Opinión

Zoonosis, pandemias y fiestuquis

Pese a llevar más de un año sufriendo una pandemia, y a la vista de los comportamientos de algunos, creo que aún no nos hemos enterado del todo a qué nos enfrentamos.

Los virus son muy simples, no tienen patitas, ni garras, ni dientes. No nos esperan en las esquinas o detrás de un árbol agazapados, esperando saltar a nuestras gargantas. No hacen vuelo dirigido como los patógenos de Alien entrando por narices, orejas o bocas. No, no hacen nada de eso. Solo pueden pasar de un individuo a otro mediante contacto más o menos directo. La persona contagiada los emite y los no contagiados los reciben, y poco más.

Digo más o menos directo por el simple hecho de que necesitan vías para poder infectar las células. Y, en eso, cada tipo de virus tiene sus estrategias. Los hay que necesitan un vector, es decir, otro organismo que les ayude entrar. Los mosquitos o las garrapatas, por poner algunos ejemplos, son buenos vectores. Los mosquitos transmiten virus como el virus del Nilo Occidental (que ya ha aparecido por las marismas de Sevilla) y sus primos hermanos como el de la fiebre amarilla, Dengue o Zika entre otros muchos. Y las garrapatas transmiten otro virus que también ha aparecido por España, el virus Crimea-Congo que provoca fiebres hemorrágicas con alta tasa de mortalidad.

Otros virus entran en nuestro cuerpo a través de la manipulación o ingestión de alimentos contaminados. Entre ellos podemos encontrar la propia gripe en sus variantes aviares o porcinas, el propio ébola, virus que están provocando importantes brotes en Asia como el Nipah o algunos que han aparecido en Australia como el Hendra.

Otros se transmiten por contacto directo y/o a través de la sangre o por fluídos corporales. Entre ellos, el más conocido, y que también ha creado una pandemia, es el VIH pero también podemos incluir los virus de las hepatitis B o C o la común varicela. Contagiarse por estos virus es más complejo, y sabiendo su forma de transmisión es fácil llegar a medidas preventivas que eviten su contagio.

Y, ya deberíamos tener claro, que otros virus se transmiten por el aire. Esos virus suelen tener una capacidad infecciosa alta y entre ellos tenemos el del sarampión, los de la gripe y catarros y los coronavirus entre ellos. Estos virus solo necesitan una persona contagiada, las partículas que emite al respirar, hablar, gritar, reír o estornudar y un receptor que esté enfrente y reciba las partículas. Obviamente, a estas alturas deberíamos ya saber que estos virus se frenan usando distancia social y mascarillas.

Así que tenemos toda una colección de virus que utilizan diferentes estrategias para infectar nuestras células. La clave: una forma de llegar a ellas, entrar y aprovecharlas para proliferar. Nada más.

Y viene la desescalada y ¿qué hacemos?

Libertad es una palabra muy bonita, pero creo que la acepción de “yo hago lo que me da la gana cuando me da la gana” no es la más adecuada. Ya comenté aquí que una de las características del ser humano es la falta de respeto para con los demás.  Y la libertad termina donde empieza el derecho del otro; pero, al parecer, eso no se cumple cuando uno se lo pasa guay.

Fiestas en Mallorca, estudiantes de bachillerato quemando las neuronas que han usado antes, ahogándolas en alcohol. Macrobotellones y fiestas sin mascarilla y con compartición de vasos y botellas. Una orgía para un virus de fácil transmisión. Conclusión: mil setecientos contagiados y subiendo, once comunidades autonómicas con brotes y miles de contactos directos.  Y entre los contagiados, algunos con la variante delta

No parece que sirva explicar que la variante delta es mucho más contagiosa  que las anteriores. No, no sirve. ¿Eso qué quiere decir?, pensarán. ¿Eso qué tiene que ver conmigo?, dirán. Hasta que se contagian, traen la variante a su familia y amigos y alguno que anda un poquito allá de sistema inmunitario acaba enfermando de forma moderada o grave porque aún no se ha vacunado o solo ha recibido la primera dosis. Alguien aprovechará y dirá, “las vacunas no sirven para nada”. Pero lo que no sirve para nada y, además, es peligroso es montar una fiesta desmadrada en plena pandemia. Pero ¡qué le vamos a hacer! Hay que vivir. 

Y puede ser aún peor. El nene o la nena contagia a mamá, que no está vacunada aún del todo y acaba contagiada. Desarrolla una COVID moderada pero, unas semanas más tarde comienza con mareos, cefaleas, debilidad muscular, dolor muscular, cansancio: tiene COVID persistente  que ya veremos cuándo y cómo se va. Una secuela (¿inesperada?)  de la fiesta. 

No sé, pero me da la sensación de que muchos de los considerados Homo sapiens, han llegado a tal nivel de soberbia, arrogancia o simplemente estupidez que no quieren entender nada de lo que hace un microorganismo patógeno y las repercusiones de las enfermedades que provoca o simplemente les importa un bledo. 

Añadiría que el autodenominado ser supremo de la evolución planetaria se comporta como un auténtico zoquete que no acaba de entender la naturaleza que tanto se jacta de saber manejar. Y terminaría añadiendo que teniendo en cuenta la cantidad de virus diferentes que hay en la naturaleza y que pueden convertirse en zoonóticos, la próxima bofetada que vamos a recibir nos va a poner en nuestro sitio y ese sitio no nos va a gustar absolutamente nada. 

Muchos investigadores ya lo han dicho antes. Lo han publicado, lo han anunciado. Pero se hace oídos sordos. Desde los gobiernos que no quieren ver nada más que sus guerras comerciales y sus elecciones a cuatro años, a los ciudadanos de a pie que consideran que las medidas para prevenir contagios no van con ellos o son un atentado a su libertad. Pues nada, dejemos que la naturaleza siga su curso y veamos a dónde nos lleva.  

Creo la pandemia del SARS-CoV-2 es simplemente un simulacro en comparación con lo que puede venir. Ya se ha publicado el peligro de una gripe H5N1,  un Nipah o cualquiera de sus primos virales que están ahí esperando y que muestran mucha más letalidad. Ya ha habido contagios a personas con estos virus. En estos contagios el virus no ha podido pasar de humano a humano, pero sí pasó de animal a humano. Unos cuantos intentos más, unos cuantos contagios más, unos cuantos cambios evolutivos más, y el paso a contagiar fácilmente lo habrán dado. Entonces, podríamos tenerlo muy crudo.

Pero, nada, a vivir que son dos días. Fiesta, fiesta y fiesta. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Gracias por no entenderlo. Firmado: el coronavirus. 

#Noaprendemos.