Opinión

Anatomía, Sexo y Respeto

Las vacaciones siempre son una oportunidad para vivir otras experiencias, disfrutar de otros ambientes y contrastar diferentes formas de vivir si tienes la oportunidad de poder desplazarte de tu habitual localidad. Pero lo más interesante es que pasen los años que pasen en las vacaciones siempre se repiten los mismos clichés y especialmente el tratamiento de la anatomía del sexo femenino o, más importantemente, la importancia de qué parte de la anatomía del sexo femenino se muestra en qué momento y lugar. Ya sé, me dirán que esto no va de ciencia, pero, en cierto modo sí que va, porque un brazo, hombro, pierna, muslo, ombligo no son más que partes anatómicas de nuestro cuerpo que cumplen una función determinada pero que parece que deben ser obligadas a cubrirse o descubrirse a voluntad de no se sabe qué mente moral suprema. Para ilustrar lo que quiero decir voy a comentar cuatro momentos de este verano que me han llamado la atención.

El primer momento es el caso de una señora musulmana que se bañó en una piscina de un hotel francés con gran disgusto para sus vigilantes y director. La dirección del hotel exigió a la mujer a pagar la desinfección de la piscina y el coste del cierre por dos días por haberse bañado con burquini. Para este que les escribe, lo llamativo de este caso es que el hecho de que esta mujer cubriese sus hombros, brazos y piernas se convirtió en un hecho suficiente como para tener que desinfectar la piscina, una piscina que supongo que utilizarían decenas o centenares de personas al día. Todos hemos ido a piscinas más o menos públicas y todos sabemos que no todo el mundo se ducha antes de entrar en la piscina. Podemos incluso pensar en los jovencitos y jovencitas que vienen de haber pasado el día con sus bañadores o biquinis por vaya-usted-a-saber-dónde y que aparecen por la piscina zambulléndose sin tener un mínimo de precaución higiénica. Pero nadie les dice nada. A eso hay que sumar que nadie tiene ningún problema por saber si las partes pudendas de alguien están bien limpias o no tras haber ido al baño. Eso tampoco es asunto de importancia higiénica. Pero el que una señora cubra sus hombros, brazos, muslos y piernas con tela es motivo para cerrar una piscina y desinfectarla. No sé, hay señoras mayores que también cubren mucha parte de su cuerpo y nadie les dice nada, por ahora. ¿No les parece una exageración? A no ser que la cuestión sea otra. ¿A que están pensando en ello?

El siguiente caso ha sido el uso que algunas conocidas actrices de Hollywood han hecho de Instagram para mostrar su anatomía en bañador con todas sus pequeños “defectos” producto de la vida normal de una mujer que ha dado a luz varias veces. Todos conocemos la manía que las redes sociales tienen con la perfección olvidándose de que la perfección en la actividad del cuerpo va relacionada con la actividad vital. Es decir, lo perfecto es que una mujer acumule grasa en caderas y senos cuando está embarazada porque esa grasa es necesaria durante la gestación y durante la lactancia. Lo perfecto es que la piel se estire y sufra estrías porque necesita forzarse al máximo para poder permitir que el vientre se extienda para hacer hueco al feto. Lo perfecto es que las caderas se abran para que el útero y el canal del parto sean lo suficientemente grandes como para que la gestación transcurra de la manera mejor posible. Eso es lo perfecto desde un punto de vista fisiológico, pero los cánones que cierta parte de sociedad ha creado no son esos y parece que una actriz no puede tener ni estrías, ni un poco de celulitis ni puede haber aumentado algo sus caderas a pesar de haber dado a luz recientemente. A esto debemos sumar el hecho de que a una chica concursante a Mis Universo por el Reino Unido se le haya pedido que adelgace aun siendo ya delgada. Todo ello en pos de una supuesta versión mejorada de la mujer para una sociedad enferma de photoshop.

