Opinión

Vacunas, mutaciones y sistema inmunológico

Ya tenemos aquí las noticias sobre la llegada de las vacunas contra el SARS-CoV-2 que, esperemos, sean suficientemente efectivas para prevenir la COVID-19 o sus efectos más severos. Y ya tenemos las redes sociales hirviendo de comentaristas antivacunas alertando sobre sus posibles 'efectos malignos' y de cosas por el estilo. Si algo tengo claro es que el ser humano tiene la gran capacidad de olvidar los efectos desastrosos de enfermedades olvidadas como la varicela, poliomielitis o incluso el sarampión e inventarse, a cambio, estrategias para acabar con la humanidad. Y esto ocurre especialmente el ser humano que vive en un primer mundo donde la salud está cubierta con alta eficacia. No tenemos remedio, si no hay peligro, nos lo inventamos y cuando hay peligro, lo negamos.

Las dos vacunas que han saltado a los medios son dos vacunas basadas en una nueva estrategia. Una estrategia fácil de diseñar y de llevar adelante y que consiste simplemente en inyectar en nuestras células ARN mensajero (ARNm) del virus para que en ellas se traduzca a proteínas y éstas alerten al sistema inmunológico.

Cuando hablamos de ADN y ARN mucha gente empieza a pensar en modificación genética y en cosas por el estilo, pero me doy cuenta que lo hacen desde la ignorancia y la incomprensión y no desde el conocimiento. En cada una de las células de nuestro cuerpo ahora mismo hay millones de moléculas de ARNm que están siendo traducidas a proteínas que realizarán las funciones que deban realizar. Cuando comamos, nos ejercitemos, estemos trabajando o durmiendo, muchas de las cadenas de ARNm se eliminarán para dejar paso a otras que den lugar a las proteínas que necesitemos después de comer, al ejercitarnos, mientras trabajamos o mientras dormimos. Lo genes localizados en el ADN guardado en el núcleo, se van leyendo dependiendo de las necesidades de las células y el producto de esta lectura es el ARNm que viaja fuera del núcleo para ser traducido a la secuencia de aminoácidos que forman las proteínas. En todas las células, en todo momento se producen cambios en la lectura de los genes y en los ARNm que llevan su mensaje para adaptarse a las circunstancias y a las señales que reciben. Eso es así cada minuto, cada hora, cada día.

Los virus hacen exactamente lo mismo. Tienen un genoma, lo copian a ARNm y producen proteínas. En el caso del SARS-CoV-2 y todos los que su genoma es ARN+ como el de la rubeola, es mucho más fácil, su genoma es ARNm que se traduce directamente a proteína en cuanto llega. Las vacunas diseñadas por Pfizer y por Moderna e incluso por la de Oxford (comercializada por Astra-Zeneca), aprovechan esa circunstancia para introducir en nuestras células el ARNm de una parte del virus y que las células produzcan la proteína del virus que despertará al sistema inmunológico contra esta proteína. 

¿Pueden las vacunas de ARNm afectar a nuestro genoma? No, nunca. Para la célula es ARNm y con el tiempo desaparecerá completamente. 

¿Puede la vacuna provocar una respuesta autoinmune? No, ya que está produciendo una proteína vírica y no de nuestro cuerpo. Además, el ARNm de la vacuna está haciendo lo que haría el ARN del propio virus, producir las proteínas del virus. Por tanto, la vacuna basada en esta tecnología no hace más que replicar lo que el virus hace de forma natural para que el sistema inmunológico se active sin que tenga que enfrentarse al virus vivo y a la enfermedad. 

¿Serán las vacunas completamente efectivas? Pues no, pero como todas las vacunas. Hay un componente que siempre se nos olvida con las vacunas e incluso con cualquier fármaco: nuestro cuerpo. La efectividad de las vacunas dependerá de que nuestro sistema inmunológico responda bien a ellas y eso depende del sistema inmunológico de cada uno de nosotros, individual, intransferible. Por poner un ejemplo, la vacuna de la gripe tiene una eficacia del 50-60% porque la mayoría de las personas que se vacunan son mayores de 65 años y muchas de estas personas ya sufren inmunosenescencia, o, lo que es lo mismo, que su sistema inmunológico ya no responde bien. Pero no responden bien ni a la vacuna de la gripe ni a ninguna otra o a ningún otro patógeno. Si todos nos pusiéramos la vacuna de la gripe, la efectividad aumentaría enormemente ya que los menores de 65 años seguro que responderían a ella. No es problema de la vacuna, es problema de la población que la necesita. Tras este año lo podremos comprobar. 

¿Son peligrosos los adyuvantes de las vacunas? Pues no, como todos los adyuvantes. Ya expliqué en esta columna que las vacunas llevan adyuvantes porque las células del sistema inmunológico 'necesitan' detectar que hay un peligro. Si no lo detectan, la actividad contra los antígenos se reduce enormemente. El sistema necesita un estado de alerta para activarse al máximo. 

