SOLIDARIDAD

VÍDEO: Infancia Solidaria y Anidan protegen a los niños más desamparados de Kenia

Margaret recuperaba la salud y la audición en el Hospital Infanta Margarita de Cabra, en una operación quirúrgica dirigida por el doctor Rafael Ramírez Ponferrada

Siglo XXI. Una familia expulsa del hogar común a su hija de diez años porque la menor se niega a contraer matrimonio con el hombre que han elegido sus padres. Esta niña anteponía su libertad a una costumbre denigrante que todavía perdura en demasiados países del mundo, subyugando a las mujeres a la autoridad perversa que se arrogan los hombres. Duerme en la calle, donde gobiernan la frialdad y la incertidumbre, y el único privilegio que retiene es poder escoger cada noche su rincón preferido. Envuelta en estas inimaginables circunstancias, ninguna mañana se ausentó de las aulas de Anidan, organización no gubernamental implantada en Lamu, al sur de Kenia, que le proveyó de los recursos precisos para cursar estudios primarios, secundarios y superiores. Se licenció en Empresariales a la conclusión de su etapa académica en la Universidad de Mombasa y en el 2010 voló a España afanada en aprender nuestro idioma y ampliar su formación en Química. De regreso a su lugar de origen, ahora devuelve todo lo recibido como coordinadora en la casa de acogida que erigió el productor musical Rafael Selas y que rescata a centenares de niños de la miseria, la desprotección y la incultura.

Sara Mapenzi volvió a pisar suelo español el 14 de septiembre de 2016, como tutora –por enfermedad de la madre biológica- de Margaret, una pequeña keniata de diez años que requería de una urgente intervención que remediase la perforación de sus tímpanos y numerosas infecciones causadas por diversas patologías. Ambas sonrieron antes de entrar –como dicta el lema de bienvenida- al alojarse en la vivienda de Ángel Parejo, coordinador de Infancia Solidaria en Andalucía. “Nos ha tratado como a uno de sus hijos”, agradecía Sara días antes de tomar el vuelo de retorno a Kenia.

Margaret recuperaba la salud y la audición en el Hospital Infanta Margarita de Cabra, en una operación quirúrgica dirigida por el doctor Rafael Ramírez Ponferrada. Un proceso estrechamente vinculado a la música, un placer del que podrá disfrutar plenamente Margaret. Los ingresos generados por el concurso Tú sí que cantas, impulsado por el IES Sierra de Aras, y por el concierto benéfico de la Orquesta Pol y los chicos de Musintégrate financiaron los billetes de ida y vuelta de Margaret y Sara.

Muñecas, pendientes y esas tardes de diversión inocente con sus nuevos amigos se enredan en la maleta de Margaret. Sus sentimientos son contradictorios y chocantes. Entristece al escuchar conversaciones que anuncian su despedida. La disciplina pedagógica de Anidan le aguarda y finalizan esas tardes inolvidables de risas y juegos en el transcurso de los cuatro meses en los que ha residido en Lucena. Sara, desde su madurez adelantada, resuelve que la educación es esencial “el desarrollo de los niños y para que tengan buena vida en su futuro”.

Unos 300 niños –indigentes, abandonados o huérfanos- son atendidos en estos momentos en la casa de acogida de Anidan, un centro asistencial donde habitó Sara Mapenzi desde que contaba 14 años. En el mismo recinto, funciona un hospital pediátrico, en colaboración con la Fundación Pablo Horstmann, donde se presta atención médica a los más indefensos y desde el que se derivan los casos más graves a España, y una guardería, que alberga a 60 alumnos, y que ha apadrinado en su integridad Infancia Solidaria.

Sara explica su decisión de involucrarse en Anidan razonando que “cuando terminé mis estudios, pensé que es muy importante que después de ayudarnos a nosotros, intentemos hacerlo nosotros con los niños que allí hay”. Esta ONGD, además de su propia escuela infantil, contribuye al mantenimiento de colegios e institutos asentados en el territorio de Lamu.

Una expedición de Infancia Solidaria visitará Lamu en el mes de agosto para comprobar, por ejemplo, como 21 niños cobijados por Anidan que yo son universitarios y la recuperación emocional y psicológica cada vez más rápida –favorecida por sus propios compañeros- que se observa en los menores que ingresan en la casa de acogida.