Opinión

A cuenta del ingreso mínimo vital

A nadie se le puede escapar hoy, ni puede poner en duda, que la pandemia Covid-19 ha marcado un antes y un después en nuestra forma de vida, en nuestras relaciones sociales y laborales.

¡Nada volverá a ser como antes!  Nos aferrábamos cada día, en la búsqueda de nuestro propio desarrollo personal, familiar, cultural y económico. Ahora nos toca reinventarnos, nos corresponde avanzar en nuevas realidades y desafiantes retos para nuestra sociedad.

En tiempos ya muy lejanos el maestro Kong, más conocido como el filósofo Confucio, ya entendía y reflexionaba sobre la capacidad de adaptarse a los cambios, en lo que debiéramos entender como un requisito previo para el avance.

La ya destacada influencia mundial de China, en muchos ámbitos como el económico, tecnológico y de digitalización, es una realidad objetiva y para la que tenemos que estar preparados. 

El sabio chino, recoge en una de sus citas más célebres: “Así como el agua toma la forma del recipiente que la contiene, un hombre sabio debe adaptarse a las circunstancias”. 

Esta crisis nos trae una enseñanza individual pero sobretodo una adecuación y conversión como comunidad: la necesidad de hacer que la colectividad prime sobre la individualidad.

Eso también, lo hemos aprendido con nuestro enemigo el virus, ante grandes desafíos hay que estar unidos como país y como europeos. De esta manera,  tendremos más garantía de éxito.

Para que esa fuerza alcance los máximos en Newtons no se puede (sería un gravísimo error y el precio a pagar sería demasiado caro) dejar a nadie atrás, debemos minimizar al máximo que pudiera darse esa posibilidad.

El ingreso mínimo vital como solución y medida permanente en los hogares, llamando a la puerta de quienes más lo necesitan y además con incentivos e itinerarios que permitan la rápida incorporación, a un nuevo mercado de trabajo que conlleva nuevas reglas de juego, nos dará la fuerza, los medios y la unión para responder a esta situación, a la que nos tenemos que enfrentar, con sabiduría y decisión.

España necesita con urgencia echar cuentas, si queremos adaptarnos cuánto antes al nuevo marco de convivencia, de relaciones, de oportunidades y libertades. Tenemos la obligación de hacerlo con firmeza, para combatir los desafíos a los que nos vamos a enfrentar y a los que hay que atender ya, en este preciso momento y en tiempo presente. Ha llegado el momento de actuar, no hay más tiempo que perder.

Esta crisis nos ha demostrado también el valor de lo público ante los retos y contingencias que afectan a todos y la capacidad de nuestro Sistema de protección.

El necesario rumbo de adaptación a una nueva normalidad no puede dejar a nadie atrás para no dejar caldo de cultivo a la desafección ciudadana para con la corresponsabilidad exigida en este nueva situación.

Los Newtons, a los que hacía antes referencia, de un país avanzado y comprometido con todas las personas que habitan en él, sin excluir ni dejar atrás a nadie, se miden en parámetros de igualdad esto es algo empíricamente demostrado, así lo declaran actuaciones como las de los países nórdicos, centroeuropeos o nuestros vecinos Francia y Portugal.

A cuenta, invirtamos a cuenta de lo público y del interés colectivo y cuestionemos ese debate únicamente del coste y/o de alma caritativa porque quizá estén ahí las perdidas más descomunales en tiempos como los actuales.

Como dijo Willy Brand: “…permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que le siguen…”.

Aportemos a la renta de bienestar, igualdad y futuro de las generaciones venideras, hagámoslo a cuenta, quizá nos salga rentable.