Opinión

Declaración de la Plataforma Andalucía Viva ante el 28 de Febrero

Hace 43 años, el 28 de febrero de 1980, las andaluzas y andaluces ratificamos en las urnas lo que ya habíamos expresado de manera masiva en las calles el 4 de diciembre de 1977, desde entonces nuestro Día Nacional: Que somos un Pueblo con derecho al autogobierno, a dotarnos, por tanto, de los instrumentos necesarios para transformar las estructuras que nos impedían (y continúan impidiendo) resolver nuestros muy graves problemas económico- sociales y desarrollar nuestra cultura.

En aquel referéndum, en el que el Gobierno central pedía que no participáramos y en el que todo estaba preparado para que no superáramos las inaceptables condiciones para que Andalucía fuera reconocida como nacionalidad histórica con derecho a un pleno autogobierno, nuestro Pueblo volvió a asombrar a todos consiguiendo una victoria política y moral que tuvo que ser, meses más tarde, reconocida.

Sin embargo, desde el día siguiente al 28F, los partidos políticos, especialmente los que eran (y son) pilares de la partitocracia y la visión estrechamente uninacional del estado español, se pusieron de acuerdo para recortar el alcance de esa victoria e imponernos (mediante falsas afirmaciones y engaños) un Estatuto de Autonomía que, de hecho, vacía nuestras posibilidades de autogobierno en los temas fundamentales. Y como, además, desde la constitución del primer parlamento andaluz, en 1982, siempre han gobernado en la Junta partidos españolistas y fieles al sistema, los limitados instrumentos de la 'autonomía' han sido usados en la dirección contraria a nuestros intereses.

De modo que, hoy, Andalucía ha acentuado su papel de colonia interna, con una economía aún más extractivista que la de hace medio siglo, con un uso del territorio que nos expropia de nuestros bienes comunes, atenta contra nuestro patrimonio natural e ignora nuestra vocación de ser un pueblo de paz, y con el silenciamiento de nuestra historia y la mixtificación, cuando no expropiación, de nuestra cultura.

La verdad sobre el 28F y lo que ocurrió inmediatamente después va a ser ocultada en los actos oficiales del “Día de Andalucía”, que solo serán motivo de retórica hueca. Tampoco el 28F va a ser ocasión de que nuestros escolares conozcan nuestra historia y nuestra cultura propias, ya que, salvo en contados casos, solo recibirán pan con aceite para conmemorar esa fecha. Una fecha que no tiene otra función, hoy, que la de ser día no laborable en el calendario.

Por ello, Andalucía Viva no se sumará a ningún acto ni iniciativa este próximo 28F salvo que tuviera como objetivo explicar, pedagógicamente, lo que fue en realidad aquella victoria política en el referéndum de iniciativa autonómicay cómo luego esa victoria, y las aspiraciones que reflejaba, fueron traicionadas por partidos que han gobernado en sentido

contrario a los intereses andaluces intentando maquillar su naturaleza agregando a sus siglas la A de Andalucía, o incorporando una parafernalia verdiblanca vacía de contenido liberador.

Andalucía, 43 años después del 28-F

Andalucía Viva sí cree necesario conmemorar, pero no celebrar el 28F. Ese día, hace ahora 43 años, se cerró el último eslabón de un proceso yse inició otro, en sentido contrario, protagonizado por partidos e instituciones que han intentado dinamitar la conciencia nacional andaluza y profundizar en nuestra situación de colonia. Nada hay que celebrar, pero sí que conmemorar. Conmemorar significa volver a pasar por la memoria y ello es indispensable hoypara saber por qué estamos donde estamos.

lgo que es aún más necesario para las generaciones que no vivieron aquella época. La labor pedagógica se convierte, por ello, en prioritaria, por lo que deberíamos volcarnos en ella. Sólo conociendo, y asumiendo críticamente, nuestra historia como pueblo -tanto nuestra historia secular como nuestra historia reciente- podremos estar en condiciones de luchar por la conquista de nuestra soberanía en todos los ámbitos avanzando hacia una Andalucía Libre, sin sujeciones externas y sin desigualdades estructurales internas de clase, género o étnicas. Que es el objetivo irrenunciable de todos los auténticos andalucistas.

