Opinión

Medicina Naturalista y Ciencia Positivista

Hace unos días, charlando sobre homeopatía, una amiga me tachó de ser un científico positivista, es decir, de considerar que el conocimiento se obtiene mediante el método científico. Debe ser que trabajar como científico y pensar como científico me hace concebir la realidad con los condicionantes de asumir que lo que ocurre es por algo y en unas condiciones que vienen determinadas por factores que tal vez no conozcamos aún por lo que debemos aprender de ellos antes de querer controlarlos. Ser científico y positivista no quiere decir que no tenga una visión más abierta y pueda barajar opciones alternativas, aunque es cierto que como decía Santo Tomás, si no lo veo y meto la mano, no me lo creo y aunque lo vea y meta la mano, le tengo que buscar una explicación.

En estas columnas he dejado claro mis opiniones sobre cuestiones tales como las dietas alcalinas y otras pseudoterapias para el tratamiento del cáncer o sobre la homeopatía para toda dolencia que suframos. No obstante existen algunas terapias que se engloban dentro de la Medicina Naturalista que merecen la pena pararse a considerar en serio y a analizar desde un punto de vista científico. Hace unos días tuve la oportunidad de participar en el XXXVII Congreso de medicina naturalista que se celebró en Valencia. En el poco tiempo que pude estar en el congreso me informé sobre opciones alternativas válidas referentes a la salud que englobaríamos dentro de la gran mezcla que supone la Medicina Naturalista. Estas alternativas no están muy lejos de lo que verdaderamente ya pensaba y en lo que ya trabajaba ya que mucha de mi investigación se ha basado en modificaciones de los hábitos de vida, en la dieta, en el ejercicio y en compuestos nutricionales bioactivos que producen efectos sobre las células. Sería estúpido e hipócrita por mi parte ir en contra de aquello que yo mismo he podido comprobar por métodos científicos. Pero eso no quiere decir que siga manteniendo muy vivas mis reservas sobre algunos tratamientos como la alcalinización, el biomagnetismo, las piedrecitas o pulseritas con poderes mágicos o la homeopatía que, por ahora, no han demostrado ningún efecto demostrable científicamente.

¿Y qué hacía yo en un congreso sobre medicina naturalista? Pues enseñar aquello en lo que he estado trabajando muchos años: la importancia del coenzima Q10. Sí, aquello que no es un cosmético y tiene muchísimos efectos importantes en nuestras células y en todo el organismo. Un día, cuando publiquemos lo último que hemos estudiado abundaré en el tema, hoy no toca.

Compartí mesa con otros tres oradores que trataron temas muy interesantes. El Dr. Pascual Leone, Catedrático en Harvard, ofreció una interesante charla sobre como el cerebro gobierna nuestro cuerpo y nuestra salud. El Dr. Ángel Gutiérrez de la Universidad de Granada, sobre el ejercicio físico y la salud; un tema sobre el que deberíamos prestar mucha atención. Y mi amiga, Mónica de la Fuente de la Universidad Complutense de Madrid que trató el tema de nuestros colegas los microorganismos que habitan nuestros intestinos del que un día trataré en esta columna.

En pocas palabras, la sesión trataba en su conjunto la salud de una manera integral donde hay que tener en cuenta tanto a nuestras células como a los organismos que conviven con nosotros. Estas charlas mantenían un nexo entre ellas, el concepto del cuerpo como un todo y donde todo lo que pasa, sea donde sea, influye en el resto. De hecho, el Dr. Pascual Leone tenía mucha razón al afirmar que el cuerpo mantiene informado al cerebro y éste modifica comportamiento, señales y metabolismo en respuesta a las dolencias. Todo el mundo sabe que cerebro es el órgano en el que se encuentran nuestras emociones, integra nuestras sensaciones ya sean conscientes o inconscientes, controla nuestros órganos entre otras muchas funciones. Básicamente nuestro cerebro es lo que somos. Pero lo que mucha gente no conoce es que el cerebro contiene y regula la más importante glándula hormonal de nuestro cuerpo que regula el crecimiento, la sexualidad y el metabolismo: la hipófisis. Por tanto, nuestro cerebro controla, de múltiples maneras, todo nuestro cuerpo. Por lo tanto, si ante la adversidad, una enfermedad grave o cualquier dolencia se siguen unos hábitos de vida donde el estrés es el pan nuestro de cada día, la nutrición adecuada pasa a segundo plano y el sedentarismo y el comerse el coco en el sofá ocupa la mayor parte del tiempo, no estamos ayudando al cuerpo a responder, sino que lo estamos entorpeciendo completamente. Por tanto, intervenciones como la meditación y el relax, si pueden modificar los hábitos de vida perniciosos y hacer que las adversidades graves se afronten de otra forma, estarán ayudando al cuerpo a responder a aquello que lo está atacando, ya sea interno o externo, de mejor manera. Mejorar la forma de actuar frente a la enfermedad modificaría, por tanto, los equilibrios hormonales y de mediadores locales que actúan sobre las células, por lo que estaríamos enfrentándonos a la enfermedad utilizando mecanismos biológicos que tal vez aún no conozcamos en profundidad. Eso sí, sin abandonar el tratamiento clínico más efectivo que se conozca.

