Opinión

Mujeres esenciales

Si algo ha puesto de manifiesto esta maldita pandemia es que las mujeres son esenciales, y no digo el trabajo de las mujeres, que por supuesto, sino las mujeres, en todas sus dimensiones. Y sin embargo, a pesar de haberse echado a la espalda el cuidado de menores y mayores y de ocupar muchos de los trabajos considerados esenciales –en el sector alimentario y de cuidados, principalmente-, las mujeres han vuelto a ser las más perjudicadas por la crisis económica que ha generado la situación sanitaria.

La pandemia ha supuesto una involución en el camino hacia la igualdad real ya que ha vuelto a ser la mujer la primera expulsada del mercado laboral, la que otra vez se ha echado a las espaldas el cuidado de los menores y de las personas dependientes y la que ha vuelto al hogar. En Córdoba, de las xxx personas en desempleo registradas en febrero, el 5x,xx% son mujeres. Hay casi 16.000 mujeres más paradas que hombres en nuestra provincia. De los 446.155 contratos realizados en 2020 en la provincia, 160.780 fueron firmados por mujeres, es decir, el 36%, bastante lejos del 50% y de las 442 excedencias para cuidado de familiares solicitadas solo 39 (el 8,8%) corresponden a hombres.

Hay más: El salario medio de la mujer cordobesa es de 13.440 euros anuales, 3.723 euros menos que el de los hombres cordobeses, y ellas copan los contratos temporales y a tiempo parcial y los puestos más bajos del escalafón y todo ello se traduce en cotizaciones más bajas que a su vez repercuten en las cuantías de las prestaciones que perciben por desempleo, enfermedad, etc., pero también en las futuras pensiones.

Otra de las cuestiones que ha evidenciado la pandemia es que sectores altamente feminizados y precarios como el de los cuidados o la alimentación, son esenciales para la vida y como tal han de ser reconocidos. Hay que revalorizar esos sectores y devolverle todo lo que están haciendo, arriesgando sus vidas en algunos casos, en mejores condiciones laborales y salariales.

Este 8 de marzo celebramos el Día de la Mujer, que nació como Día de la Mujer Trabajadora, y no podemos perder de vista esa dimensión, la del trabajo, tan fundamental para lograr la igualdad real entre mujeres y hombres. Sin empleo y sin la independencia económica que proporciona el trabajo, la mujer no puede ser verdaderamente libre. La discriminación de la mujer en el acceso al empleo, y a la hora de mantenerlo, se mantendrá mientras no se promueva una corresponsabilidad real y un compromiso por la igualdad de oportunidades y derechos. De ahí la importancia de los Planes de Igualdad en las empresas porque son un vehículo fundamental para la corresponsabilidad y la conciliación.

Urge promover un cambio de concienciación, un cambio de percepción del empresariado hacia la mujer. Sin ese cambio de mentalidad las mujeres seguirán accediendo a puestos de trabajo de menor cualificación porque no tienen las mismas posibilidades de promoción que los hombres al tener que parar en la edad fértil para tener hijos o por el cuidado de familiares o personas dependientes, y seguirán siendo las que copen los empleos más precarios, más temporales y peor remunerados.

Ese cambio no llegará por si solo. Hay que impulsarlo, y en eso tienen un papel primordial las administraciones. Las administraciones tienen que legislar para promover mayor corresponsabilidad, por ejemplo, ampliando los permisos de paternidad y que no tengan que ser compartidos con el de maternidad o “premiando” a las empresas que promuevan la igualdad en su plantilla, tanto en la conformación de las mismas como en los permisos para el cuidado de hijos e hijas y mayores, o a las que mantengan el empleo de mujeres tras la maternidad... hay muchas acciones que se pueden poner en marcha para que, por fin, la igualdad entre mujeres y hombres no sea solo un derecho sobre el papel, sino un derecho disfrutado y efectivo.