Opinión

Exageración o prevención

El tema del momento sigue siendo el coronavirus ya bautizado como COVID-19. De hecho, ésta es la tercera columna que escribo sobre este asunto y espero sea la última por muchas razones. Y voy a volver a tratar el tema porque leo y escucho comentarios muy preocupantes sobre esta infección. Los comentarios van desde considerarlo como algo de lo que no deberíamos preocuparnos porque aquí estamos a salvo a que la OMS se está pasando en sus medidas, pasando por cierta tendencia xenofóbica ante cualquier grupo de personas asiáticas. Creo sinceramente que obviar algunas cuestiones muy básicas sobre los virus y su forma de actuar no es la mejor manera de hacer frente a estos problemas.

La apoteosis de los comentarios ha ocurrido hace nada, tras la suspensión del Mobile. Una vez que los responsables del Mobile World Congress decidieron cancelar el evento he escuchado a demasiados opinadores y opinadoras tachar dicha medida como exagerada. Para cualquier persona el razonamiento es muy básico y lógico: ya que en España no pasa nada, no tenemos por qué preocuparnos. Pero es que el Mobile World Congress iba a mover a decenas de miles de personas que hubiesen venido de múltiples países del mundo y se iban a relacionar todos juntitos en un reducido espacio al mismo tiempo. Es decir, el que aquí no ocurra nada, ahora mismo, no quiere decir que no pueda ocurrir en un evento donde la gente viene de los cuatro puntos cardinales del planeta. Pero parece que los millones de euros que se van a “perder”, o, mejor dicho, a no ganar, pesan mucho en la opinión frente a un mísero virus.

Ya sé, muchos me van a tachar de alarmista. Por eso, permítanme serlo. En España no pasa nada, por ahora, pero nadie nos asegura que no vaya a pasar. Ya tenemos dos casos, todos ellos importados, ¿seguro que no nos puede afectar? Déjenme usar algunos criterios para considerar que bajar la guardia no es la mejor idea. 

En primer lugar, estamos tratando con un virus. Un virus nuevo para los humanos que ha saltado de otro organismo. Ahora parece que el pangolín parece ser el origen. Y, créanme, frente a un virus no nos podemos descuidar. Y no podemos hacerlo porque los virus no saben de razas humanas, ni de diversidad, ni de nacionalidades, ni de economía, ni de primeros o terceros mundos. A los virus, con tener células a las que engancharse y a las que infectar, les vale. Y una vez que infectan, generan más virus que pueden pasar a más personas. Así que, por lo pronto, eso de considerar que sólo los ciudadanos de origen chino son sospechosos de poder contagiar la enfermedad es un gran error. Cualquier persona infectada puede infectar a otros. De hecho, el segundo caso que se ha dado en España es el de un ciudadano británico que se contagió en una estación de Esquí de los Alpes franceses por otro compatriota que venía de Singapur. Repito: Cualquier persona infectada puede trasmitir el virus, independientemente de su raza o pasaporte. 

En segundo lugar, el COVID-19 es un virus que se contagia más fácilmente que sus primos anteriores, los del SARS y MERS. Los coronavirus causan neumonías más o menos graves y los del SARS y MERS tuvieron una tasa de fallecimientos del 10 y del 49% respectivamente. En mi anterior columna indiqué que la tasa de mortalidad del COVID-19 era aproximadamente parecida a la de la gripe, pero no es del todo cierto. Si atendemos al número actual de afectados por la infección, la tasa de mortandad sería de 1.370 fallecidos/ 60.363 casos confirmados = 0,02260. O, lo que es lo mismo, un 2,26%.

Pero el problema es que de los casos confirmados sólo 7.655 se pueden dar por terminados (1.370 fallecidos y 6.285 curados totalmente). No sabemos lo que ocurrirá con las 42.500 personas que aún siguen con síntomas. De seguir la proporción entre pacientes recuperados y fallecidos, estaríamos hablando de una letalidad del 17,89%. Podemos esperar que baje, y esperemos que sea por debajo del 10% de su primo del SARS. Pero no se nos olvide que el SARS provocó la muerte de tan sólo 813 personas, ya que su capacidad infecciosa fue muy baja, afectando a menos de 9.000 personas. Con el COVID-19 ya estamos hablando de 60.000 afectados que siguen subiendo. 