Y esto me lleva a un problema grave que existe en España actualmente, el incesante y peligroso incremento del consumo de fármacos que afectan al cerebro: ansiolíticos, opioides, hipnóticos o antidepresivos. De hecho, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, el consumo de este tipo de sustancias es uno de los mayores del mundo. ¿No les preocupa que ante las adversidades acudamos a tomar sustancias que afectan directamente al cerebro? ¿De verdad necesitamos tantos productos de estos para poder afrontar nuestro día a día o para dormir? Tal vez aquí la Medicina Naturalista pueda ayudar y mucho. El afrontar los problemas de manera más positiva, meditar sobre nuestras opciones, afrontar las vicisitudes con la mejor predisposición posible y acudir a hábitos de vida más relajados y saludables seguro que nos serán más positivos que acudir a sustancias que afectan a nuestro órgano más importante de manera generalista y poco clara. Porque deben ustedes saber que cuando se toma una pastilla, sea cual sea, el compuesto se disemina por todo el cuerpo y acaba actuando en cualquier célula sobre la que pueda actuar, funcione mal o funcione bien.

Otro grupo de fármacos más consumidos en España y que han sufrido incrementos en su uso año tras año son los hipolipimiantes y entre ellos las estatinas. No les tengo un especial cariño a este tipo de fármacos, y en especial a las estatinas, por sus efectos adversos como la reducción en la síntesis de coenzima Q10, las mialgias y algunos problemas cognitivos tal y como ya indiqué en una de las primeras columnas de esta sección. El ejercicio físico, una dieta equilibrada y una vida menos estresante bien podrían producir mejores efectos que la toma de una píldora diaria de estos compuestos. De hecho nosotros ya encontramos que la actividad física en personas mayores, si bien no reducía los niveles de colesterol en sangre, sí que prevenía la oxidación de éste y, por tanto, disminuía el riesgo de sufrir problemas cardiovasculares. Nuestros datos indicaron que modificar los hábitos de vida podría permitir reducir el consumo de estas drogas en toda la población. Y sería mucho más barato.

Vayan al lugar donde tienen guardadas sus medicinas y miren la cantidad que tienen y para qué las tienen. Normalmente tenemos anti-inflamatorios no esteroideos, o, lo que es lo mismo, fármacos como ibuprofeno o paracetamol o algo más fuerte como diclofenaco o Nolotil, luego tenemos protectores gástricos, algún que otro resto de antibiótico y algún que otro jarabe. Si ya tenemos un problemilla que suele aparecer de vez en cuando como gota o como una alergia, pues los fármacos especializados. Y en las personas mayores tenemos muchos más: antihipertensivos, anti-inflamatorios, hipolipimiantes y antidiabéticos; toda una farmacia de consumo diario. ¿Y si el consumo de tanto compuesto químico no fuera del todo adecuado para todo el mundo? Puede que no a todos nos siente tan bien tanto fármaco y a veces haya que resetear la prescripción y reducirla para conseguir mejores efectos. Para ello están los médicos que, como indicó el Dr. Leone, deberían tratar más a la persona y menos al paciente. El contexto, la forma de vida, la nutrición, la cantidad y calidad de la actividad física y la forma de afrontar nuestros problemas de salud son factores a tener en cuenta junto con el tratamiento farmacológico.

Se acerca una crisis sanitaria y no parece que lo estemos abordando de la mejor manera posible. El envejecimiento de la población y el incremento incesante de consumo de fármacos para el tratamiento de enfermedades crónicas, habituales en personas mayores, puede hacer que el sistema sanitario colapse en algún momento. Es obvio que se hace necesario modificar la estrategia y abordar la salud de una manera más integral basando los tratamientos en modificaciones de los hábitos de vida tóxicos, en dietas más equilibradas y en una mayor actividad física. En todo eso la Medicina Naturalista puede ser muy útil pero, para ello, debe dotarse de evidencias científicas que apoyen estas estrategias y no caer en remedios milagrosos que prometen la curación de cualquier tipo de enfermedad sea cual sea su origen. Es por ello que desde mi forma positivista de pensar, remedios basados en la ausencia de compuestos como la homeopatía o en características físico-químicas poco relacionadas con la biología como la alcalinización o el magnetismo no pueden mezclarse con otras estrategias más efectivas y cuya evidencia científica es más clara. Una infección sigue siendo una guerra entre los microorganismos y nosotros y los antibióticos siguen siendo el tratamiento más efectivo. La quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia y el diagnóstico precoz siguen siendo las estrategias más efectivas que han reducido la mortandad por cáncer año tras año. Las vacunas siguen siendo la terapia preventiva más eficaz contra infecciones víricas y bacterianas y posiblemente contra algunos cánceres derivados de éstas. La mayoría de las enfermedades raras se deben a mutaciones en los genes que afectan gravemente a funciones esenciales por lo que el diagnóstico y el estudio de estos genes se hacen esenciales para su tratamiento. Otras enfermedades como la neurodegeneración, enfermedades autoinmunes o enfermedades metabólicas deben ser estudiadas más en profundidad para entender cómo se originan y qué hace que progresen, ya que, en muchos casos, su origen y evolución depende de los hábitos de vida más que de otros factores.

La sanidad debe caminar hacia una Medicina Integral que trate no solo los síntomas sino también los factores que influyen sobre éstos. Pero también debemos separar el polvo de la paja en los tratamientos alternativos para poder afrontar el reto sanitario que se nos viene encima. Para ello, la investigación seria, científica y contrastada es esencial. En la salud tenemos que implicarnos todos, profesionales de la sanidad y ciudadanos. No se puede pretender la cura de enfermedades relacionadas con el estilo de vida si seguimos viviendo de una manera tóxica: para eso no hay pastillas.