¿Podría haber vacunas más efectivas en el futuro? Sí, puede haberlas y las habrá. Como ya he dicho, la ventaja de las vacunas de ARNm es que son rápidas de concebir y de producir; solo se necesita el ARNm de un trozo del genoma del virus y que sea capaz de producir una proteína igual que la del virus. Con eso ya basta. Pero tienen el contra de que la respuesta que se consigue es contra es proteína y no contra el resto del virus y que, en algunos casos, necesitan una infraestructura compleja para distribuirlas. Es cierto que se ha elegido la proteína S (Spike) del virus buscando anticuerpos que la bloqueen e impidan que el virus se una a las células para infectarlas, pero la respuesta inmunológica es más compleja y necesitamos no solo IgG (presente en la sangre) sino también IgA (presente en saliva y en fluídos respiratorios y gastrointestinales) para que el virus (que viene en las gotitas de saliva que están en el aire) no pueda unirse a las células que están en el epitelio respiratorio o gástrico. 

Déjenme que les ayude a entenderlo con un ejemplo. El virus de la poliomielitis se transmite por ruta respiratoria o fecal-oral, es decir, a través de la boca por haber tocado algo infectado con gotitas de la saliva de alguien contagiado. ¿Les suena? Cuando se desarrollaron las vacunas que casi han acabado con la enfermedad en todo el mundo, hubo dos variantes, la Salk, basada en un virus muerto y la Sabin, basada en un virus vivo atenuado. La Sabin fue mucho más efectiva que la Salk simplemente por un hecho, al usar un virus vivo atenuado, la vacuna Sabin producía IgA y el IgA presente en la saliva y en las secreciones gástricas evitaba que el virus pudiese entrar en el cuerpo y llegase a la médula espinal produciendo la parálisis característica de la enfermedad. Por eso, la Sabin es más efectiva que la Salk y por eso creo que las vacunas basadas en virus atenuados contra el SARS-CoV-2 serán más efectivas, porque podrían generar IgA que evitaría la infección. 

¿Es la producción de IgA tan importante? Sí, lo es ya que si se produce IgA contra el virus en las secreciones se evitará la introducción de éste en el tracto respiratorio incluso en vías superiores y así se podrá evitar la proliferación en estas vías y el contagio a otras personas, cosa que las vacunas que solo produzcan IgG no pueden asegurar. Es decir, que estar vacunado te protege a ti, y habrá síntomas débiles, pero si el virus puede proliferar en la nariz o en la garganta seguirás siendo infeccioso y podrás contagiar a otras personas. 

¿Deben las vacunas activar también la respuesta celular? Por supuesto que sí. La respuesta celular generada por los linfocitos T citotóxicos, células capaces de matar a las células infectadas por el virus, es esencial para atajar una infección vírica. En el caso de las vacunas de ARNm nada nos hace pensar que esto no ocurra ya que los epítopos de la proteína S son reconocidos por los linfocitos T y se puede generar respuesta celular. Aunque, también hay que decirlo, la mayoría de los epítopos reconocidos por estas células no se encuentran en la proteína S. Esperemos que la respuesta a la proteína S sea suficientemente potente. 

¿Pueden las mutaciones del virus hacer que las vacunas sean inefectivas? No, es muy difícil que mute tanto como para que las vacunas dejen de ser eficaces. En los últimos días hemos leído que en Dinamarca han tenido que sacrificar a millones de visones por haber contraído el virus con una cepa mutada respecto a la que pulula entre los humanos. Esta noticia y el caso particular de una persona con una enfermedad autoinmune en la que el virus ha ido mutando  ha hecho saltar las alarmas sobre la efectividad de las vacunas. Se nos olvida un pequeño detalle, que los antígenos no suelen ser tan simples como para que un único cambio en un aminoácido les afecte. Y más aún porque las proteínas víricas pueden tener decenas de antígenos. De hecho, la proteína S del coronavirus está formada por 1276 aminoácidos y en ella se han descubierto decenas de epítopos (lugares de reconocimiento por el sistema inmunológico, es decir, antígenos), por lo que uno o varios cambios no afectan significativamente a su reconocimento por las células del sistema inmunológico. El virus tiene que cambiar tanto para que las vacunas no lo puedan reconocer que sería otro virus diferente.

Con todo esto espero haber aclarado algunas dudas en este convulso mundo lleno de noticias que cambian de un día para otro. Recuerden, la ciencia no es la bolsa. La ciencia necesita tiempo para analizar y contrastar los datos, no es un sistema que suba o baje con un rumor o una posibilidad, necesita meditación y datos fiables y contrastados. Dejemos que la ciencia haga lo que tiene que hacer. Por ahora lo está haciendo pero a costa de mucho riesgo. 

Y, recuerden, la mejor vacuna es evitar el riesgo. 

#Estodependedenosotros, aunque parece nunca nos va a entrar.