Opinión

No hay forma: el virus gana, nosotros nos enclaustramos

Desde esta columna he intentado dar argumentos para ayudar a tomar decisiones. La ciencia no es perfecta, no proponemos dogmas que hay que aceptar sí o sí sin pensar. No se puede extraer una frase de hace meses y presentarla ahora como un error, eso es de trileros, de tramposos, de malos perdedores o de gente que no tiene ni idea de a qué se enfrenta. La ciencia se adapta a las circunstancias y cambia según éstas buscando respuestas a un ambiente cambiante.

Los científicos tenemos nuestros propios fantasmas, que no voy a desvelar, pero que han llevado a la humanidad a avances enormes y que se pueden descubrir si se estudia la historia de la ciencia. Avances que no se aprecian, que se asumen, se aceptan, y se asimilan y ya está, así es, no más. Y que pasados unos años se demuestran falsos. ¿Qué quieren que les diga? Es lo que hay, acéptenlo o dedíquense a la ciencia. Es divertido y es lo que podemos ofrecer, la ciencia no da dogmas de fe, da incertidumbres. Y eso nos ha hecho llegar a donde hemos llegado.

La plataforma por la que ustedes están leyendo este texto fue desarrollada por personas que trabajaron intensamente para que yo esté escribiendo esto en un aparato encima de mis piernas y ustedes lo estén leyendo en su aparato móvil, sea este el que sea. Pero ese trabajo no parece importante, es más importante atender a quien está siendo infiel a quien o si tal familia está pasándolo mal en su vida o si tal político dice tal memez basada en la ignorancia o si tal otro se ha ido a tal sitio con otra persona. Atendemos al envoltorio y no prestamos atención al contenido. El contenido es lo importante, el envoltorio es lo superfluo, lo que va de adorno, lo inútil. Pero hay gente que gana un pastón en envolver el mensaje para hacerlo pasar por importante cuando es la nada absoluta. Aplaudamos a esta gente. La verdad, es que lo hacen bien a tenor de la cantidad de gente que malgasta sus horas con estas historias. 

En mis últimas columnas he intentado dar argumentos, pero no sirve. En las columnas he intentado explicar que nos está ocurriendo, pero no sirve. He intentado demostrar con hechos, pero poco importa. El caso es que los argumentos, las explicaciones o los hechos no importan nada, lo que vale es el esperpento, el circo, el espectáculo vacuo lleno de frases estereotipadas sin contenido alguno pero aplaudidas por cerebros vacíos y por aplaudidores de eslóganes de próximas encuestas de intención de voto. Un aplauso también para ellos.

Y el problema es que el SARS-CoV-2 sigue ahí, y sigue haciendo lo que su naturaleza le permite hacer: unirse a células que expresen ACE2, utilizar su mecanismo de producción de proteínas y de ARN para producir más virus, romper las células e infectar células nuevas, pasar a otro individuo mediante partículas de saliva o mediante aerosoles. Y poco más. El resto depende de nuestro sistema inmunológico.

Si nuestro sistema inmunológico es capaz de frenar la proliferación del virus por la liberación de interferón, una molécula que frena la proliferación de virus, y la activación de linfocitos T citotóxicos, que eliminan las células infectadas por virus, puede que la infección del virus ni siquiera produzca enfermedad alguna. Seremos asintomáticos pero posiblemente habremos contribuido a dispersar el virus sin saberlo. Lo siento, no hay culpabilidad en ello. 

Pero si el sistema inmunológico actúa dando lugar a una repuesta inflamatoria excesiva, lo más seguro es que los pulmones sufran un ataque inflamatorio que lleve finalmente a una fibrosis que nos acompañe toda nuestra vida. Eso sin atender a los problemas de coagulación y cardiovasculares que se están informando y que pueden acabar con ictus, trombos, infartos cerebrales o problemas cardiovascuales sin identificar. Otro aplauso para nosotros y para aquellos que hayan considerado que esto no iba con ellos, estaremos fastidiados lo que nos quede de vida. 

Vamos a ver, simplemente para explicar algunas cosas. El virus es respiratorio, se difunde de unas personas a otras por el aire. Y sí, la OMS no lo decía así hace unos meses. Pero ahora está muy claro. ¿Hay que decirlo más veces?

Pues sí, lo digo. 

Es un virus respiratorio, se difunde por el aire, cuando respiramos, hablamos, estornudamos, tosemos; en pocas palabras, vivimos. ¿Y si vamos de fiesta en fiesta? Pues que le hacemos un favor al virus permitiendo que pase de una persona a otra sin control alguno. Y aunque uno sea joven y su probabilidad de acabar intubado en una UCI sea menos del 1%, la de su abuelo o abuela, padre o madre, o suegro o suegra puede ser del 50% o más. La misma probabilidad de echar una moneda al aire. ¿Jugamos?

Así que si son jóvenes y vuelven de fiesta, párense en la puerta de su casa tiren una moneda al aire y girando, según caiga así será el futuro de sus padres y sus mayores. No busquen más culpables, ustedes son los responsables y nadie más. ¿Pueden pararse unos meses de sus vidas y esperar? Solo hay que esperar esos meses, nada más. Lo mismo les viene bien para leer y aprender de los antiguos ¿Lo pueden hacer? Si lo pueden hacer, aquí va mi aplauso. Si no lo pueden hacer, aquí va mi desprecio. No tengo más que explicar. No merece la pena. 

#Estodependedenosotros, aunque parece nunca nos va a entrar.