Como ya decíamos en el Manifiesto que difundimos en nuestro Día Nacional, el pasado 4 de Diciembre, la activación de nuestra conciencia de Pueblo debe ser el objetivo fundamental porque solo desde esta conciencia podremos luchar con eficacia contra nuestra dependencia económica basada en el extractivismo, contra el desprecio a nuestra cultura y la mercantilización de algunas de sus expresiones para ser consumidas en el mercado turístico o etiquetadas con la 'marca España' y contra la subordinación política que hace posible, y perpetúa, tanto la dependencia económica como la degradación cultural.

Porque es esta triple dependencia y subordinación la que está en la base de las lacras y problemas que nos afligen: Desde tener aquí los municipios con menor renta del Estado hasta los barrios más empobrecidos, desde la utilización de nuestro territorio para bases militares y almacén de residuos tóxicos hasta la destrucción de nuestro Patrimonio Natural y Cultural por la turistización salvaje, desde la acentuación del extractivismo minero hasta una agroganadería hiperintensiva y unos mal llamados “parques (?)fotovoltáicos” que desertizan nuestros suelos, contaminan nuestros ríos y acuíferos y hace aún más escasos los jornales de nuestros trabajadores del medio rural; desde la escasez de empleos que obliga a nuestros jóvenes y a muchos de nuestros profesionales a la emigración hasta la vergüenza de ser una de las Comunidades Autónomas con menor gasto público en Sanidad, Educación o Vivienda...

El camino para las transformaciones necesarias

La lista de "dolores" (como los llamaba Blas Infante) y de agravios sería interminable. Señalar estos es, sin duda, necesario, pero puede convertirse en estéril si no somos capaces de llegar al diagnóstico adecuado sobre sus causas, si no profundizamos en los mecanismos que los producen y si no luchamos para erradicarlos.

Los paliativos sirven para muy poco porque son pan para hoy (poco pan, además) y hambre (y horizontes cerrados) para mañana. Y no basta con la protesta y la resistencia: hemos de centrarnos en la lucha contra las causas. No podemos reducirnos a mostrar, una vez más, las heridas abiertas que sufre nuestro Pueblo ni solo a ondear nuestra bandera, menos aún en un tiempo como el actualen el que quienes realizan políticas contrarias a los intereses andaluces pretenden disfrazarse con ella. Es preciso luchar contra los mecanismos de la colonialidad y avanzar en la exigencia del ejercicio de nuestra Soberanía como Pueblo: Soberanía alimentaria, soberanía energética, soberanía económica, soberanía sobre nuestro territorio, soberanía cultural y, necesariamente, soberanía política para hacer plenamente viables todas estas dimensiones de la Soberanía.

Sólo marchando en esta dirección podremos encarar la tarea gigantesca, pero imprescindible, de transformar Andalucía. De construir una Andalucía Libre donde podamos ser libres en la igualdad, y también en la diversidad, todas las andaluzas y andaluces. Para ello, es preciso organizarnos: Construir organizaciones, tanto sociales como culturales y políticas, que no respondan al modelo colonial ni funcionen de acuerdo a ese modelo, es decir, que no dependan de centros de decisión ajenos a Andalucía.

Que sean exclusivamente andaluzas para que seamos nosotros, constituidos en Pueblo, los únicos que podamos dirigirlas y pedir cuentas a quienes en cada momento pongamos al frente de ellas. Que no sean meras delegaciones o sucursales de partidos, sindicatos u otras organizaciones que no tienen a Andalucía como sujeto central. Que no contemplen a Andalucía como medio, sino como fin. Que no tengan por objetivo extraer de ella votos, de forma equivalente a como las empresas trasnacionales extraen nuestras riquezas mineras, agrícolas o energéticas, para beneficiar intereses ajenos.

Frente a la lógica del capitalismo y la colonialidad, centrada en la obtención del máximo beneficio sin importar a qué costes, y que tiene como valores sagrados la productividad (medida en términos monetarios) y la competitividad, tenemos que desarrollar experiencias en lo económico, lo social, lo cultural y lo político que prefiguren la Andalucía a la que aspiramos y que tengan como valores la cooperación en el trabajo y en los cuidados, la defensa de la vida digna en armonía con la naturaleza y el medioambiente, el enraizamiento en nuestra cultura, la igualdad de derechos, el respeto a la diversidad y la solidaridad entre los pueblos. Sólo así podremos avanzar hacia una Andalucía Libre y Soberana.