Opinión

Invisibles

Son los invisibles, personas que deambulan en la calle porque lo han perdido todo, en un mundo violento y desigual. Personas olvidadas, abandonadas a su suerte, golpeadas por un sistema atroz que no perdona al más débil, el sistema  que les obligó a abandonar sus hogares y a quedarse sin nada, son los "Sin Hogar", o los llamados "Sin Techo".

Son los más pobres de la calle, los que duermen en bancos en parques y jardines, los que duermen en cajeros automáticos para resguardarse del frío de la noche y protegerse de la indiferencia de la sociedad,  los que tienen que mendigar para sobrevivir, detrás de un trozo de cartón donde pretenden, con frases sencillas describir lo que sienten, tocar la sensibilidad, atraer la mirada de unos peatones que no quieren mirar, pretenden buscar un corazón cálido, o una mente solidaria. Víctimas del hambre, de las enfermedades, a solas con la soledad y de la desesperanza.

Aunque el estado cifra en 23.000 las personas que viven en la calle, las ONG elevan la cifra a más de 40.000 personas, sin contar el más de millón y medio que vive en infraviviendas y chabolas. Sin embargo, el Gobierno no pone freno a esta injusta situación, parece obvio que este tipo de datos son los que un Gobierno se aferra en esconder o, al menos en maquillar y el número de sin techo ha aumentado en lo que llevamos de año.

El Gobierno no pone freno a esta injusta situación, y maquilla unos datos que demuestran que el número de sin techo ha aumentado en lo que va de año

A veces son victimas de agresiones sin motivo, por desalmados llenos de odio, motivados por la "Aporofobia", aquel sentimiento difuso de rechazo al pobre, al desamparado, al que carece de salidas, de medios y de recursos.
Resignados ante su suerte, ni siquiera les alcanza la voz para reclamar aquello que la vida les arrebató, sienten la frustración y la impotencia, cuando intentan reconciliarse con un sistema sin piedad. Llegan a sentir el odio hacia sí mismos, hacia un sistema cruel que les aparta continuamente. Sienten lo frágil que es su mente y sus emociones, sin el soporte de una familia y sin el apoyo de un hogar, experimentan lo rápido que uno puede deteriorarse, cuando está apartado sin familia ni comunidad. Buscan reconciliarse con sí mismos, y con la soledad.

El futuro consiste, sólo, en que comer y donde dormir el día de mañana. Esta es la realidad de los "Sin hogar", los resignados ante la sociedad y ante la política, los que están allí, pero que no se ven.

No podemos olvidar, ni mucho menos, ser felices mientras estas personas deambulen por las calles. Es cierto que, a nivel individual, sólo cabe la limosna por nuestra parte: pero no hay que olvidar que las administraciones son las que deben tener los mecanismos adecuados para afrontar esta realidad, sobre todo los ayuntamientos con administraciones cercanas: que deben movilizar más allá de albergues, o comedores municipales, los recursos suficientes para abordar esta realidad.