Muchos dicen que esto no es nada comparado con la cantidad de fallecidos por gripe o por tos ferina o por otras enfermedades que ocurren año tras año. El argumento es lógico, pero los datos del COVD-19 se están actualizando continuamente y, sin conocerlo aún, no sabemos cómo va a evolucionar. Una mortandad similar a la de los otros virus respiratorios, junto con una gran facilidad de contagio, es un peligro a tener muy en cuenta. 

A todo lo anterior hay que sumar el esfuerzo sanitario para soportar el tratamiento de los afectados. Algunos estudios recientes indican que de los infectados al inicio de la epidemia, un 25% aproximadamente requirieron de cuidados intensivos. De hecho, hemos visto cómo las autoridades chinas han construido dos hospitales en tiempo record y que en el epicentro de la epidemia ha llegado todo un ejército de personal sanitario. No se hace todo eso por nada. Si el virus se extendiese por otros países, se podría dar un grave problema sanitario, ya que el esfuerzo requeriría desasistir otras dolencias y enfermedades y no todos los países lo pueden asumir con el mismo éxito, lo que haría peligrar el control de la enfermedad. 

El tercer gran problema es considerar que como aquí no ha llegado aún, podemos ser menos cautelosos. Si el virus no se ha diseminado por todo el mundo ha sido porque en China han sido capaces de bloquear ciudades de millones de personas y dictar una cuarentena a millones de personas en diferentes ciudades. Algunos opinarán sobre lo que le pasó al médico que hizo saltar la liebre, pero eso no es lo importante ahora. Lo importante es que de no haber dictado la cuarentena, cortado las comunicaciones y controlado la movilidad, estoy seguro que ahora estaríamos hablando de centenares de miles de infectados en todo el mundo gracias a la enorme movilidad en el año nuevo chino. ¿Se imaginan hacer esto en España en Navidad? Imaginen, imaginen. El fallecido doctor Li Wenliang y su alarma a un pequeño grupo de personas ayudó a que el virus no esté ahora en todas partes. 

El cuarto gran problema y por el que la OMS está haciendo grandes esfuerzos es por la facilidad de contagio de este coronavirus. A diferencia de sus primos, el COVD-19 se contagia fácilmente, y eso lo hace muy peligroso. En Alemania tienen 16 contagiados (y uno más en España) por una charla de una mujer china en una empresa. Y el señor británico de Mallorca por haber pasado unos días en los Alpes con algunos compatriotas también infectados. 

Podemos entrar en discusiones sobre si se puede o no trasmitir antes de mostrar síntomas. Que, además es absurdo ya que sentirse algo mal, o cansado, ya puede ser un síntoma, pero es algo a lo que nadie hace caso. O podemos discutir sobre si el periodo de latencia es de 14 o 24. Pero lo que no se puede discutir es que un virus que se contagia fácilmente y que tiene un periodo de latencia largo es un peligro en potencia, produzca la mortandad que produzca. Y lo es por una sencilla razón, puedes estar contagiado y no lo sabes y eso te permite poder sufrir y trasmitir la enfermedad en cualquier lugar del mundo. 

Tras las restricciones con las epidemias del virus H1N1 de la gripe o del SARS, muchos han hablado de conspiraciones, de exageraciones de la OMS para beneficiar a las farmacéuticas o incluso han dado un mensaje algo confuso, como el de la última columna de Javier Sampedro hablando de 'El triunfo de la duda' como una estrategia para desestabilizar un mercado o un evento. Pero la pregunta es, ¿qué hubiese pasado en estos casos anteriores de no haber saltado la alarma y restringido la difusión del virus? ¿Estaríamos hablando de pocos fallecimientos o de algo mucho más dramático? Se puede estar dando la paradoja de que las acciones de contención acaban evitando el contagio, pero su éxito lleva a que se considere que todo lo realizado ha sido una exageración. Sin embargo, no se tiene en cuenta que, de no haber actuado, el problema podría haber sido mucho más grave y, entonces, la denuncia, de seguro, sería por inacción de las negligentes autoridades. 

Por todas estas razones, es necesario mantener el contagio controlado, que afecte al menor número de personas posible. Que el número de contagiados comience a bajar y que se recuperen lo antes posible. Y, si es posible, mantener el contagio restringido en el menor territorio posible. Si eso se debe hacer cancelando un evento mundial con más de 100.000 personas de todos los países, pues que se haga. Y si afecta a otros eventos que podrían hacer peligrar el control del contagio, pues que también se haga. 

Los virus no saben de países, ni de fronteras, ni de pasaportes, ni de razas, ni de poder económico. Sólo saben de células a las que infectar y su poder de contagio aumenta conforme aumenta el número de células y personas infectadas. No se nos olvide.