La ciudad

La sombra del Covid-19 vuelve a proyectarse sobre el Carlos Castilla del Pino

Ojos cansados, camisas con cercos de sudor en las axilas y en los cuellos, un sol de justicia y trabajo. Muchísimo trabajo. "¡Qué sé yo los test que llevamos hechos! Unos 800 por lo menos en lo que va de día", señala un enfermero embutido en un EPI completo de color azul y mirada de agotamiento, que por un momento ha salido del búnker del centro de salud Carlos Castilla del Pino para hablar con sus compañeros que fuera, en la calle, actúan como primerísimo primer filtro.

Tras el llamamiento de las autoridades sanitarias y políticas a todo el que hubiera participado en la fiesta del pasado día viernes, día 10, y madrugada del sábado, día 11, en la sala Babylonia de la capital, un rosario de vehículos de todo tipo -desde una gama muy alta hasta los más modestos-, así como jóvenes en patinetes eléctricos y a pie, han acudido en masa al Carlos Castilla del Pino a plantear sus dudas. Y la mayoría de los que llegaban han acabado bajando al sótano donde se estaban practicando las pruebas.

En la esquina entre las calles Isla Lanzarote e Isla Formentera un coche patrulla de la Policía Local controla la amplia cola de vehículos de jóvenes acompañados de sus padres que daba la vuelta hacia Isla Fuerteventura y también para permitir el paso de los escasos turismos procedentes de Isla Lanzarote en linea recta. Muchos de los jóvenes se dirigían directamente a la agente de Policía que estaba allí por ser la persona de autoridad más visible en el lugar, pero su función únicamente era la de control de tráfico, por lo que remitía a los preocupados jóvenes hacia los sanitarios.

"Tengo que saber primero e informar después a los que tienen sospechas de haber contactado con alguien de la fiesta lo que han de hacer", señala un enfermero en ropa de paisano a las puertas del centro de salud. "¿Qué hace aquí?", pregunta de inmediato al siguiente vehículo que ha dejado pasar la Policía. Y no es una impertinencia, sino una pregunta directa para ver de verdad si hay motivos para un test.

Detrás de él acude una mujer también de paisano que se le acerca. Es una enfermera que de forma voluntaria ha llegado hasta el Carlos Castilla del Pino para ayudar. "Dime qué puedo hacer", le pregunta al primero, mientras otra persona de la organización indica a los que van en coche por dónde acceder directamente al centro Covid a través de una rampa.

A esa misma persona se le acerca un joven nerviosa. Le cuenta que ha estado en contacto con alguien de la fiesta que ha dado positivo. "¿pero estuviste en la fiesta?". "No". "¿Y sabes con seguridad que esa persona ha dado positivo?". "Sí". "Has estado en contacto directo?". La chica se encoge de hombros. Es una pregunta ambigua de respuesta algo más complicada que un simple sí o no. "No perdamos el Norte", le dice el encargado de la organización, "si no ha habido contacto directo no debes estar aquí". Y con cara de circunspecta la muchacha se va con más dudas que certezas en la cabeza.

Cuando desde la prensa se le pregunta qué significa exactamente "contacto directo" la respuesta es: "Las preguntas, a prensa de la Delegación".

Cada vez llegan más jóvenes a pie hasta el centro. Preguntan por dónde acceder al interior. "Por la rampa", les responden casi de forma automática sin darse cuenta de que no han venido en coche. "Hay un acceso peatonal ahí mismo", les señalan los periodistas allí apostados.

Hay nervios y miradas perdidas. Por la mente de más de uno vuelven a pasar los dos meses y medio de confinamiento y los gestos se convierten en muecas de fastidio y preocupación.

TEXTO Y FOTOS: J. M. C.

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