Soy andaluz, desde chico hasta mayor, crecí anclado a mi tierra. Desde mi parque Figueroa en Córdoba, los veranos en Encinas Reales y el olor a matalauva, mi tierra tiraba de mí. Incluso cuando durante tres años tuve que emigrar por trabajo, el mejor momento del mes era cuando “bajábamos y cruzábamos Despeñaperros”. Es un sentimiento maternal, al menos así lo he sentido siempre. Es tocar tierra…