Opinión

Homeopatía: fraude, no tratamiento

Según la RAE, un fraude consiste en una “acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete”. Y en su segunda acepción, defraudar significa “frustrar, desvanecer la confianza o la esperanza que se ponía en alguien o en algo”. Pues bien, la homeopatía entraría dentro de la condición de fraude ya que su uso va en contra de la verdad ya que se ha demostrado en múltiples ocasiones que no produce los efectos que supuestamente se anuncia que produce y, por el contrario, puede producir perjuicio a las personas que la siguen. Además defrauda porque frustra la esperanza que se pone en ella cuando, al final, nos damos cuenta de que no funciona como nos han dicho que debería funcionar.

Pero la homeopatía tiene muchos y vigorosos defensores que promueven y fomentan su uso terapéutico en contraposición a la farmacología clásica basada en el aislamiento de compuestos activos y de efecto contrastado y comprobado. Lo curioso del caso es que este comportamiento resalta una dualidad preocupante en el comportamiento humano. Aceptamos lo peligroso e incluso podemos defender su uso como símbolo de la libertad humana pese a las enormes evidencias que muestran el peligro, como, por ejemplo, en el caso del consumo de tabaco y, sin embargo, podemos abandonar e incluso criticar lo conocido y útil como son los productos farmacéuticos a la vez que nos ponemos en manos de algo que no ha demostrado ninguna eficacia y del que hay múltiples evidencias sobre su inutilidad, como es la homeopatía. Curioso, podemos aceptar de buen grado lo peligroso y denostamos lo útil con igual facilidad.

El mayor reclamo de la homeopatía se basa en un llamativo envoltorio. El envoltorio del supuesto apoyo de conocidos y reputados científicos y de evidencias maquilladas para parecerse a verdades científicas. El reclamo publicitario de supuestas aportaciones de prestigiosos científicos galardonados con el premio Nobel en apoyo a la homeopatía ofrece un elegante y sugerente envoltorio para apoyar el uso de esta supuesta práctica terapéutica. Recientemente el premio Nobel Luc Montagnier parece haberse abonado al apoyo de la homeopatía. Pero, lo más interesante es el apoyo de grandes figuras de la ciencia como Linus Pauling, dos veces galardonado con el premio Nobel en Química y por la Paz, sobre esta terapia. Curiosamente, la supuesta aportación de Linus Pauling a esta terapia está basada en la terapía ortomolecular. Linus Pauling promovía la ingesta de cantidades óptimas de substancias que están en nuestro organismo para mantener la buena salud; es decir, con una nutrición equilibrada. De hecho, lo que el Dr. Pauling indicaba no iba mucho más lejos de lo que Hipócrates, padre de la Medicina, supuestamente ya dijo unos siglos antes de Cristo: algo así como que nuestra alimentación sea nuestra medicina. Ya he indicado en este foro la conveniencia de mantener una dieta equilibrada y de la importancia de alimentos vegetales con colores llamativos que contienen sustancias que ejercitan, inducen y activan a nuestras células para que puedan responder mejor a las diferentes condiciones estresantes inherentes a la propia vida. Compuestos como vitaminas, carotenoides, taninos, antocianinas, polifenoles, licopenos o sulforrafanos entre otros. Pero pasar de eso a que Linus Pauling, ya fallecido, promoviese la homeopatía va un mundo. De hecho, el propio Pauling tomaba 1 g de vitamina C al día, algo muy lejano a disolver los compuestos en cantidades enormes de agua.

Pero, ¿en qué se basa la homeopatía? Pues bien, la homeopatía se basa en el uso de varias sustancias de diverso origen tanto animal como vegetal o sintético. Entre ellas encontramos sustancias tan peligrosas como óxido de arsénico, veneno de serpiente de cascabel, opio o fisiológicas en el cuerpo humano como la hormona tiroidea e inocuas como el cloruro de sodio (lo que viene a ser la sal común) entre otros. Como pueden entender, la homeopatía basa su terapia en una variedad de sustancias peligrosas mezcladas con sustancias naturales como la sal de mesa. Pero la medicina homeopática también acude a tratamientos conocidos como "nosodes" (del griego noso, enfermedad). Estos productos están producidos, supuestamente, a partir de sustancias infectadas o productos patológicos tales como secreciones fecales, urinarias y respiratorias, sangre y tejidos. ¿Ustedes se los tomarían? Los “nosodes” son interesantes ya que la homeopatía se considera un método curativo fundamentado en la aplicación de pequeñas cantidades de sustancias que producirían los mismos síntomas que se pretenden combatir en un individuo sano de aplicarse en grandes cantidades. Es decir, lo que nos haría enfermar, en pequeñas cantidades, nos provocaría la curación. Pero, ¿vale esto para cualquier enfermedad ya sea de origen infeccioso, canceroso, autoinmune, genético, metabólico, o de cualquier otro origen que se nos ocurra?

