas, ni alianzas urgentes. No caben guerras justificadas. Es un sinsentido. Debemos actuar desde la diplomacia y desde el diálogo. Contra el terror no cabe más que la libertad y el fortalecimiento de la democracia y el Estado de Derecho. Eso sí que es el arma eficaz contra el terrorismo.

Yo Soy París. Pero soy también Siria, Túnez, Libia, Mali, Afganistán, Irak.