Opinión

8M: con-vivamos

EVA TIMOTEO, DELEGADA DE SERVICIOS SOCIALES E IGUALDAD

Se aproxima un nuevo 8 de marzo, día en el que aprovechamos para celebrar los logros que otras mujeres valientes han conseguido para nosotras y para reivindicar lo que queda por avanzar. Pero también puede ser un buen momento para una reflexión. 

Basta echar una mirada hacia atrás para apreciar el salto de gigante que gracias al movimiento feminista hemos dado en España en los últimos 40 años, por no hablar de que en nuestro país aún viven mujeres que nacieron sin derecho a votar… Nombres de mujer destacan ya en nuestra historia más joven. La sociedad se ha transformado y enriquecido con la incorporación masiva de la mujer al mundo laboral y aún hoy somos nosotras las abanderadas de reivindicaciones sociales por venir que mejorarán la vida de hombres y mujeres, como los aún tímidos pero importantes avances por la conciliación laboral y familiar. Y es que, como cantan los Coz, las chicas somos guerreras. Siempre lo fuimos, pero ahora se nota más. 

Sin embargo, dentro de ese mismo movimiento feminista que tantas alegrías ha traído a nuestra sociedad está naciendo una corriente tendente a clasificar entre “feministas buenas” y “feministas malas”. Incluso se llega a negar a los hombres, por el solo hecho de serlo, la capacidad de poder unirse a la causa. Lo que venía siendo un movimiento social reivindicativo se está revistiendo de tal sectarismo político que solo si comulgas o militas en ciertos partidos te dan el exclusivo título de feminista buena.

Como no me canso de decir que la necesaria educación en valores de igualdad y la prevención contra la violencia de género debe salir del debate político para volver únicamente a la esfera formativa y social (de donde nunca debió salir), voy a terminar con propuesta en positivo. Aceptemos la existencia de múltiples feminismos, pero en vez de excluir o negar a ninguno de ellos, convivamos. Porque si hay algo seguro es que remando en direcciones contrarias solo conseguiremos estancarnos, y para esto no se dejaron la piel nuestras antepasadas y algún que otro antepasado.

 Y como guiño metafórico me gustaría poner atención en un detalle: el símbolo del Pacto de Estado contra la violencia de género lo conforma un círculo sin cerrar y circundado a su vez por dos líneas curvas de distintos colores. Ah, y lo mejor de todo es que en el centro hay una sonrisa.