Opinión

Merendando en el parque

Si pasean una tarde por su ciudad, por su barrio, por su pueblo y se detienen frente a un parque donde juegan niñ@s es posible que puedan contemplar una estampa si es que no la observaron ya en cualquier otro rincón.

Es una escena curiosa, puede que graciosa o divertida con la que podemos compartir alguna charla o risas con nuestro compañero de paseo, pero que en la gran mayoría de las ocasiones desconocemos la trascendencia que puede tener en un futuro no tan lejano.

Observarán una madre o un padre que persigue insistentemente a su hij@ con el único objetivo de que meriende mientras él/ella juega y se divierte con sus amigos. El progenitor suele llevar en la mano un potito de fruta con su cuchara correspondiente o un zumo envasado con pajita. Si es algo mayor, un bocadillo que pacientemente va troceando en pequeños bocados, o cualquier otro ágape que obedezca al gusto de su hij@.

El peque no es consciente de la conducta que lleva a cabo (remítase al título del artículo), puesto que está más interesado en el castillo de arena que están construyendo entre varios amigos, por tanto tampoco le podremos atribuir sus consecuencias. En ningún momento, esa conducta, podrá inhibirla porque el progenitor utiliza distractores para que no pueda hacerlo. Nunca identificará si sus comportamientos se adaptan a las situaciones puesto que seguirán dándole la merienda aunque se levante, cambie de sitio o de actividad. Le va a costar distinguir si el contexto donde desarrolla sus comportamientos son adecuados, puesto que está merendando en el parque y no en casa y puede que gestione mal su tiempo ya que lo importante, para sus padres, es que meriende,  no que lo esté haciendo a las siete de la tarde.

Al final analizamos la situación y observamos que el niño o niña está haciendo lo que quiere (merendar. Cuando debería de estar jugando, al menos ese objetivo tienen los parques. Si fueran para merendar en vez de columpios tendrían mesas y sillas), dónde quiere (en el parque. Cuando todos conocemos que en nuestros hogares hay un espacio que se llama comedor), cuaádo quiere (a las siete de la tarde.  Aunque seamos españoles se me antoja tarde ese horario para un niño), cómo quiere (con alguien para poder hacerlo.  No tiene nada claro a qué edad sus padres le darán independencia para algo tan básico como la conducta alimentaria) y con quién quiere ( sus padres. Sí, porque cualquier otra persona quizá no aprobaría esta opción. Bueno, la abuela sí).

Realmente puede que la escena la observe como simpática, divertida, jovial, claro es pequeñ@, sólo tiene 2 ó 3 ó 5 años. Ya cuando sea mayor….

Pues será algo mayor, no mucho más, y seguirá haciendo lo que siempre hizo. Lo que ocurre es que en la adolescencia ya no resulta simpático, ni siquiera en la pubertad es divertido y en la juventud será lo que desencadene en situaciones de conflicto a nivel familiar.

Que aquel niñ@ hoy exija e incluso imponga la hora de llegada un sábado por la noche, que vuelva a la hora que le plazca en condiciones no muy dadas al diálogo, que la mañana siguiente una discusión acabe con otro domingo más en familia, que casi convierta en una obligación comprarle el último grito en tecnología, o no tener ni la más mínima idea de cuál es su círculo social es como merendar en el parque, hacer lo que quiere, dónde, cuándo, cómo y con quién quiere. Por tanto es sorprendente cuando algunos padres no entienden qué les ocurre a sus hij@s o tratan de buscar en el tiempo en qué momento se desviaron del camino que ellos le marcaron o se agarran a "que la adolescencia es muy mala", "todo fue a raíz de conocer a fulanito", "le ha venido muy mal el paso al instituto", bla, bla, bla.

La crianza de nuestros hijos comienza desde el momento en el que proyectamos ser padres, que suele ser bastante antes de engendrarlos. Continúa asumiendo nuestras responsabilidades sobre ellos y su desarrollo no sobre la falsa felicidad que pretendemos conseguir a través de ellos. Prosigue renunciando a algunas cosas porque nos llevarán a otras que perseguimos. Sigue avanzando porque miramos más dentro de nosotros que en el exterior y evoluciona de manera constructiva al ir asumiendo que en la crianza, la disponibilidad es una opción y no una obligación.

Merendar se merienda, en este país, entre las cuatro y las cinco de la tarde, sentado a la mesa, en el comedor y con la ayuda justa, que en muy poco tiempo debe de ser ninguna. Ése es el principio de un camino que puede llevarnos a que, lo que un día fue un proyecto de vida, no se convierta en una fuente de conflictos.