Los tercer y cuarto casos tiene que ver más con lo que una mujer puede o no mostrar según la educada sociedad occidental. La reina de España, Doña Letizia, fue motivo de comentarios en la prensa internacional por llevar un vestido que mostraba algo más de sus piernas de lo que algunos consideraron “adecuado” para un miembro de la realeza. Es curioso porque en el verano lo que más se ven son mujeres en biquini cubriendo las portadas de casi todas las revistas rosa semana tras semana. Pero, eso sí estás en la calle y eres la reina de España mostrando tal vez algo más de cuádriceps al aire de lo que algunos piensan se puede considerar poco decoroso o adecuado a la posición. Como si el resto de mujeres del mundo no “real” no tuvieran cuádriceps o éstos fuesen diferentes a los de nuestra reina.

Y este caso me lleva al cuarto y más personal, la relación entre la cantidad de anatomía visible de la mujer y el respeto religioso. Italia está plagada de grandes catedrales e iglesias llenas de obras de arte dignas de ser visitadas. Pero, eso sí, guardando el decoro establecido según un canon de respeto y veneración. Y ese canon se refiere a la cantidad de anatomía de piernas y hombros que se muestren, especialmente las mujeres. Haciendo la cola para entrar en la Basílica de San Pedro, en Roma, me llamó la atención la cantidad de paquistaníes que había vendiendo pañuelos con distintos motivos romanos. Una vez pasado el control de seguridad nos acercamos a otro control más puntilloso, el control sobre la cantidad de epidermis mostrada. Mi mujer y mis dos hijas mostraban sus piernas con unos shorts nada fuera de lo normal, más aun sufriendo el calor romano de Agosto. Yo llevaba mis bermudas mostrando mis huesudas rodillas, mis turgentes gemelos y mis peludas espinillas. No coló, se le pidió a mi señora que cubriese sus piernas por respeto mientras que a mí se me dejó que pasease tranquilamente mis peludas extremidades sin problema alguno. Lo curioso del caso es que el prejuicio moral tenía una vertiente dependiente de la edad, mi hija que tiene las piernas tan largas como las de mi mujer y mostraba casi algo más de muslo podía pasar, pero ella no. Curioso, no era cuestión de cantidad de piel, era piel más años lo que podía ser poco decoroso para visitar el santo lugar. Ni que decir tiene que habiendo hecho cola bajo el tórrido e inmisericorde sol romano, compré el pañuelo de marras y mi mujer entró en la basílica. Aunque le llamaron la atención más de tres veces por arremangárselo en un acto de rebeldía con fundamento. Pero eso no solo ocurre en San Pedro, ocurrió también en Pisa donde las señoras tienen que cubrirse con un sanbenito azul para no mostrar sus pieles en la basílica y también en San Marco en Venecia donde aprovechan que obligan a las mujeres a cubrirse para venderte un trapo desechable marrón por el módico precio de 1 euro. Y también ocurrió en la basílica de la Santa Croce de Florencia donde se encuentra enterrado Galileo Galilei (ironías de la vida). Ellos se quedaron sin que les pagásemos la entrada y el cubrepiernas, mi mujer les demostró lo que significa dignidad, y yo me quedé sin ver la tumba de Galileo. Lo curioso de todos estos casos es que seguro que la señora del burquini de la piscina de Francia no tendría ningún problema en ninguna de las basílicas italianas.

Ninguno de estos casos pasaría ningún filtro lógico serio. Todos ellos apuntan a un sitio común, el control de las mujeres. El control del sexo femenino a través de lo que deben o no deben hacer con su cuerpo. Un control silencioso, asumido socialmente, aplaudido socialmente, si me lo permiten, pero un control férreo sobre qué, cómo y cuándo deben o no deben vestir o hacer qué cosa. Lo que yo llamaría una falta de respeto absoluta al sexo femenino. Pero para algunos el respeto es si muestras más o menos cuádriceps o si tienes o no cubiertos los hombros. Lástima que tengamos los prejuicios tan en valor y no nos demos cuenta de que todos estos casos y otros muy parecidos (como la caza del seno liberado en las playas para que sea evaluado por el público) no demuestran más que nuestra pobre forma de pensar.