Opinión

¿Qué está pasando con las fotovoltaicas?

Primero fueron a por los bosques, arrancaron árboles a un ritmo descomunal y de manera descontrolada como si creyeran que eran inagotables, después quisieron el carbón, abriendo grandes minas y destrozando todo lo que encontraban a su paso, extraían el mineral desde las mismísimas entrañas de la tierra, creándole cicatrices imborrables que aún perduran en la superficie terrestre.

Cuando acabaron con los minerales naturales, fueron a por los fósiles, sondeaban y pinchaban la tierra de manera incesante llenándola de profundos agüeros para extraer petroleo, gas… Y todo aquello que pudiera saciar a una sociedad cada vez más egoísta y consumista.

Y ahora, esos mismos poderes, bajo la figura difusa de grandes fondos de inversión, han puesto sus ojos en nuestra tierra, una tierra fértil, rica y productiva, que durante siglos ha permitido al hombre poder vivir en ella y de ella, una tierra cultivada y labrada con mimo por nuestros antepasados. Pero no la quieren a ella. Sólo quieren desertificarla para instalar sobre su superficie enormes extensiones de plantas fotovoltaicas.

¿Y por qué precisamente en esta tierra fértil? La respuesta está en el cielo. España es uno de los países con mayor irradiación solar en el mundo. De hecho, alrededor de 300 días al año, como media, son soleados. Sin embargo, esa irradiancia no se distribuye de forma proporcional por todo el territorio peninsular. En concreto, podemos hablar de una media de 2.500 horas de sol al año, aunque en las zonas del Norte no se alcanza este valor. Mientras que varias regiones del Sur pueden superar las 3.000 horas anuales.

Y ahí está la clave. Córdoba, y por ende Morente (Bujalance), se encuentra entre las principales provincias de España con más horas de irradiación solar tanto en verano como en invierno.

Por eso es importante lo que ayer apunté en la reunión que organizó la Asociación Vecinal de Morente: "Antes de que estos fondos buitres metan sus garras en nuestras tierras, hagamos una planificación ordenada, dialogada y acordada con las partes afectadas y que no colisione con el mundo rural, un mapa que establezca dónde sí y dónde no, se pueden instalar esta placas, porque la biodiversidad y el desarrollo no son incompatibles".

Como ecologista que me siento estoy convencido de que es necesario avanzar hacia la descarbonización y dependencia que nuestra sociedad mantiene con los combustibles fósiles, al tiempo que se nos abre una gran oportunidad ante el avance y desarrollo de las energías limpias. Sin embargo, vemos con preocupación cómo están aumentando considerablemente la cantidad de permisos que la Junta de Andalucía está concediendo, de manera opaca y poco rigurosa, para la instalación de enormes parque solares o planta fotovoltaica por todo el territorio andaluz y que ocupan una gran extensión de terreno.

Y lo que en principio debería ser una oportunidad para el desarrollo de las zonas más despobladas de nuestra comunidad, se está convirtiendo en una especulación de empresas multinacionales y fondos de inversión sin planificación previa en el territorio. Un desembarco apresurado y desmedido que estamos convencidos de que afectará gravemente (si no actuamos a tiempo) a nuestros paisajes culturales y a los distintos hábitat, lo que supondrá además una amenaza para la biodiversidad.

El territorio no puede ser únicamente el soporte físico de las infraestructuras, sino que los beneficios de éstas deben ser compartidos por sus habitantes y deben respetar los paisajes y ecosistemas valiosos, porque una transición ecológica, para ser justa, no sólo debería concentrarse en el cambio del oligopolio de lo fósil al oligopolio de lo renovable, sino también en el desarrollo del autoconsumo en nuestra comunidad.

En esta nueva etapa verde de la historia europea, la sostenibilidad, la lucha contra el cambio climático, la conservación de la biodiversidad y los ODS de la Agenda 2030 deben ser los pilares de nuestras políticas, del desarrollo y el avance de la sociedad,  fundamentales para la vida del planeta.