Opinión

Toca vacunarse contra la Covid. ¿Y ahora tienen miedo? ¡Venga ya!

Las primeras vacunas contra la enfermedad que nos ha metido en casa, nos ha obligado a llevar mascarilla y evitar los contactos sociales comienzan a ser distribuidas por la población. Comienza la cuenta atrás para retomar una normalidad y unas relaciones sociales perdidas. Por eso me llama mucho la atención que los últimos datos indiquen que más de la mitad de la población española es recelosa con la vacuna y prefiere esperar a que se la pongan otros y ver qué pasa antes de ponérsela ellos o ellas. Tan sólo un 24% de la población acepta ponerse la vacuna de inmediato. ¿No hemos tenido suficiente con lo que hemos pasado y la cantidad de muertos, casi 1.700.000 en todo el mundo? Pues parece que no. O parece que los miedos alimentados por algunos son más poderosos que el miedo a contraer la enfermedad. No lo entiendo.

No hay medicamento contra el virus, no hay forma de evitar la infección y solo optamos a evitar sus secuelas, que veremos cómo van dando la cara en los próximos meses e incluso años, con tratamientos que evitan los síntomas pero no la infección. Frente a eso solo tenemos la vacuna, la única terapia preventiva que ha demostrado la eficacia para eliminar enfermedades completamente como la viruela o la poliomielitis, que casi está erradicada si algunos dejan trabajar a quienes se dejan la vida para llevarla a cualquier rincón del mundo, o el sarampión que podría haber salido ya de nuestra vida si no fuera por una creencia absurda que no ha sido ni demostrada sino todo lo contrario. Pero en toda esta historia los sembradores de pánico tienen más seguidores y más fieles que los que intentan poner el trabajo, el tesón y la ciencia al servicio de la salud de todos los ciudadanos. A estos adalides de la confusión les basta con ponerse delante de una cámara de móvil y soltar una serie de afirmaciones sin argumentos que las apoyen y un par de videos en Youtube. 

Pero, ¿qué más da? Los creyentes son fieles a las creencias y especialmente al miedo. Lo más curioso es que estos creyentes son capaces de meterse por el gaznate lo que el gurú les diga sin pensar y sin preguntar. Muchos de ellos son capaces de tratarse con cualquier mezcla de yerbas o con dióxido de cloro que ni sirve para nada aparte de ser tóxico y un desinfectante altamente reactivo. El gurú lo dice y con eso basta. 

Lo peor de todo es encontrar en los medios a curtidos cirujanos reconocidos por sus hazañas en el quirófano que ayudan a sembrar la duda y el miedo a las vacunas arguyendo que se han hecho muy rápidamente. O biólogos que tienen una reconocida trayectoria en divulgación que alimentan el miedo diciendo que el ARN de las vacunas puede convertirnos en organismos transgénicos. O un investigador que ha publicado un estudio diciendo que una vacuna contra bacterias protege contra el coronavirus en los niños pero, en su siguiente comentario dice que él no se vacuna contra la gripe por prevención. Y decenas de comentarios de sanitarios que dicen que ellos no se vacunan contra la gripe y que prefieren esperar a vacunarse contra la Covid-19. (Me van a permitir no poner los enlaces para no darles más difusión). Con todos estos comentarios entiendo que haya muchas personas a las que les ha asaltado la duda. ¿Está esa duda basada en un peligro real o simplemente en dudas sin fundamento?

Voy a ir por partes intentando desmontar las afirmaciones que estamos escuchando últimamente. 

Voy a esperar a ver qué les pasa a los primeros que se vacunen porque no me fío. Es una de las afirmaciones de moda. Demuestra el miedo a que pase algo, cualquier cosa. Sin embargo, esta afirmación demuestra el desconocimiento sobre el desarrollo de las vacunas. Todas ellas han pasado las tres primeras fases de los estudios clínicos en las que se evalúa la seguridad y la efectividad.  Es decir, que antes que las vacunas lleguen a los ciudadanos, decenas de miles de personas ya se han vacunado y se ha comprobado que no hay efectos adversos. Parece que se nos olvida que los ensayos se han paralizado varias veces al aparecer casos dudosos y que luego los ensayos han seguido ya que se ha comprobado que los casos no tenían que ver con la vacuna. 

