LA HISTORIA DE LAS CALLES POR SU NOMBRE

Plaza del Potro: Donde la picaresca campaba a sus anchas en el Siglo de Oro

La mayoría de los autores que se refieren a este rincón del Casco Histórico afirmaban que era un barrio de mala fama, con granujas, pícaros, pendencieros y prostitutas que se juntaban en la posada

Posada del potro
photo_camera Interior de la Posada del Potro, en la plaza del mismo nombre

No hace mucho que los responsables de Córdoba Ecuestre se quejaban de que en esta ciudad, que tanto le debe al mundo equino, no había monumento, calle, vía o plaza que le dedicara el honor de airearlo públicamente ante los visitantes, que, de este modo, tendrían alguna razón para conocer la estrecha unión entre Córdoba y el caballo de Pura Raza Español (PRE). Pero eso no es del todo cierto.

Figura hay, aunque pequeñita. Está en lo alto de una fuente con base octogonal y de corte renacentista del año 1577. Encabritado y sosteniendo entre sus patas delanteras el escudo de la ciudad. Un caballo, al fin y al cabo. Es más, muchos, entre ellos Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez de Salamanca, que en 1873 escribió 'Paseos por Córdoba', fuente inagotable para cualquiera que quiera bucear en la intrahistoria cordobesa (de la que es rica la barojiana novela 'La feria de los discretos', que también menciona este lugar), sugieren que esa estatuilla es la que da nombre a la Plaza de El Potro, donde también se ubica, entre otros muchos lugares de interés, la Posada del mismo nombre.

Pero no se sabe, en este caso concreto, quién fue primero. Si la gallina ponedora o el huevo del que nace tan insigne y útil ave. Porque dicen que allí se celebraba una auténtica feria de compra y venta de caballos y mulas, a la que acudían gentes de todos los rincones, forasteros y nativos, a contemplar el bullicioso ambiente o a realizar algún tipo de compra, ya que estos animales eran lo que hoy serían los turismos que ahora llenan las calzadas de la moderna urbe. No es difícil imaginar que la fuente acabara siendo coronada con esa forma para recordar el negocio que suponían entonces los caballos. Unos animales, por cierto, que el mismísimo Cervantes menciona, tanto en la primera parte de El Quijote como en el Auto de la Virgen de Guadalupe, por su fama universal, puesto que en todo el Siglo de Oro se alaba en los principales textos literarios la calidad y pureza de estos brutos que fueron el origen de numerosos razas de renombre por todo el mundo, y por el que hasta el muy granadino Federico García Lorca homenajea bautizando a las Caballerizas Reales cordobesas 'La catedral para los caballos'.

Otra posible razón de la denominación de la plaza y la posada es que allí se descoyuntó, por orden del rey Pedro I El Cruel, al posadero, a quien ataron las extremidades a varios potros por tratar de robarle a un capitán del Ejército del rey que se alojo en la taberna para evitar una marcha nocturna bajo la lluvia.

Plaza del Potro

Tampoco resulta difícil pensar en que tras una buena transacción en la citada feria se corriera a cerrar el pacto no sólo estrechando la mano con escupitajo incluido en la palma, sino con una buena jarra de vino, que uno se imagina de barro más que de metal, en la cercana Posada, que era el restaurante o bar de la época, y por qué no, también lugar de concentración de buena parte de la picaresca, que la había en abundancia, y del puterío, ya que esta actividad estaba perfectamente permitida por las autoridades, por lo que beber allí podría convertirse en toda una aventura.

Precisamente allí Miguel de Cervantes estuvo alojado mientras hacía las veces de Comisario Real de Abastos de Felipe II, junto, tal y como él mismo relata, "ricachones del pueblo, hidalgos, palurdos y maleantes de aldea". Todo ello, y el ambiente, se refleja perfectamente en su inmortal obra, El Quijote, donde no sólo lo traslada físicamente al episodio en el que Sancho fue brutalmente manteado en una venta con patio y pozo muy similar, sino que incluso entre quienes le castigan por el impago de la noche de él y su señor se encuentran "tres agujeros (agujeteros) del Potro de Córdoba".

Cervantes no es el único que la nombra. Según Mercedes Sánchez Sánchez, en su 'Cartas de Quevedo a Sancho de Sandoval (1635-1645)', al hablar de Jerónimo de Medinillla, nombrado corregidor (figura que representaba el poder al en los ayuntamientos del país) de Córdoba, alude a "el potro de Córdoba, que doma y no se deja domar". La estudiosa entiende que la tarea de corregidor era ardua, usando como símil la auténtica Posada del Potro, que era "centro de la picaresca y mercado ganadero". Correas, autor del 'Vocabulario de Refranes', se refiere a esta plaza diciendo: "a fuer del potro, tú un maravedí i io otro; el potro es en Córdoba un caño que echa agua en forma de potro por la boca, y da nombre a la plazuela y barrio adónde está. A uno que es taimado y fino bellaco se dice: 'Es del potro', ha bebido en el potro".

Así debía de ser el ambiente de aquella época, en la que divertirse un poco no estaba exenta de cierto peligro, no por perder el conocimiento de tanto beber, que los habría que invitaban hasta el amanecer para colmar con compañía su soledad, sino porque el alcohol es compañero de broncas y por entonces se tiraba con demasiada facilidad de la espada.

Tanto es así, que Pedro Calderón de la Barca, en su libro 'Las órdenes militares' no se corta un pelo a la hora de indicar que "el potro de Córdoba era una famosa posada que dio nombre a un barrio cordobés de mala fama. Hace referencia a él el ventero socarrón del Quijote, Parte I, cap. III, y tres vecinos de ese barrio se encuentran entre los que mantean a Sancho en el cap. XVII de la misma parte".