SURESTE

Un vergel en el centro de la Fuensanta

El Huerto Solidario Fuensanta realiza una importante labor dinamizadora en el barrio, recibiendo a grupos de escolares y otros colectivos para enseñarles la vida de las plantas

HUERTO SOLIDARIO 12
photo_camera Al fondo se quiere ubicar un estanque con peces, tortugas y ranas de San Antonio

En pleno corazón de la Fuensanta, junto al Instituto Provincial de Educación Permanente (IPEP), con el que mantiene una simbiosis perfecta, se muestra sin vergüenzas ni ambages, el huerto solidario puesto en marcha por Paco Ríos, como presidente, y Ana Belén Rodríguez, como vicepresidenta, en un proyecto que está llamado a ser referencial en la ciudad. ¿Por qué? Muy sencillo, porque quien allí entra lo hace pensando "¿pero dónde me estoy metiendo?" y sale con una sonrisa en la boca, la sensación de que el tiempo fluye con excesiva rapidez y con la idea de que "es el mejor huerto del mundo". Al menos ésa fue la sensación de Jesús Ligero, un chaval de diez años, que tuvo la suerte de vivir allí una experiencia muy intensa e íntima durante una mañana de domingo.

Son unos 500 metros cuadrados que se han sabido aprovechar del solar del antiguo Cine Fuensanta, situado en la calle Hernando de Magallanes, que hasta el año 2012 llevaba más de 20 años abandonado a los jaramagos y las ratas, y que ahora tiene una utilidad muy práctica.

¿Y qué hace que este huerto solidario sea tan especial? "Claramente, su filosofía", responde Ana Belén Rodríguez. El proyecto comenzó como una iniciativa de huertos urbanos en la que los vecinos de la zona iban cuando podían, se entusiasmaban unos días y luego lo dejaban morir cuando la novedad dejaba de serlo. "Así que decidimos darle un giro y convertirlo, hace ya tres años, en un programa social educativo abierto a la vecindad y con el éxito en respuesta suficiente como para mantenernos vivos y cada vez más visitas, sobre todo de colegios", explica a Córdoba Hoy, Ana Belén Rodríguez, artista plástica y titulada en agricultura ecológica gracias a un curso de la Diputación Provincial.

Pero allí no sólo se aprende a cuidar plantas, conocer sus nombres y a disfrutar del trabajo al aire libre. "Cada uno de nosotros aporta algo a los demás y así nos enriquecemos todos", añade Paco Ríos, cocinero y toda una personalidad en la Fuensanta, respetado por todos los vecinos. De hecho, hay también un pequeño taller de reparación de bicicletas, que ya cuenta con un aprendiz de primera, Jesús de diez años y ya todo un experto en transformar vehículos viejos en nuevas máquinas de devorar kilómetros, así como colaboradores de la talla de Rafael Blázquez, dinamizador del Aula de la Naturaleza de la Asomadilla del INGEMA; Inmaculada Lara, experta en viveros; o Gregorio Sánchez, técnico forestal y jardinero.

Y ya que se le ha citado, Jesús tiene su propia historia. Este chaval solía tener problemas de convivencia familiar, especialmente con su madre. "Desde que está con nosotros, cada mañana se levanta con un beso a su madre y deseándole los buenos días", señala Paco Ríos. "Tratamos de ayudar en la educación también, y el huerto viene de perlas". Lo dice el propio Jesús: "Aquí he aprendido a saber ayudar y a sentirme útil y a respetar las reglas". Son pocas, pero lógicas: No soltar tacos, no pelearse, no gritar ni enfadarse y echar siempre una mano.

niño melon

Los primeros exámenes en el colegio hicieron que Jesús dejara de ir durante dos semanas, precisamente las que coincidieron con el reparto de melones nacidos en el huerto entre quienes los cuidan. Pero el chaval se llevó una buena sorpresa, porque le habían guardado el suyo, "por lo bien que se porta y porque se lo merece", comenta el presidente de esta iniciativa. Hay otro muchacho, algo más mayor, al que el huerto y la labor social que allí se realiza, le está ayudando a desengancharse de su perniciosa adicción a los videojuegos y a las maquinitas.

Todas esas vivencias y experiencias son las que también se tratan de mostrar a los numerosos colegios de Córdoba que ya han pasado por allí y que cada fin de semana inundan literalmente el huerto con entre 20 y 30 niños, en unas visitas "de las que todos salimos francamente enriquecidos". No es de extrañar, por tanto, que esta iniciativa se haya mantenido en el tiempo frente, por ejemplo, otras, como el huerto urbano de la Asomadilla, muy parado en la actualidad y "a los que ya hemos invitado a que vengan a conocer nuestro proyecto para ver si lo pueden trasladar allí", según ha explicado Ana Belén Rodríguez, o que puedan llegar a contar con la colaboración de Sadeco para la entrega de compost, o bien que Cosmos, la cementera, y la empresa de piscinas Opur se hayan comprometidos con ellos a construir un estanque con peces, ranas de San Antonio y tortugas y hasta una cascada al fondo del huerto, pegado a la pared del IPEP, para lo que necesitarían contar con suministro propio de agua, "que ya hemos solicitado al Ayuntamiento".

Las plantas las entregan los propios vecinos y cuentan, incluso, con su propio vivero e semillas que se usan para sembrar y como intercambio.

El Fantasma de la Ópera

Para el próximo 31 de octubre, Todos los Santos para unos, Halloween para otros y Samhain (festividad celta para conmemorar el solsticio de invierno) para los que participan del Huerto Social de la Fuensanta, hay comprometida, aunque sólo de palabra, una de las más espectaculares colaboraciones con esta iniciativa. "La gente del Coro Ziryab de Córdoba nos han prometido que para esa noche van a venir a cantarnos El Fantasma de la Ópera en una escenario que les vamos a contar nosotros, y como sea verdad va a resultar todo un hito para la barriada", ha avanzado Ana Belén Rodríguez. Hasta entonces, los niños aprovecharán los fines de semana para preparar su particular cementerio a base de cajas de corcho de pescado y los talleres de calabazas para dar color a una fiesta en la que el propio estrella Michelin Kisko García ha llegado a colaborar en años anteriores con un exquisita crema de calabaza.

¿Y qué les depara el futuro? Por lo pronto, una ampliación. "Hemos solicitado la cesión del terreno colindante (otros 500 metros cuadrados, aproximadamente) para ampliar el huerto y ubicar al fondo un parque canino, "porque ahora ya lo están utilizando los vecinos para traer aquí a sus perros, enseñarles, jugar con ellos y evitar que los excrementos acaben en la calle", señala Paco Ríos. ¿Y saben qué? Su entusiasmo resulta contagioso.