La vacuna se ha realizado muy rápidamente, se necesitan años para conseguirlas. En la fase III de los estudios clínicos se prueba la efectividad de la vacuna utilizando decenas de miles de posibles pacientes. En condiciones normales hace falta mucho tiempo ya que los participantes tienen que exponerse al organismo natural y comprobar que los vacunados sufren menos la enfermedad que los que han recibido el placebo. Ante enfermedades graves este tiempo es largo ya que los brotes de estas enfermedades suelen estar localizados y se controlan rápidamente, como en el caso del Ébola. En el caso del SARS-CoV-2, una pandemia mundial ha permitido que hubiese muchos brotes en muchos países que han permitido comprobar la efectividad rápidamente. ¿Habría que esperar más? ¿Cuántos años? ¿Un par más de confinamiento? Ustedes mismos. 

A todo esto no ayudan ciertos titulares periodísticos que anuncian muertes de participantes en los estudios que recibieron el placebo y no la vacuna. Es decir, que sufrieron la enfermedad como lo haría una persona que no participaba en el estudio. Pero, ¿qué más da? El titular es lo que importa.  

La vacuna va a modificar nuestro genoma y nos convertirá en transgénicos. Ya dije en mi anterior columna que esto no ocurre. Es más, todos somos transgénicos, no me cabe la menor duda. Virus de la familia de los herpesvirus como el común citomegalovirus, el de la varicela o el de Epstein-Barr, o virus como el del papiloma o el VIH tienen un ciclo lisogénico en el que los virus introducen su material genético dentro de nuestras células y lo hacen de una manera muy natural. Pero el coronavirus no puede y una vacuna basada en éste o en un trozo de su ARNm tampoco, por tanto, esa afirmación no es cierta, demuestra un desconocimiento enorme de los mecanismos bioquímicos celulares básicos. Y no hay más que decir, un ARNm inyectado en nuestras células durará muy poco, producirá la proteína que tenga que producir y se eliminará. Imposible que pueda insertarse en nuestro genoma. Pero por asustar, que no quede. 

Las vacunas van a generar una respuesta autoinmune o producen autismo. Éste es uno de los mantras favoritos de los grupos que se oponen a las vacunas. Se basan en estadísticas erróneas y sesgadas que relacionan el uso generalizado de las vacunas con el aumento de casos de autismo. Ya comenté que el estudio que establecía esta relación es fraudulento, se retiró de la literatura científica y su autor tenía intereses económicos particulares, pero eso poco importa. Somos los demás los equivocados, los movimientos antivacunas están en lo cierto, aunque haya centenares de estudios con millones de niños vacunados y centenares de investigadores implicados que no encuentran tal relación. Pero nada como un señor o señora diciendo lo contrario en un vídeo de youtube. ¡Dónde va a parar!

Por otro lado, sí que puede haber cierta respuesta que provoque algunos efectos secundarios en un porcentaje muy pequeño de la población, ya que las vacunas activan el sistema inmunológico y eso siempre es un arma de doble filo. Pero la respuesta a las vacunas no es diferente a la que tendríamos con el organismo infeccioso vivo. El mismo peligro de desarrollar una enfermedad autoinmune como la Guillain-Barré se tiene con la vacuna que con la infección por el virus, pero en este último caso hay que añadir que ese peligro es el menor de los problemas. Y, además, esta posibilidad es mucho menor que la de tener un efecto secundario a algún antiinflamatorio como la aspirina, o que la de tener una respuesta alérgica a cualquier alimento desconocido. 

Tras el desarrollo de la vacuna hay miles de científicos que han trabajado hasta la extenuación con miles de sanitarios que han participado en los ensayos clínicos buscando la mejor herramienta terapéutica para eliminar una enfermedad infecciosa. No se dejen engañar por negacionistas, antivacunas o simplemente personas mal informadas, desinformadas o asustadas. Si queremos volver a la normalidad tenemos dos opciones: O la vacuna o dejar que la enfermedad se lleve por delante a los más débiles frente a ella. No hay otra. 

Y, recuerden, mientras nos vacunamos, la mejor vacuna es evitar el riesgo. 

#Estodependedenosotros, y ahora más que nunca.