Opinión

Vuelta al cole con las tareas sin hacer

Me crie en un pueblo de la Sierra cordobesa. Éramos cuarenta niños y niñas en mi clase y yo no era la más inteligente, pero mis notas destacaron de parvulitos a octavo de EGB. Lo que marcó la diferencia no fue ni mucho menos mi nivel intelectual, sino que mi padre y mi madre pusieron todo su empeño y, con mucho esfuerzo, pudimos disponer en casa de medios que mis compañeros y compañeras no tenían a su alcance.

Mi padre y mi madre sólo fueron unos años al colegio, pero en casa no faltaron los libros que quisimos leer y las compras a plazos de enciclopedias como la Larousse, que en los años 70' era como tener acceso al Google. Los libros los prestábamos a quien los quisiera ojear, y la enciclopedia estuvo siempre a disposición de mis compañeros y compañeras, pero yo la tenía a mano en casa, nunca fue lo mismo.

Yo no era la más lista, pero tuve la suerte de contar con algunos medios más. Esa diferencia me llevó a ser una de las dos únicas personas de entre esos cuarenta niños y niñas que terminó una carrera universitaria.

Desde que el 13 de marzo la Consejería de Educación y Deporte aprobó la instrucción relativa a la suspensión de la actividad docente presencial, he visto cómo padres y madres se han hecho expertas en plataformas educativas, han contado con permisos para cuidar y educar a sus hijos e hijas o se han comprado un ordenador nuevo; todo con tal de seguir el ritmo educativo mientras los colegios han estado cerrados por la pandemia.

Pero también he conocido otras realidades. Un número nada desdeñable de familias inmersas en una precariedad laboral que no les ha permitido contar con los medios materiales mínimos, ni con la formación suficiente para que sus hijos e hijas siguieran el ritmo del curso. Y eso que el profesorado ha realizado un esfuerzo titánico, a pesar de no haber contado con los medios necesarios por parte del Gobierno andaluz mientras las aulas han estado cerradas.

La desigualdad ha sido más palpable que nunca en el sistema educativo y ésa es una injusticia intolerable en la educación pública, que sigue siendo la mejor fórmula para garantizar la formación en igualdad de nuestros niños, niñas y jóvenes.

A todos y a todas nos ha sorprendido que, habiendo terminado el curso el 19 de junio con una manifestación clara de esas desigualdades, vaya a empezar el 10 de septiembre casi como si nada hubiera pasado en Andalucía. Seguimos sin medidas contundentes y concretas para la protección de la comunidad educativa, y de todas en general, como el desdoblamiento de grupos, el establecimiento de turnos, la implementación de apoyos y refuerzos o la disminución de ratios. Pero eso sí, han puesto a trabajar a los equipos de cada centro educativo para diseñar un 'plan de acogida' que organice la incorporación del alumnado al curso 2020-2021, poniendo una vez más sobre la cabeza del profesorado toda la responsabilidad, sin más recursos humanos, materiales o formativos.

Nos obligan en cualquier ámbito de nuestra vida, y lo entendemos todas, a mantener la distancia preceptiva por nuestra seguridad. Sin embargo, parece que el Gobierno andaluz no lo tiene tan en cuenta cuando esa seguridad pasa por contratar más profesorado con el objetivo de disminuir la ratio, disponer de más espacios para la distribución del alumnado o prevenir la dotación de medios materiales y formación para que niños y niñas que puedan contagiarse sigan el curso desde casa.

Pero es que el gobierno municipal no se queda a la zaga: Se presentan la última semana de agosto, después de disfrutar de sus vacaciones, sin los deberes hechos. Ni habían trabajado sobre el necesario aumento de la plantilla para controlar las entradas y salidas de los colegios, ni en garantizar que se hagan las limpiezas extraordinarias precisas para que las medidas higiénico-sanitarias se cumplan. En ambos casos, si se hubiera planificado, se podía haber dispuesto de personal público. En el primero, dotando de una segunda actividad que están pidiendo a gritos muchas personas en la Delegación de Infraestructuras. En el segundo, tirando de la bolsa de trabajo de Sadeco.

Pero, haciendo gala de una improvisación constante, el gobierno municipal se descuelga con soluciones más que cuestionables. Parece que se van a contratar entre 20 y 35 personas externas para vigilar 85 centros educativos -nos preguntamos cuáles serán los afortunados-, y ha anunciado que retirará efectivos de limpieza de las calles y de los centros públicos para limpiar y desinfectar los colegios. Es decir, viste un santo desvistiendo a otro, no para cuidarnos integralmente, como debería garantizar una institución pública, sino intentando callar las miles de protestas que se multiplican estos días por la falta de seguridad en la vuelta al cole.

Los niños y las niñas necesitan volver a los centros escolares, no sólo para formarse en las mejores condiciones de igualdad, que es una cuestión evidente, sino porque precisan relacionarse para desarrollarse integralmente. Ojalá la vuelta a las aulas se desenvuelva sin contagios. Será mérito una vez más del profesorado y de las familias, porque el papel de las instituciones que tienen las competencias para garantizar la seguridad al comienzo y durante el curso está dejando mucho que desear.

Lamentablemente, ni el Gobierno andaluz ni el municipal consiguen aprobar en septiembre.