La siguiente pregunta sería, ¿de dónde nos viene semejante terapia? Parece que la homeopatía proviene de las ideas de un médico alemán llamado Christian Friedrich Samuel Hahnemann que vivió allá por el siglo XVIII y XIX (1775-1843). Podemos ya imaginar el conocimiento en el que se basaba la medicina de la época que, entre otras cosas, desconocía los antibióticos o cualquier fundamento molecular, y en el que las vacunas estaban comenzando a entenderse con los avances de Edward Jenner. Sin perder de vista la época en la que se comienza hablar de la homeopatía, Hahnemann comienza a diseminar su idea de que empleando sustancias que producen síntomas similares a ciertas enfermedades, podría curarse la enfermedad. A partir de ahí la homeopatía se basa en la dilución seriada de los compuestos de tal forma que 1 ml de una sustancia original y supuestamente dañina se diluye en 99 ml de agua. Posteriormente 1 ml de esta solución se vuelve a diluir en otros 99 ml de agua. Y así hasta 10, 20 o 30 veces llegando a diluciones en las que prácticamente no queda nada de sustancia.

En química se conoce un parámetro llamado número de Avogadro. Este número indica el número de moléculas de cualquier sustancia que hay en una cantidad determinada de esa sustancia, incluyendo la cantidad en una solución. Tras muchos años de experiencia les puedo decir que para que un cultivo de células responda a cualquier compuesto, ya sea beneficioso o tóxico, hacen falta muchos miles de moléculas. Sin embargo la homeopatía se basa en la casi no presencia de cualquier supuesto compuesto. Para responder a esta incoherencia con la evidencia de los experimentos los seguidores de esta supuesta terapia hablan de cosas como la huella en el agua, o, lo que es lo mismo, la impronta que estas moléculas han dejado en la estructura del agua para explicar su supuesto aunque imposible efecto. Pues bien, teniendo en cuenta la cantidad de diluciones, lo más probable es que en cualquier dilución homeopática solo haya agua y nada más que agua. Por lo tanto es complicado encontrar resultados adversos en la terapia homeopática ya que no se conoce que el agua produzca ningún resultado adverso. Pero si usamos el mismo razonamiento, al tomar agua de grifo, teniendo en cuenta que la homeopatía basa el tratamiento en la dilución en grandes cantidades de agua de los compuestos homeopáticos, y, por tanto, potencialmente dañinos, podríamos considerar que el agua del Pantano de San Rafael de Navallana de donde viene el agua potable de Córdoba, es un remedio homeopático excelente ya que todas las sustancias químicas peligrosas, naturales, minerales, etc, etc…, que hayan caído en el pantano se habrán disuelto enormemente pero habrán dejado su impronta en la estructura del agua. Por lo tanto, la ingesta de agua del grifo, aunque potabilizada, es un remedio homeopático natural por antonomasia.

El mayor problema de este tipo de terapias es que se alimenta de los errores farmacológicos o de la incapacidad de ciertos fármacos para curar enfermedades graves pero sin atender a la supuesta eficacia de la homepatía, que no la tiene. Ponemos nuestras expectativas de curación en que tomando una píldora o en un compuesto todo se va a solucionar pero la biología es más complicada que eso y, a veces, la biología se revela resistente, incontrolable e indomable y no hay forma de domeñarla. Es entendible que como último recurso se caiga en fraudulentos métodos terapéuticos con dudosas bases científicas pero entendamos que este tipo de terapias no van más allá del conocido efecto placebo. Y el efecto placebo se basa en el estado positivo que se produce en el propio cuerpo ante cualquier terapia cuando la afrontamos de una forma positiva, optimista y valiente. Así que dejémonos de tonterías y confiemos de forma positiva, optimista y valiente en los médicos y en la medicina moderna que tantos éxitos ha mostrado en los últimos tiempos. Aunque, claro, es su elección y todos nosotros somos libres de hacer lo que queramos con nuestro cuerpo y con nuestra vida, pero al menos háganlo con conocimiento de dónde se meten. Yo solo les ofrezco mi humilde opinión, allá ustedes con su elección.